Raza y destino Autor: Adolf Hitler

Raza y destino 
Autor: Adolf Hitler

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El llamado "Libro Secreto de Hitler" es considerado como la continuación de "Mi Lucha". Aún cuando no se encuentra comprobada su autoría, y muchos lo consideran apócrifo, se tratan aquí temas de importancia de la política Nacionalsocialista.
La importanca que Hitler otorgó a los aspectos raciales que se relacionaban con el origen ario del Pueblo Alemán, se convirtió en uno de los ejes de la política nazi.
"Raza y Destino" describe los fundamentos doctrinarios e históricos de esta política
El llamado "Libro Secreto de Hitler" es considerado como la continuación de "Mi Lucha". Aún cuando no se encuentra comprobada su autoría, y muchos lo consideran apócrifo, se tratan aquí temas de importancia de la política Nacionalsocialista.

PREFACIO

Los primeros años de la Segunda Guerra Mundial iniciada el 1 de septiembre de 1939, con la declaración de hostilidades por parte de Francia e Inglaterra en contra de Alemania, por la ocupación de Polonia, fueron espectaculares para las fuerzas alemanas. Era la guerra relámpago. Hitler, a la vez, consolidaba el Eje con Italia y Japón. Los ejércitos alemanes ocupaban casi toda Europa a 1941 y herían duramente a Inglaterra en sus colonias africanas, al tanto que Japón demostraba su hegemonía en Asia, invadiendo vastos territorios.
Pero vino Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941 y a los inicios de 1942 Estados Unidos estaba en guerra contra el Eje, en tanto que en febrero de 1943 el ejército alemán que invadió la Unión Soviética fracasaba en la gran batalla de Stalingrado. Ese mismo año capitula Italia y los avances japoneses son detenidos en Asia por los norteamericanos.
Y vendría el día D, 6 de junio de 1944, con el desembarco aliado en Normandía, que marcaría el inicio de la derrota del Tercer Reich, el mismo que Adolf Hitler había vaticinado en la década del 30 que duraría mil años. La verdad, duró apenas poco más de diez años.
Con todo, Hitler creía a 1944 que todavía podía ganar la guerra, pues confiaba en la fabricación de armas secretas (¿bomba atómica?) que los científicos del Tercer Reich no alcanzaron a fabricar. De hacerlo, habría cambiado el transcurso de la guerra y, por ende, de la historia. Los laboratorios y las instalaciones industriales estaban destruidos por los bombardeos.
Los aliados ya sabían que la victoria era cuestión solamente de algunos meses. Los esfuerzos, por tanto, estaban dedicados a sacar ventajas de la derrota alemana. Los adelantos científicos alemanes, entre los cuales estaba el de la energía nuclear, había que apropiárselos. La Unión Soviética y Estados Unidos sacarían las mejores ventajas a través de la incautación de laboratorios y documentos. La tarea incluía también el conseguir a los mejores científicos, ya fuera por el convencimiento o haciéndoles prisioneros, incluido el rapto en algunos casos.
Hitler se suicida el 30 de abril de 1945. Los ejércitos aliados avanzaban sobre territorios alemanes. Había que llegar a Berlín. Norteamericanos e ingleses lo hacen primero, pero se quedan en las inmediaciones, pues el compromiso es que le corresponderá al Ejército Rojo tomar a sangre y fuego la capital alemana, según exigencia de la Unión Soviética a los aliados. Los servicios secretos, en tanto, actúan, y los americanos logran apropiarse, entre otras ventajas, del archivo del Partido Nacionalsocialista. Allí está el segundo libro de Hitler, escrito en 1928, cinco años después que «Mi Lucha».
El mundo toma conocimiento recién en 1958 que tal libro existe, cuando en Estados Unidos se desarchiva con el nombre de «El Libro Secreto de Hitler».
La carrera política de Adolf Hitler había sido espectacular, tanto como su guerra relámpago. Se inicia inmediatamente después de la derrota alemana de la Primera Guerra Mundial, en 1918, en la que había participado durante todo su transcurso, siendo licenciado con el grado de sargento.
El líder alemán, 1889-1945, es presidente del Partido Nacionalsocialista a 1921, entidad de obreros que lucha por las reivindicaciones sociales y económicas de los trabajadores. En 1923 es detenido y condenado cuando intenta un golpe de estado, en Munich. En la cárcel redacta su libro Mein Kampf, «Mi Lucha», en el que expone los alcances de la doctrina nacionalsocialista.
Una vez en libertad trabaja arduamente para fortificar al partido e impone una tónica contra la burguesía y el marxismo, a los que considera lacayos del judaismo. Combate también en contra de los principales clanes aristocráticos, a la vez que reivindica a Alemania frente a Europa, repudiando, asimismo, el Tratado de Versalles que había impuesto humillantes condiciones a los derrotados de la Primera Guerra Mundial.
El Partido Nacionalsocialista logra resonantes triunfos electorales en los inicios de la década del 30, y Adolf Hitler es nombrado canciller por el Presidente de la República, mariscal Paul von Hindenburg, en 1933. Von Hindenburg fallece en 1934, y Adolf Hitler asume todo el poder.
Los escritos de Hitler son pocos. Era hombre de una oratoria y un carisma extraordinarios. Sus discursos, si, fueron muchos. Improvisaba por lo general y su gran herramienta fue siempre la radio.
La obra que ofrecemos ahora a nuestros lectores fue escrita en 1928, como una extensión aclaratoria de Mein Kamf. En sí es un dictado a ratos a un secretario del prensa, en el que se van dejando varios vacíos, especialmente en lo referente a cifras, fácil de entender como una manera de agregarlas una vez ratificadas. Ese año, el de 1928, era ascendente para los nacionalsocialistas, y, es posible, haya sido archivado para evitar complicaciones que podrían originarse dado la crudeza y la forma franca en que se exponían ciertas teorías  y redenciones territoriales alemanas en Europa.
«El libro secreto de Hitler», llamado por algunos como «Raza y Destino», permite adentrarse en la Alemania Nazi, en el combate constante del líder alemán contra los judíos, su política reivindicativa frente a Francia, país al que consideraba el gran enemigo y verdugo de Alemania, y, curiosamente, sus aspiraciones de una alianza que siempre quiso con Inglaterra pero que jamás logró.

PRÓLOGO

En agosto de 1925, al escribir el segundo volumen de «Mi lucha», formulé, en el breve tiempo concedido por las circunstancias, las ideas fundamentales de una política extranjera nacionalsocialista. Dentro del marco de aquel libro, me ocupé especialmente de la cuestión del Tirol del sur, lo que dio origen a ataques tan furibundos como infundados contra el movimiento. En el año 1926 me vi obligado a hacer que esa parte del volumen segundo se publicara en una edición especial.
No es que yo creyera que, al hacer esto, iba a convertir a los adversarios, que veían en el clamor y en el griterío sobre el Tirol del sur, primariamente, un pretexto bi..r. acogido para la lucha contra el odiado movimiento nacionalsocialista.
A esta gente no se le puede enseñar nada, porque la cuestión de la verdad o del error, de lo justo o lo injusto, no tiene para ellos ninguna importancia en absoluto. Tan pronto como un tema parece adecuado para su explotación, en parte por propósitos políticos de partido, en parte también por sus intereses marcadamente personales, la verdad o la justicia del asunto que se discute pierde todo interés.
Esto se pone mucho más de manifiesto sí pueden infligir así algún daño a la causa del despertar general de nuestro pueblo. Pues los hombres responsables de la destrucción de Alemania, a partir de la época del derrumbamiento, son los que ahora la gobiernan, y su actitud de aquel tiempo no ha cambiado en ningún aspecto desde entonces hasta la fecha. De la misma manera que en aquella época sacrifícaron a sangre fría a Alemania en aras de doctrinarias opiniones de partido o por egoístas ventajas personales, hoy vomitan su odio contra cualquiera que contradice sus intereses aunque este oponente pueda tener a su favor, mil veces más, todos los motivos para creer en una resurrección alemana. Es más: tan pronto como les parece atisbar la revivificación de nuestro pueblo, representada por determinado nombre, suelen adoptar una posición contraria a todo lo que de semejante nombre pueda emanar. Las propuestas más útiles, en realidad las sugerencias más evidentemente correctas, son boicoteadas simplemente porque su portavoz, como tal nombre, parece estar vinculado a ideas generales que ellos opinan que deben combatir por exigencias de sus partidos políticos y de sus puntos de vista personales. Desear convertir a gente asi es algo desesperanzados
De aquí que, en 1926, cuando se imprimió mi folleto sobre el Tirol del sur, naturalmente, no abrigué nunca la idea de que pudiera causar ninguna impresión sobre aquellos que, a consecuencia de su actitud general filosófíca y política, me consideraban ya como su adversario más vehemente.
En aquella época, mantenía yo la esperanza de que, por lo menos algunos de ellos, que en principio no eran oponentes malévolos de nuestra política extranjera nacionalsocialista, examinarían primero nuestra opinión en este asunto y la juzgarían después. Sin duda, esto es lo que llegó a suceder en muchos casos. Hoy día, puedo declarar con satisfacción que un gran número de personas, incluso entre aquellas que intervienen en la vida pública política, han revisado su antigua actitud con respecto a la política extranjera alemana. Aunque creyeran que no podían estar conformes con nuestro punto de vista en lo relativo a detalles, han reconocido las intenciones honorables que nos guiaban.
Por supuesto, durante los dos últimos años se me ha hecho cada vez más evidente que mi escrito de aquel tiempo estaba en verdad estructurado teniendo, como premisas, concepciones generales nacionalsocialistas. También se me hizo evidente que muchos no nos siguen, menos por mala voluntad que por causa de una cierta incapacidad. En aquella época, dentro de los estrechos límites fijados, no era posible dar una prueba verdaderamente fundamental de la solidez de nuestra concepción nacionalsocialista de la política extranjera. Pues no sólo los ataques del enemigo se han intensificado en los últimos años, sino que, mediante esos ataques, el gran campo de los indiferentes ha sido también" movilizado hasta cierto punto. La agitación que se ha llevado a cabo de una manera sistemática contra Italia en los últimos cinco años amenaza lentamente dar como frutos la muerte posible y la destrucción de las postreras esperanzas de una resurrección alemana.
Por consiguiente, como a menudo ha sucedido en otros asuntos, el movimiento nacionalsocialista, por lo que se refiere a su posición en política extranjera, está completamente solo y aislado dentro de la comunidad del pueblo alemán y de su vida política. Los ataques de los enemigos mundiales de nuestro pueblo y nuestra patria se ven incrementados dentro del país por la proverbial estupidez y la ineptitud de los partidos nacionales burgueses, por la indolencia de las grandes masas y por la cobardía, como aliado especialmente poderoso: la cobardía que podemos observar hoy entre aquellos que por su misma naturaleza son incapaces de oponer ninguna resistencia a la plaga marxista, y que, por esta razón, se consideran particularmente afortunados cuando pueden exponer sus voces a la atención de la opinión pública en un tema que es menos peligroso que la lucha contra el marxismo y que, sin embargo, parece y suena como algo similar a eso.
Porque, cuando elevan sus clamores hoy sobre el Tirol del sur, semejan estar sirviendo los intereses de la lucha nacional. Justamente como, a la inversa, hacen todo lo que pueden para abstenerse de tomar parte en una verdadera lucha contra los peores enemigos internos de la nación alemana. Estos campeones patrióticos, nacionales y también en parte populacheros, encuentran, sin embargo, considerablemente más fácil lanzar su grito de guerra contra Italia en Viena o Munich, bajo el apoyo benévolo y en unión de los marxistas, que traicionaron a su pueblo y a su país, que no tener que reñir una guerra seria contra estos mismos elementos.
De la misma forma que hoy en día muchas cosas se han convertido en apariencia, toda esta pretendida actitud nacional de semejantes personas ha sido por mucho tiempo solamente un despliegue externo que podemos estar seguros de que a ellos les complace, y a través del cual una gran parte de nuestro pueblo no consigue ver nada.
Contra esta poderosa coalición, que, desde los más variados puntos de vista, está tratando de convertir la cuestión del Tirol del sur en el eje de una política extranjera alemana, el movimiento nacionalsocialista lucha propugnando inflexiblemente una alianza con Italia en contra de la vigente tendencia francófila. De aquí que el movimiento, en contraste con la totalidad de la opinión pública en Alemania, recalque decididamente que el Tirol del sur ni puede ni debe ser un obstáculo para esta política por la que aboga.
Esta opinión es la causa de nuestro actual aislamiento en la esfera de la política extranjera y la de los ataques que se dirigen contra nosotros. Mas adelante, de ello podemos estar seguros, terminará por ser la causa definitiva de la resurrección de la nación alemana.
Escribo este libro con objeto de exponer con detalle y de hacer comprensible esta concepción firmemente abrazada. Cuanto menos importancia concedo al hecho de ser comprendido por los enemigos del pueblo alemán, tanto más siento el deber de esforzarme por presentar y hacer comprensibles las ideas fundamentales nacionalsocialistas sobre una auténtica política extranjera alemana, a tos elementos de nuestro pueblo que abrigan ideas nacionales y que solamente están mal informados o mal guiados. Yo sé que, después de un sincero examen del concepto que se expone aquí, muchos de ellos abandonarán sus posiciones previas y encontrarán su camino en las filas del movimiento nacionalsocialista, liberador de la nación alemana.
Ellos vigorizarán así esa fuerza que un día hará el definitivo ajuste de cuentas con aquellos a los que no se puede enseñar porque sus pensamientos y sus acciones están regidos no por la felicidad de su pueblo, sintió por los intereses de sus partidos o de sus propias personas.

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