Feldpost (correo de campaña) - León Degrelle

Costo para la República mexicana $190 + $60 de envío
Costo para EUA, Canadá, Centroamérica y caribe 21 dólares
Europa 22 euros
Sudamérica 26 dólares
Envíos incluidos
Envíos a todo el mundo.
Peso 260 gr.
Pags 147
Pasta blanda

Leon Degrelle formó parte de aquella juventud que acudió al llamado de Europa para alistarse y emprender la gran y decisiva Cruzada contra el Bolchevismo. Sus propios actos le pusieron a la cabeza de los escalafones del valor y la inteligencia, logrando en el corto lapso de tiempo de cuatro años de acero, por méritos de guerra, pasar de simple “guripa” a General en Jefe de su unidad, siendo el combatiente extranjero más condecorado de la Segunda Guerra Mundial, configurándose para la posteridad como un icono de heroísmo y férrea voluntad.
Durante aquella epopeya Degrelle redactaba a vuelapluma, entre ecos de truenos, estallidos de metralla y olor a pólvora, antes de conciliar el sueño tras las duras jornadas en el Frente del Este en las campañas de 1941 y 1942, una serie de notas rápidas que escribía cada día sobre tarjetas del Feldpost para ser enviadas a Bélgica por correo militar y que aquí se recogen a modo de diaro epistolar de Campaña.
En ellas se vislumbran, en su elevada adrenalina, anhelos bélicos e ideales políticos, en los que León Degrelle refleja, de forma fidedigna y magistral, la vida dura y sacrificada de los combatientes valones en los gélidos inviernos de la estepa y de los hielos de aquella inmensidad territorial cubierta por el manto glacial de sus rigores extremos.
El libro, por la espontaneidad de su redacción, es de fácil lectura y el testimonio directo expuesto, por su inmediatez en relación a los acontecimientos vividos, adquiere la categoría de documento de máxima certeza y suma veracidad, alejado de cualquier manipulación elaborada a posteriori.
En estas líneas escritas en el fragor de las batallas, en condiciones climáticas al límite de la resistencia humana, se adentra el lector en el alma íntima y recóndita de León Degrelle, descubriendo en sus frases, lacónicas como dardos y sin oropeles, los recovecos de su grandiosa personalidad, llena de poesía y de una gran nobleza de miras altruistas y elevadas.

INTRODUCCIÓN

Siempre he pensado que el lugar natalicio de los seres humanos puede ser un factor determinante de referencia en el carácter y en la trayectoria vital de las personas y a veces marcan sus derroteros culturales; el hecho de que León Degrelle, el genial autor y protagonista de la obra “Feldpost”, fuese natural de Bouillón, en las viejas tierras de Lotaringia, donde nació el 15 de junio de 1906, no es una cuestión baladí en su impronta y en su estela. Entre los primeros recuerdos que conservaba Degrelle en la retina, los de su más tierna infancia, se encontraba la imponente y maciza silueta del pétreo castillo feudal, con sus robustas torres circulares, morada de un personaje mortal de leyenda áulica, Godofredo de Bouillón, a quien por sus nimbadas y prodigiosas hazañas y gestas guerreras, en defensa de la Cristiandad, ha quedado como la personificación del ideal de caballero medieval, como el arquetipo del guerrero de la fe, por ser el primero que, liderando a los cruzados, entró triunfante en la mítica ciudad de Jerusalén.
Las primeras narraciones que formaron y desataron la imaginación y fantasía del joven Degrelle guardaban relación con las epopeyas y aventuras de aquel ser prodigioso, uno de los nueve de la fama universal que enumera Miguel de Cervantes, inspirador de la leyenda del “Caballero del Cisne”, que sirvió de numen a Richard Wagner para componer su opera Lohegrín o a Dante Alighieri para situar su alma en el cielo de Marte, junto a los místicos-guerreros del santo ideal.
En los cuentos, leyendas y narraciones que corrían, enigmáticos y chispeantes, de la boca de los abuelos a los atentos oídos de sus nietos, en derredor de la lumbre de las chimeneas o de los acogedores y cenicientos braseros, durante los prolongados e interminables inviernos de tupidas e impenetrables nieblas de Bouillón, no faltaban los relatos de tan singular héroe local de proyección cósmica, a quien todos los muchachos llevaban dentro de sus corazones, en el subconsciente colectivo de la región, y a quienes les gustaría parecerse al ganar la pubertad. Godofredo era un ser de un profundo sentimiento religioso, que vendió todas sus posesiones y pertenencias, poniendo íntegro su patrimonio al servicio de la Cruzada que con tanta vehemencia y ardor predicaba el Papa Urbano II para, un buen día, del año 1096, partir desde su fortaleza de Bouillón, al frente de cuarenta mil hombres, para emprender, por la ruta de Carlomagno, el sendero que le llevaría a la celestial Jerusalén para su liberación y poder así guardar y defender la ciudad que albergaba el Santo Sepulcro, el mayor baluarte espiritual de sus nobles ideales.
Fueron tan prodigiosas e inverosímiles las hazañas atribuidas a Godofredo de Bouillón que pronto se le entronizó como héroe de los cantares de gesta, tanto de Antioquia como de Jerusalén, como el prototipo y el paradigma del caballero por excelencia.
Fue Godofredo para León Degrelle un modelo a emular, un buen ejemplo a seguir. Por ello, cuando el Führer y Canciller del III Reich, Adolfo Hitler, convocó a los pueblos y a la juventud de Europa, en 1941, para alistarse y emprender la gran y decisiva Cruzada contra el Bolchevismo, Degrelle se puso al frente de los voluntarios valones, como soldado raso, para ganar fama, gloria y honor en el Frente del Este, en aquella inmensa muralla de combatientes que lucharon hasta la extenuación, encarnizada y románticamente, con sus camaradas de todas las regiones europeas en la gran batalla por la defensa de la civilización cristiana y la cultura occidental, para liberar al Viejo Continente y al mundo entero de las podridas consignas orquestadas por los sempiternos enemigos de la humanidad agazapados tras su perfidia secular.
Si Godofredo de Bouillón ha ganado un lugar de honor en el Olimpo reservado para los inmortales, León Degrelle le sigue a la zaga, por su fantástica vida, relevantes prendas y dotes excepcionales, que le pusieron a la cabeza de los escalafones del valor y la inteligencia, logrando en el corto lapso de tiempo de cuatro años de acero, por méritos de guerra, pasar de simple “guripa” a General en Jefe de su unidad, siendo el combatiente extranjero más condecorado de la Segunda Guerra Mundial, durante la Cruzada Europea contra el bolchevismo ateo y materialista, configurándose para la posteridad como un icono de heroísmo y férrea voluntad. Si con méritos propios destacó como el “Guerrero de Europa”, movido por su arrolladora fe, su indomable tesón y su fuerza proverbial, con su oratoria mágica e inspirada, ganó las voluntades de sus fieles y con sus escritos supo plasmar, con rigor y precisión, los hechos y epopeyas en las que intervino como destacado y estelar personaje principal en los acontecimientos que labraron y decidieron la Historia del siglo XX, sin renuncias ni arrepentimientos, sino con orgullo y lealtad a los valores eternos que dignifican y elevan a los seres superiores.
“Feldpost” es el título del diario epistolar que León Degrelle redactaba a vuelapluma, entre ecos de truenos, estallidos de metralla y olor a pólvora, antes de conciliar el sueño tras las duras jornadas en el Frente del Este en las campañas de 1941 y 1942, de la que hasta la fecha no existía versión española. Las cartas escritas por el joven voluntario, con sus vivencias, reflexiones y meditaciones a ras de trinchera, las enviaba puntualmente a Bélgica utilizando los organizados servicios del correo militar, que eso significa precisamente el rótulo alemán empleado de sus reveladores testimonios: “Feldpost”, que se podría traducir como “Correo de campaña”, donde se vislumbran, en su elevada adrenalina, anhelos bélicos e ideales políticos, y en los que León Degrelle refleja, de forma fidedigna y magistral, la vida dura y sacrificada de los combatientes valones en los gélidos inviernos de la estepa y de los hielos de aquella inmensidad territorial cubierta por el manto glacial de sus rigores extremos.
El libro, por la espontaneidad de su redacción, es de fácil lectura y el testimonio directo expuesto, por su inmediatez en relación a los acontecimientos vividos, adquiere la categoría de documento de máxima certeza y suma veracidad, alejado de cualquier manipulación elaborada a posteriori, como se suele escribir al uso y así falsificar la Historia elaborada y reconstruida, por interesadas razones de mera conveniencia.
En estas líneas escritas en el fragor de las batallas, en condiciones climáticas al límite de la resistencia humana, se adentra el lector en el alma íntima y recóndita de León Degrelle, descubriendo en sus frases, lacónicas como dardos y sin oropeles, los recovecos de su grandiosa personalidad, llena de poesía y de una gran nobleza de miras altruistas y elevadas.
La recopilación de las cartas estampilladas, enviadas por “Feldpost”, denominación del servicio postal empleado por las fuerzas militares germanas en combate, es un auténtico diario de guerra y vieron la luz pública en las Ediciones Rex de Bruselas, el 31 de enero de 1944. Son, pues, unas memorias donde Degrelle templa sus armas espirituales y su coraje con el hielo y con el ardor del fuego de su ardiente corazón.
Después de la atenta lectura de esta obra la imaginación nos lleva hacia la existencia y la constatación que la mitología puede convertirse en realidad cuando se encarnan sus atributos idílicos y quiméricos en seres irrepetibles, como Godofredo de Bouillón o León Degrelle, que nos señalan al unísono el camino de la rectitud.

JOSÉ LUIS JEREZ RIESCO

Prólogo

FELDPOST es un libro sencillo. Es un libro de soldado. Está formado por una serie de notas rápidas que escribía cada día sobre tarjetas del Feldpost. Estas tarjetas, garabateadas aleatoriamente en las carreteras y combates en Rusia, iban a mi hogar a decir mis pensamientos.
Que no se busquen cuadros vibrantes de combates. No se trata aquí de un cuaderno de campaña. No sabiendo lo que me reservaba el destino de las armas, me impelía expresar una serie de ideas o de sentimientos que me habitaban.
Simple soldado durante los largos meses de 1941 y de 1942, no tenía tiempo de construir tratados científicos. Tenía que manejar mi ametralladora, mirar la estepa infinita, soportar las nieves de un invierno sin piedad. Que se guarden bien pues de querer encontrar en este pequeño libro disertaciones complicadas, entregadas veinte veces sobre el oficio del jurista. Escribía apresuradamente, daba mi pequeña tarjeta diaria a un estafeta u otro que alcanzaba un Puesto de Mando cualquiera. La tarjeta llegaba o no llegaba.
Este libro habría podido ser mucho más voluminoso. Se detiene muy bruscamente. Habíamos partido a la ofensiva, el 3 de febrero de 1942, bajo 45˚ bajo cero. Ésta iba a prolongarse durante dos meses. Escribía cada día, en las condiciones más alucinanantes, mi pequeño billete. Conservaba estas tarjetas, esperando que un correo, un día de calma, las recogiera.
Esto termina como debía terminar. Resulté herido. La isba dónde me batía se había reducido a cenizas. Todo mi bagaje se consumió, incluidas la cincuentena de tarjetas de Feldpost que habían expresado entonces mis emociones y mis pensamientos.
Después, marché con nuestros soldados al Donetz y al Don, al Manitch y al Kubán. No era ya el momento de alargar este libro.
Estoy de nuevo entre las nieves del tercer invierno de guerra en el frente ruso.
Estoy porque el ideal que me quemaba al principio me vuelve siempre tan insoportable la atmósfera axfisiante, los olores de moho, del viejo universo burgués que muere.
La vida del soldado del frente es la única, a esta hora, que es verdaderamente recta, desinteresada, sin error y sin regateo. Aquí, damos cara a la muerte, o por lo menos ante el sufrimiento diario, el alma se eleva sobre los lodos de la decadencia.
Millones de combatientes, endurecidos por la prueba, preparan las élites revolucionarias que impondrán mañana a un mundo aburrido o harto, el reconocimiento que ya sus corazones albergan.
Estamos aquí para los combates de hoy y también para los de mañana.
Estamos aquí porque en nuestras trincheras de hielo se lucha, o queremos creer, se entrega.
¡Estamos aquí porque aquí, al menos, se respira!
Y es esta respiración, esta palpitación, de un soldado, perdida entre millones de otros, que estas páginas descosidas os aporto.

Léon Degrelle.
Frente del Este, en noviembre de 1943.



La industria del holocausto - Norman Finkelstein

Costo para la República mexicana $230 + $60 de envío
Costo para EUA, Canadá, Centroamérica y caribe 26 dólares
Europa 25 euros
Sudamérica 30 dólares
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Peso 300 gr.
Pags 198
Pasta blanda


El autor judío Norman Finkelstein, profesor universitario y Ph.D en Ciencias Políticas y en en Estudios Políticos en la Princeton University, hijo de supervivientes del holocausto, denuncia la construcción ideológica montada en torno al exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y la fuente de beneficios desmedidos que representa para las organizaciones sionistas.
Con gran coraje, y a pesar de las críticas, expone la tesis de que la memoria del Holocausto no comenzó a adquirir la importancia de la que goza hoy día hasta después de la guerra árabe-israelí de 1967. Esta guerra demostró la fuerza militar de Israel y consiguió que Estados Unidos lo considerara un importante aliado en Oriente Próximo. Esta nueva situación estratégica de Israel sirvió a los líderes de la comunidad judía estadounidense para explotar el Holocausto con el fin de promover su nueva situación privilegiada, y para inmunizar a la política de Israel contra toda crítica.
Así, Finkelstein sostiene que uno de los mayores peligros para la memoria de las víctimas del nazismo procede precisamente de aquellos que se erigen en sus guardianes y que sin embargo terminaron estafando a las verdaderas víctimas del Holocausto.
Ahondando en una gran cantidad de fuentes, descubre la doble extorsión a la que los grupos de presión judíos han sometido a Suiza y Alemania y a los legítimos reclamantes judíos del Holocausto y denuncia que los fondos de indemnización no han sido utilizados en su mayor parte para ayudar a los supervivientes del Holocausto, sino para mantener en funcionamiento «la industria del Holocausto».
RESEÑA BIOGRÁFICA

Norman Gary Finkelstein nació el 8 de diciembre de 1953 en los EE.UU. Es profesor universitario y autor de varias obras, especializado en asuntos relacionados con el judaísmo, Israel y el sionismo y el conflicto en Medio Oriente.
Graduado de la Binghamton University, recibió su Ph.D en Ciencias Políticas de la Princeton University. Ha escalado todas las posiciones académicas en el Brooklyn College, Rutgers University, Hunter College, New York University, y más recientemente , DePaul University, en donde fue Profesor asistente de
2001 a 2007. En una decisión que ha generado una amplia controversia, Finkelstein fue excluido de la Pertenencia a DePaul en junio de 2007, siendo colocado en cargos administrativos para el año académico 2007-2008 y cancelados sus tres cursos. Afirmó que se declararía en desobediencia civil si se perpetuaban los intentos por alejarlo de sus estudiantes. El 5 de septiembre de 2007 anunció su renuncia a la Universidad bajo términos no revelados.
Finkelstein escribió sobre las experiencias de sus padres durante la Segunda Guerra Mundial. Su madre, Maryla Husyt Finkelstein, hermana de un padre judío ortodoxo que creció en Varsovia, Polonia, vivió en el Ghetto de Varsovia y conoció el campo de concentración de Majdanek y los campos de trabajos forzados de Czestochowa y Skarszysko Kamiena. Su primer marido murió durante la guerra.
Ella consideraba que el día de su liberación fue el día más horrible de su vida , ya que estaba sola en el mundo puesto que ninguno de sus familiares había logrado sobrevivir a las penurias del ghetto.
Su padre, Zacharias Finkelstein, sobrevivió tanto al Ghetto de Varsovia como al Campo de concentración de Auschwitz.
Finkelstein creció en la Ciudad de New York. En sus memorias, registra que, como joven, se identificaba profundamente con la molestia de su madre, testigo de las atrocidades genocidas de la Segunda Guerra Mundial, y se sentía profundamente molesto con la carnicería que estaba produciendo Estados Unidos en Vietnam. Además de la influencia de su madre, sus lecturas de Noam Chomsky lo convencieron de la necesidad austera de mantener sus puntos de vista intelectuales en persecución de la verdad.
Completó sus estudios de pre-grado en la Binghamton University en Nueva York en 1974, después de los cual estudió en la École Pratique des Hautes Études en París. Fue a obtener su Grado de Magister en Ciencia Política de la Princeton University en 1980, y más tarde hizo su PhD en Estudios Políticos, también de Princeton. Finkelstein escribió su tesis doctoral en sionismo, y desde allí atrajo la controversia, la cual comprometió una carrera académica universitaria . Antes de ganar un empleo académico, fue trabajador social a tiempo parcial con adolescentes conflictivos en Nueva York. Después, enseñó exitosamente en Rutgers University, New York University, Brooklyn College, y Hunter College y hasta recientemente en la DePaul University de Chicago.
Finkelstein es conocido por sus escritos críticos sobre el rol de Israel en el conflicto árabe-israelí y por su afirmación que el Holocausto está siendo explotado por fines políticos pro-Israelíes y para financiar a los políticos en desmedro de los reales supervivientes.
Sus libros han sido empleados como herramientas para revertir una corriente de pensamiento académica oficial, contaminada de inexactitudes y, algunas veces, hasta fraudulenta.
El trabajo de Finkelstein ha atraído gran número de partidarios y opositores. Algunos de sus partidarios son Noam Chomsky, lingüista y analista político; Raul Hilberg, historiador del Holocausto; Avi Shlaim, partidario de la Nueva Historia israelí; y Mouin Rabbani, jurista palestino y analista. De acuerdo a Hilberg, Finkelstein muestra “coraje académico para hablar con la verdad aún cuando nadie lo apoye . . . Podría asegurar que su lugar en la historia está asegurado, y es de los que a fin al siempre triunfan. Estará entre los triunfadores a pesar del gran costo que le significará.”



PREFACIO

La publicación de La industria del Holocausto, en junio de 2000, suscitó una reacción internacional considerable. Dio lugar a debates de ámbito nacional y se situó a la cabeza de la lista de libros más vendidos en países muy diversos, incluidos Brasil, Bélgica, Holanda, Austria, Alemania y Suiza. Todas las publicaciones británicas de importancia le dedicaron al menos una página, en tanto que, en Francia, Le Monde le consagraba dos páginas enteras y un editorial. Fue el tema de numerosos programas radiofónicos y televisivos y de varios documentales. La reacción más intensa se produjo en Alemania. Casi doscientos periodistas atestaron la conferencia de prensa en la que se presentó la traducción alemana del ensayo y mil personas abarrotaron la sala berlinesa donde se celebró un caldeado debate sobre la obra (mientras otras quinientas se quedaban fuera por falta de espacio). La edición alemana vendió 130.000 ejemplares en unas semanas y en pocos meses se publicaron tres libros basados en ella1 . Ahora mismo, La industria del Holocausto está pendiente de ser traducida a dieciséis idiomas.
En contraste con la estridente polémica internacional, en Estados Unidos, la reacción inicial fue un silencio sepulcral. Ninguno de los medios de comunicación de primera fila quiso saber nada del libro2. Los Estados Unidos son la sede central de la industria del Holocausto. Es de suponer que un estudio donde se explicara que el chocolate provoca cáncer suscitaría una reacción similar en Suiza. Cuando resultó imposible seguir haciendo oídos sordos al clamoreo internacional, una serie de comentarios histéricos lanzados en foros selectos sirvieron para sepultar eficazmente el ensayo. Dos de ellos merecen especial atención.
The New York Times hace las veces de principal vehículo publicitario de la industria del Holocausto. En su haber se incluye la promoción de figuras como Jerzy Kosinski, Daniel Goldhagen y Elie Wiesel. El volumen de información que se ofrece del Holocausto en sus páginas sólo es superado por el de las previsiones meteorológicas. En el índice del New York Times de 1999, las entradas correspondientes al Holocausto sumaban 273. En comparación, sólo había 32 entradas relacionadas con el continente africano3. El suplemento literario del New York lunes de 6 de agosto de 2000 publicaba una larga reseña de La industria del Holocausto («Historia de dos Holocaustos») escrita por Omer Bartov, un historiador militar israelí convertido en especialista en el Holocausto. Bartov ridiculizaba la idea de que existieran explotadores del Holocausto diciendo que se trataba de «una nueva versión de “Los protocolos de los ancianos de Sión”», y descargaba una andanada de invectivas: «extravagante», «absurdo», «paranoico», «chirriante», «estridente», «indecente», «juvenil», «condescendiente», «arrogante», «estúpido», «pagado de sí mismo», «fanático», etcétera4. Unos meses más tarde, en un artículo increíble, Bartov adoptó de pronto la posición contraria. Arremetió contra la «lista cada vez más nutrida de explotadores del Holocausto», y puso como ejemplo máximo «“La industria del Holocausto” de Norman Finkelstein»5.
En septiembre de 2000, el redactor de Commentary Gabriel Schoenfeld publicó un hiriente ataque titulado «Las indemnizaciones por el Holocausto. Un escándalo creciente». Rehaciendo el camino trazado en el tercer capítulo de este libro, Schoenfeld denunciaba a los explotadores del Holocausto, entre otras cosas, por «valerse sin escrúpulos de cualquier método, aunque sea indecoroso o incluso deshonroso», «arroparse en la retórica de la causa sagrada» y «avivar las llamas del antisemitismo». Pese a que en sus acusaciones se hacía eco de La industria del Holocausto, esto no impidió que Schoenfeld denigrase esta obra y a su autor en este artículo y en otro sobre el mismo tema, también publicado en Commentary6, utilizando adjetivos como «extremista», «lunático» y «grotesco». En un artículo posterior publicado en el Wall Street Journal, Schoenfeld condenaba a «Los nuevos explotadores del Holocausto» (11 de abril de 2001) y llegaba a la conclusión de que, «en estos tiempos, una de las peores agresiones contra la memoria es la que procede no de los negacionistas del Holocausto [...], sino de quienes se suben al carro de los beneficios literarios y legales». Esta denuncia reflejaba asimismo lo expuesto en La industria del Holocausto. A modo de gentil agradecimiento, Schoenfeld me metió en el saco de los negacionistas del Holocausto tildándome de «chiflado manifiesto».
Apropiarse de los hallazgos de un libro y, a la vez, denigrarlos no es tarea sencilla. La actuación de Bartov y de Schoenfeld me trae a la memoria una sentencia pronunciada por mi difunta madre: «No es casualidad que sean los judíos quienes hayan inventado la palabra chutzpá7». En un terreno totalmente distinto, he tenido la buena fortuna de que el indiscutible decano de los estudiosos del holocausto nazi, Raúl Hilberg, haya apoyado pública y reiteradamente diversas argumentaciones controvertidas de La industria del Holocausto8. La integridad de Hilberg tan sólo es parangonable a su erudición. Tal vez tampoco sea una casualidad que los judíos hayan inventado la palabra mensch9.
Norman G. Finkelstein, Junio de 2001, Nueva York.



notas:

1 Ernst Piper (ed.), Gibt es wirklich eine Holocaust-Industrie?, Munich: 2001; Petra Steinberger (ed.), Die Tinkehtein-Debattc, Munich: 2001; Rolf Surmann (ed.), Das Finkelstein-Alibi, Colonia, 2001.
2 Véase Christopher Hitchens, «Dead Souls», The Nation, 18-25 de septiembre de 2000.
3 De acuerdo con una búsqueda Lexis Nexis correspondiente a 1999, más de la cuarta parte de las crónicas de Roger Cohén, corresponsal del Times en Alemania, versaban sobre el Holocausto. Raúl Hilberg observó irónicamente: «Al escuchar Deutsche Welle (un programa de radio alemán), recibo una impresión de Alemania totalmente diferente de la que obtengo al leer el Neiv York Times». (Berliner Zeitung, 4 de septiembre de 2000). Es de señalar que, mientras se desarrollaba el exterminio nazi, el Times apenas si le prestó atención (véase Deborah Lipstadt, Beyond Belief, Nueva York, 1993).
4 Incluso el autor de Mein Kampf salió mejor librado en el suplemento literario del Times. La crítica que en su momento se publicó de esta obra denunciaba el antisemitismo de Hitler, pero, a la vez, concedía un gran valor a «este hombre extraordinario» por «haber unificado a los alemanes, haber destruido el comunismo, haber adiestrado a la juventud, haber creado un Estado espartano animado por el patriotismo, haber puesto freno al Gobierno parlamentario, muy poco adecuado al carácter alemán, y haber protegido el derecho a la propiedad privada», (James W. Gerard, «Hitler As He Explains Himself», The New York Times Book Review, 15 de octubre de 1933).
5 Omer Bartov, «Did Punch Cards Fuel the Holocaust?», Newsday, 25 de marzo de 2001.
6 «Holocaust Reparations: Gabriel Schoefeld and Critics», enero de 2001
7 Chutzpá: descaro, desvergüenza. (N. de la T.)
8 Véanse las entrevistas a Hilberg incluidas en www.NormanFinkelstein.com en el apartado «The Holocaust Industry».
9 Mensch, persona honrada, íntegra. (N. de la T.)



Introducción

Este libro es tanto una anatomía como una denuncia de la industria del Holocausto. En las páginas que siguen, argumentaré que “El Holocausto” es una representación ideológica del holocausto nazi.10
Al igual que la mayoría de las representaciones similares, ésta tiene una conexión, si bien tenue, con la realidad. El Holocausto es una construcción, y no arbitraria sino más bien intrínsecamente coherente. Sus dogmas centrales sustentan importantes intereses políticos y de clase. De hecho, el Holocausto ha demostrado ser un arma ideológica indispensable. A través de su explotación, una de las potencias militares más formidables del mundo, poseedora de un horrendo historial en materia de derechos humanos, se ha presentado como un Estado “víctima”, y el grupo étnico más exitoso de los Estados Unidos ha adquirido un estatus de víctima en forma similar. Esta falsa victimización genera considerables dividendos – particularmente inmunidad a la crítica, por más justificada que ésta sea. Y podría agregar que quienes gozan de esta inmunidad, no han escapado de las corrupciones morales que típicamente van con ella. Desde esta perspectiva, el desempeño de Elie Wiesel como intérprete oficial del Holocausto no es una coincidencia.
Es evidente que no llegó a esta posición por sus compromisos humanitarios o sus talentos literarios.11 Wiesel desempeña este papel principal más bien porque articula impecablemente los dogmas del Holocausto y, por consiguiente, sostiene los intereses que le subyacen.
El estímulo inicial para este libro provino del decisivo estudio The Holocaust in American Life (El Holocausto en la Vida Norteamericana) de Peter Novick al que reseñé para una publicación literaria británica.12 En estas páginas, el diálogo crítico en el que entré con Novick se ha ampliado; de allí las numerosas referencias a su estudio. El The Holocaust in American Life es más una colección de golpes provocativos que una crítica fundada y pertenece a la venerable tradición norteamericana del muckraking.13 Sin embargo, como la mayoría de los de su estilo, Novick se concentra solamente en los abusos más notorios. Por más sarcástico y refrescante que sea, The Holocaust in American Life no constituye una crítica a fondo. Hay postulados básicos que no critica. El libro, ni banal ni hereje, está sesgado hacia el extremo controversial del espectro conocido. Como era previsible, recibió muchos, aunque dispares, comentarios en los medios norteamericanos.
La categoría analítica central de Novick es la “memoria”. Con toda la actual furia en la torre de marfil, la “memoria” es con seguridad el concepto más pauperizado que descenderá de la cumbre académica por largo tiempo. Con el obligatorio guiño hacia Maurice Halbwachs, Novick apunta a demostrar cómo los “conflictos actuales” modelan la “memoria del Holocausto”. Solía haber un tiempo en el cual los intelectuales disidentes difundían categorías políticas robustas, tales como “poder” e “intereses” por un lado, e “ideología” por el otro.
Hoy, todo lo que queda es el lenguaje blando y despolitizado de “conflictos” y “memoria”. Sin embargo, dada las pruebas que Novick presenta, el Holocausto es una construcción ideológica con intereses creados. Si bien la memoria del Holocausto es deliberada, de acuerdo con Novick también es arbitraria “en la mayoría de los casos”. Según su argumento, lo deliberado proviene de “un cálculo de ventajas y desventajas” pero más bien “sin mucha consideración por . . . las consecuencias”.14 Las pruebas sugieren la conclusión opuesta.
Mi interés original en el holocausto nazi fue personal. Tanto mi padre como mi madre fueron sobrevivientes del Ghetto de Varsovia y los campos de concentración nazis. Aparte de mis padres, todos los miembros de mi familia, en ambas ramas, fueron exterminados por los nazis. Mi primer recuerdo del holocausto nazi, por decirlo así, es el de mi madre pegada al televisor mirando el juicio de Adolf Eichmann (1961) cuando yo volvía a casa de la escuela. Si bien habían sido liberados de los campos sólo dieciséis años antes del juicio, en mi mente siempre hubo un abismo infranqueable que separaba a mis padres de eso. Había fotografías de la familia de mi madre colgando de las paredes de nuestra sala de estar. (Nadie de la familia de mi padre sobrevivió a la guerra). Nunca pude establecer el sentido de mi conexión con ellos, menos todavía concebir lo que había ocurrido. Eran las hermanas, los hermanos y los parientes de mi madre; no mis tías, tíos y abuelos. Recuerdo haber leído de niño el The Wall de John Hersey y Milla 18 de Leon Uris; ambos relatos novelados del Ghetto de Varsovia. (Todavía recuerdo a mi madre quejándose de que, enfrascada en The Wall pasó de largo por la estación de subterráneo en dónde debía haber bajado en su camino al trabajo). A pesar de que lo intenté, no pude ni por un momento dar el salto imaginativo de conectar a mis padres, en toda su condición de gente común y corriente, con ese pasado. Francamente, sigo sin poder hacerlo.
La cuestión más importante, sin embargo, es la siguiente: aparte de esta presencia fantasmal, no recuerdo que jamás el holocausto nazi haya invadido mi niñez. La principal razón de esto fue que a nadie de fuera de mi familia pareció importarle lo que había sucedido. El círculo de amigos de mi niñez leía mucho y discutía apasionadamente los hechos del día. Y, sin embargo, sinceramente no me acuerdo de ningún amigo (o padre de amigo) que haya hecho una sola pregunta sobre lo que mi madre y mi padre habían tenido que soportar. No era un silencio respetuoso. Era simple indiferencia. A la luz de ello, uno no puede menos que ser escéptico frente a los desbordes de angustia de décadas posteriores, una vez que la industria del Holocausto estuvo firmemente establecida.
A veces pienso que el “descubrimiento” del holocausto nazi por parte de los judíos norteamericanos fue peor que el haberlo olvidado. Es cierto: mis padres rezongaban en privado; el sufrimiento que habían padecido no estaba públicamente validado. Pero ¿no era eso mejor que la crasa explotación del martirio judío? Antes de que el holocausto nazi se convirtiese en El Holocausto, sólo se publicaron sobre la materia unos pocos estudios académicos como el The Destruction of the European Jews (La Destrucción de los Judíos Europeos) de Raul Hilberg y memorias como Man’s Search for Meaning (La Búsqueda del Sentido por el Hombre) de Viktor Frankl y Prisoners of Fear (Prisioneros del Miedo) de Ella Lingens-Reiner.15
Pero esta pequeña colección de perlas es mejor que el contenido de estantes y más estantes de esos novelones que ahora atiborran las bibliotecas y librerías.
Tanto mi padre como mi madre, si bien revivieron ese pasado hasta el día en que fallecieron, hacia el final de sus vidas perdieron todo interés en El Holocausto como espectáculo público. Uno de los amigos de toda la vida de mi padre había sido, junto con él, un interno de Auschwitz; un idealista de izquierda aparentemente incorruptible quien, por una cuestión de principio, se negó a recibir indemnizaciones de los alemanes después de la guerra. Más tarde, en un momento dado, se convirtió en el director del museo del Holocausto israelí, Yad Vashem. A regañadientes y con genuina desilusión, mi padre finalmente admitió que hasta este hombre había sido corrompido por la industria del Holocausto, acomodando sus convicciones a las necesidades del poder y el beneficio.
A medida en que las versiones de El Holocausto adquirían formas cada vez más absurdas, a mi madre se le daba por citar (con ironía premeditada) a Henry Ford: “La Historia es cháchara”. En mi casa, especialmente los cuentos de los “sobrevivientes del Holocausto” – todos ex internos de campos de concentración, todos héroes de la resistencia – resultaban blanco de una sarcástica hilaridad. Hace ya mucho tiempo, John Stuart Mill descubrió que las verdades que no están sujetas a un continuo desafío “dejan de tener el efecto de la verdad y se convierten en falsedades por exageración”.
Con frecuencia mis padres se asombraban de mi indignación ante la falsificación y la explotación del genocidio nazi. La respuesta más obvia es que se lo ha utilizado para justificar las políticas criminales del Estado de Israel y el apoyo norteamericano a esas políticas. Hay, también, motivos personales. Me importa la persecución de la que fue objeto mi familia. La actual campaña de la industria del Holocausto de extorsionar dinero de Europa en nombre de “las víctimas necesitadas del Holocausto” ha reducido la dimensión moral del martirio de mis padres al de un casino en Monte Carlo. Pero aún aparte de estas consideraciones, sigo convencido de que es importante preservar – luchar por – la integridad del registro histórico. En las páginas finales de este libro sugeriré que, estudiando el holocausto nazi, podemos aprender mucho no sólo acerca de “los alemanes” o de “los gentiles” sino acerca de todos nosotros. No obstante, creo que para hacer eso, para realmente aprender del holocausto nazi, hay que reducir sus dimensiones físicas y agrandar sus dimensiones morales.
Se han invertido demasiados recursos públicos y privados en monumentalizar el genocidio nazi. La mayor parte de lo así producido es inservible; no constituye un tributo al sufrimiento judío sino al engreimiento judío. Hace ya mucho tiempo que deberíamos haber abierto nuestros corazones a los sufrimientos del resto de la humanidad. Ésta fue la principal lección que me impartió mi madre. Ni una sola vez le escuché decir: “no compares”. Mi madre siempre comparaba. Sin duda, es preciso hacer diferenciaciones históricas. Pero el hacer diferenciaciones morales, entre “nuestros” sufrimientos y los de “ellos” ya es, en sí mismo, una parodia moral. Muy humanamente Platón observó: “No puedes comparar a dos personas miserables y decir que la una es más feliz que la otra”. A la vista de los sufrimientos de afroamericanos, vietnamitas y palestinos, el credo de mi madre era: todos somos víctimas de holocaustos.
Norman G. Finkelstein
Abril 2000 – Ciudad de Nueva York



notas:

10 En este texto, holocausto nazi se refiere al hecho histórico real. El Holocausto significa su representación ideológica.
11 Por el vergonzoso historial de las apologías de Wiesel en beneficio de Israel, véase A Nation on Trial: The Goldhagen Thesis and Historical Truth de Norman G. Einkelstein y Ruth Bettina Birn (Nueva York 1998), 91n83, 96n90. Su historial en otras parte no es mejor. En una nueva memoria, And The Sea is Never Full (Nueva York 1999) Wiesel ofrece esta increíble explicación a su silencio sobre el sufrimiento palestino: “A pesar de considerable presión, me he negado a tomar públicamente posición frente al conflicto árabe-israelí” (125). En su puntillosamente detallada revisión de la literatura sobre el Holocausto, el crítico literario Irwing Howe despachó la abundante producción de Wiesel en un único párrafo y con la pálida frase: “el primer libro de Elie Wiesel Night (está) escrito con simpleza y sin indulgencias retóricas”. Alfred Kazin está de acuerdo: “No hay nada que valga la pena leer desde Night . Elie es ahora todo un actor. Se me ha redefinido como » docente en angustia «.” (Irving Howe, Writing and The Holocaust, en New Republic [27 Octubre 1986 1; Alfred Kazin, A Lifetime Earning in Every Moment [Nueva York 1996 1, 179
12 Nueva York 1999. Norman Finkelstein Uses of The Holocaust en London Review of Book (6 de Enero 2000).
13 Estilo muy acentuado de crítica denunciatoria. (N. del T.)
14 Novick, The Holocaust, 3 - 6.
15 Raul Hilberg, The Destruction of the European Jews (New York: 1961). Viktor Frankl, Man’s Search for Meaning (New York 19Sg). Ella Lingens-Reiner, Prisoners of Fear (London 1948).

El ejército alemán - José Antonio de la Loma

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José Antonio De la Loma, recopilando testimonios y experiencias de oficiales alemanes, y confrontado con asesoramiento militar, de lecturas más o menos técnico-militares y de sus estudios de Historia en la Universidad, ha dado a la luz esta obra, en la que pone de manifiesto lo que ha sido y es el espíritu militar de Alemania. Espíritu que ha formado la esencia moral de su Ejército, constituyendo su base principal y más sólida.
Para alcanzar a comprender en profundidad es necesario remontarse a un origen nada próximo; y seguir paso a paso su intrincada evolución, sus problemas, sus progresos, en suma, todo lo que viene a resultar el conjunto de factores históricos que lo han determinado.
Aún así, hay en él algo más que la voluntad de sus mandos, la misión por la que se forjó o los efectos de sus armas: está el espíritu de los hombres que lo integran, mil veces por encima en importancia a cualquier otro factor. Espíritu que es carácter que lo ilumina y refleja a la vez del de la nación, forjado a lo largo de los años, y que ha dejado impresas en la Historia las huellas imborrables de su paso. Seguir pues esas huellas desde el momento en que podamos percibirlas, será nuestra misión.
Esperamos poder así alcanzar la comprensión y compenetración con el espíritu que hoy anima al Ejército alemán.
Barcelona, 1944.
PRESENTACIÓN

Sería vanidad que yo pretendiera presenta a un escritor, sea o no recién salido al palenque de las letras, puesto que podría repetirse el caso del cuento y se me preguntase quien me presenta a mí. Carezco, al efecto, de precedentes de costumbre y de la calidad de escritor que precisaría para apadrinar a quien desea contribuir con su esfuerzo y sus do­tes a la cultura ajena.
Pero el caso presente tiene otro matiz, que es el que me anima a aceptar el papel de padrino con que me honra el Autor de este trabajo. Entre los centenares de estudiantes universitarios que están pasando por mi mando, para conse­guir la brillante y solitaria estrella de Alférez de Complemen­to, sucesor de aquel muy distinguido Alférez Provisional, figura este joven estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona, que ha sabido y sabe compaginar sus estudios de carácter oficial, merced a los que en su día conseguirá un título académico, con aquellos otros estudios y ocupaciones que pueden contribuir a su for­mación cultural completa, y que desde sus primeros, mo­mentos no quiere reservar para sí mismo, sino que en un afán de expansión lanza el público. Es indudable que este deseo merece toda protección y ayuda, y si con lo que mi cargo, que no mi nombre, representa, puedo contribuir a su realización; si con mis modestas líneas puedo satisfacer el ansia legítima de un novel, ir de la mano de persona que por llevar ya una vida consagrada a la milicia, en toda la auténtica y amplia acepción de esta palabra, le sirva de introductor, no puedo en conciencia negarla, antes al contrario, gustoso doy cumplimiento a tal misión.
El autor de esta obra ha hecho ya sus pruebas, con éxito, en las lides literarias; concretamente en el teatro; mereciendo la distinción de ser representada una obra suya por el S. E. U. de este Distrito Universitario; pero sin duda, el influjo del uniforme que ahora viste, le hace sentir ese «espíritu militar», sin el cual no puede ser buen Oficial, quien pretenda llevar las divisas de cualquier empleo o jerarquía; y recopilando cosas oídas y vistas en Oficiales alemanes, con algunos de los cuales ha convivido, y confrontado con asesoramientos de la misma procedencia, de lecturas más o menos técnico-militares y de sus estudios de Historia en la Universidad, ha dado a la luz esta obra, en la que pone de manifiesto lo que ha sido y es el espíritu militar de Alemania, a través de la Historia, y que como es lógico ha contribuido a formar la esencia moral de su Ejército, constituyendo su base principal y más sólida.
La circunstancia de que salga a la palestra de las letras militares quien por su profesión no pertenece a la «Carrera de las Armas», hace más meritorio y digno de loa este trabajo que ha de ser leído con interés en cualquier época y momento, pero más, en esta encrucijada bélica en la que la Humanidad se encuentra sumida y que amenaza con dar al traste con nuestra milenaria Civilización, aunque hemos de confiar en que la Divina Providencia no ha de permitir que esa civilización cristiana, por la que tanto ha luchado y lucha, en todos los órdenes, nuestra querida España, sea ahogada por los modernos bárbaros, para bien de la Humanidad en general y de nuestra Patria en particular.
Felicito, pues, al novel escritor en las lides militares y le animo a seguir trabajando en pro de su formación militar y para contribuir a la cultura general de nuestra amada España, de cuya juventud mucho esperamos los que ya nos hemos alejado de ella.
Barcelona, abril de 1944.

FRANCISCO MUT
(Coronel de Estado Mayor)

PROLÓGO

Hablar del ejército alemán, considerándolo como una uni- dad, resultado de unas causas nacidas en el transcurso de estos últimos años, sería incurrir en un grave error. Para alcanzar a comprender de un modo esquemático, pero relativamente claro y ordenado, cuanto ese amplio concepto entraña, es necesario remontarse a un origen nada próximo, por cierto, a nosotros; pero cercano, sin embargo, a las primeras épocas de la Historia; y seguir paso a paso su intrincada evolución, sus problemas, sus progresos, en suma, todo lo que viene a resultar el conjunto de factores históricos que lo han determinado.
No es, por tanto, el Ejército alemán una unidad caprichosa que surge oportunamente en un momento crucial para esquivar los peligros que pudieran redundar en perjuicio de la nación. Así considerado, resultaría en todo excesivamente frío, materializado. Hay en él algo más que la voluntad de sus mandos, la misión por la que se forjó o los efectos de sus armas: está, el espíritu de los hombres que lo integran, mil veces por encima en importancia a cualquier otro factor. Espíritu que es carácter que lo ilumina y refleja a la vez del de la nación, forjado a lo largo de los años, y que ha dejado impresas en la Historia las huellas imborrables de su paso. Seguir pues esas huellas desde el momento en que po­damos percibirlas, será nuestra misión. Y encajados en el torrente de los años pretéritos, desembocar en el raudal del presente, conocedores de ese carácter. Buscando siempre, no el dato concreto ni la fecha determinada, como razón de nuestro trabajo, sino la frase olvidadiza pero oportuna, el comentario humilde, pero eficaz; la carta ignorada que yace en el fondo de una guerrera parda; la anédocta fugaz que pasa como el proyectil silbando los oídos para morir sin fuerza en los mustios libros de viejas bibliotecas; y, en suma, el germen variado, motivo, causa, detalle, que en todo mo­mento pueda iluminar nuestro camino, enfocado hacia la comprensión y compenetración con el espíritu que hoy ani­ma al Ejército alemán.

Fe y acción (libro de virtudes nacionalsocialistas) - Helmut Stellrecht

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“Fe y Acción” era un texto oficial de adoctrinamiento para la Juventud Hitleriana, editado por la propia Casa Editora Central del NSDAP. El mismo constituye una especie de “Libro de Virtudes Nacionalsocialistas”, en lenguaje simple, claro y sintético, con cada uno de los rasgos, valores o principios que deberían enarbolar los nacionalsocialistas.
Su autor, el entonces Obergebietsführer de la Hitlerjugend, Helmut Stellrecht, desempeñaba tareas de educación militar para la Juventud hitleriana al momento de su publicación y obtuvo rápidamente el visto bueno de las autoridades Nacionalsocialistas, pasando luego a desarrollar tareas de adoctrinamiento como Befehlsleiter en la “Oficina Rosenberg”.
Con apenas dos docenas de Principios éticos, en unas pocas páginas nos brinda un excelente resumen de virtudes exaltadas por el Nacionalsocialismo y entroncadas en la Tradición indoeuropea o ario-hiperbórea.
La exaltación del Héroe, del hombre valiente y noble, con honor y lealtad ante todo, dueño de si mismo, que se superpone a sus pasiones para entregarse a un fin superior, es su rasgo más distintivo. Este hombre, además, es visto como un engranaje dentro de un Orden superior, al que honra con su recto accionar y por el que se encuentra imbuido por un sentimiento de religiosidad viril y activa pero respetuosa por las eternas leyes de la naturaleza, justa y noble para con cada manifestación de la divinidad.

PREFACIO

Nos enorgullece presentar al público de habla hispana un muy pequeño texto de época del Nacionalsocialismo, pero no por ello privado de relevancia: “Fe y Acción” fue un texto oficial de adoctrinamiento para la Juventud Hitleriana, editado por la propia Casa Editora Central del NSDAP. El mismo constituye una especie de “Libro de Virtudes Nacionalsocialistas”, en lenguaje simple, claro y sintético, con cada uno de los rasgos, valores o principios que deberían enarbolar los nacionalsocialistas.
Su autor, el entonces Obergebietsführer (1) de la Hitlerjugend Helmut Stellrecht (2), desempeñaba tareas de educación militar para la Juventud hitleriana al momento de su publicación y obtuvo rápidamente el visto bueno de las autoridades Nacionalsocialistas, pasando luego a desarrollar tareas de adoctrinamiento como Befehlsleiter en la “Oficina Rosenberg”.
La primera edición de este libro se realiza en 1938, en tiempos de paz, aunque es reeditada sin cambios y en gran tirada (150.000 ejemplares), en 1943, ya con la guerra muy avanzada.
Hemos decidido hacerle dos pequeños agregados estéticos a su obra. Ya que entendemos su gran mérito radica en la facilidad que tiene para interactuar con el alma, y que, destinada a los jóvenes, estos suelen entenderse mejor con las imágenes y sentimientos despertados por el simbolismo que con las construcciones del intelecto; por un lado acompañamos cada capítulo con una imagen artística que pretende ilustrar mediante el Arte de la época, lenguaje del alma, la idea o principio enunciado. Siendo la actividad cultural y artística del Tercer Reich la más prolífica y exaltada de la era moderna, esto nos resultaba lo más adecuado sin duda (.). Por la otra parte, separamos cada frase o idea mediante una combinación de runas. Siendo estas la representación simbólica de los arquetipos del alma y significando, cada una, una actitud espiritual que suele estar en armonía con las virtudes nacionalsocialistas aquí expuestas, también esto nos ha parecido lo más adecuado.
Con esta publicación comenzamos a hacer realidad un añorado proyecto, como es la edición de traducciones inéditas para nuestra lengua castellana de textos fundamentales del Tercer Reich, que esperamos ayudarán a comprender el periodo más tormentoso y oscuro de nuestra historia. Sabiendo las dificultades que esto implica y reconociendo nuestras limitaciones, pedimos disculpas anticipadas por las fallas que pudieron haber sido corregidas si contáramos con más tiempo o recursos adecuados, y a la vez hacemos un llamado a las personas que nos puedan ayudar a subsanarlas o, sobre todo, deseen colaborar con traducciones de cualquier idioma, lo que sin duda haría a esta empresa mucho más prolífica de lo que es en la actualidad.

Ediciones Sieghels


(1)       Los Obergebietsführer, rango de la Hitlerjugend que pocos alcanzaban y sólo se encontraban por debajo del Reichsjugendführer (Baldur von Schirach hasta 1940, Artur Axmann hasta 1945), eran responsables de las unidades administrativas más importantes de la HJ., las cuales abrazaban a unos 375.000 jóvenes cada una.

(2)       Helmut Stellrecht (21 de diciembre 1898, Wangen im Allgäu , † 23 de junio 1987, Bad Boll) De 1917 a 1918 Stellrecht combatió en la Primera Guerra Mundial y, tras su finalización, continuó en pie de guerra, participando en diversos Freikorps. Desde 1921 participa activamente en los movimientos völkischen de la época y se convierte en uno de los fundadores de la Hochschulrings deutscher Art de Stuttgart. Desde 1923 perteneció a la organización paramilitar bávara Wehrverband Reichsflagge (en la que Ernst Röhn dirigía la sección de Münich). En 1931 se unió al Partido Nacionalsocialista (Miembro 469.220). Participó de la Reserva SA de Schweinfurt. En el otoño de 1931 fue gerente técnico del Servicio del Trabajo (Arbeitsdienst) en la Casa Parda. En 1933, comienza a desempeñar funciones en el Ministerio de Trabajo en Berlín, simultáneamente con su actividad en la formación de líderes para la Juventud Hitleriana. En 1934 alcanza el grado de Obergebietsführer en la Reichsjugendführung. En 1939 llega a ser Brigaderführer de la SS. Finalmente, Stellrecht se desempeñó como alto funcionario de la llamada “Oficina Rosenberg” para la educación ideológica del Nacionalsocialismo.
En 1945 forma parte del gobierno Dönitz. Y tras la guerra tiene una destacada participación en los grupos de ultra-derecha.
Entre sus obras como escritor se destacan, durante la época del Tercer Reich, las publicaciones para la educación en el espíritu Nacionalsocialista. Entre ellas, “Die Wehrerziehung der deutschen Jugend“ (“El entrenamiento militar de la juventud alemana”) (1936), “Glauben und Handeln“ (“Fe y Acción”) (1938) y “Neue Erziehung“ (“Nueva educación”) (1942).
Después de la Segunda Guerra Mundial, publicó varias obras bajo el seudónimo de “Hermann Noelle”, llegando a destacarse como especialista en temas lombardos y celtas.

(3)       También en esta excepcional actitud del Tercer Reich hacia el arte, encontramos la misma intención de llegar al alma del pueblo.

INTRODUCCIÓN

Cosmovisión Nacionalsocialista y Tradición Ario-Hiperbórea
(descargar)

Para poder analizar correctamente la Cosmovisión (o Weltanschauung) Nacionalsocialista, creemos hacer un gran servicio desglosando un muy pequeño como importante texto oficial del NSDAP, más específicamente hecho para el adoctrinamiento de la Juventud Hitleriana en la Cosmovisión NS, llamado “Fe y acción”. El mismo, además, representa una saludable orientación filosófica del Tercer Reich similar a la emprendida en otra larga serie de libritos doctrinarios de la SS, a través de su editorial oficial Norland-Verlag, que pretendemos editar próximamente. (1) El que nos toca reseñar aquí, aunque poco conocido, no se puede negar tuvo un papel importante en la educación de la juventud y de los militantes en general, pues además de haber sido editado por la imprenta oficial del partido, fue escrito por un alto rango de la Juventud Hitleriana (Obergebietsführer) con destacado papel en la instrucción de líderes juveniles tanto como en la educación en el espíritu del Nacionalsocialismo, formando luego parte del “Departamento Rosenberg” a ese fin.
Encontramos en la obra de Helmut Stellrecht no pocas ideas de gran profundidad e importancia. Con apenas dos docenas de Principios éticos, nos brinda un excelente resumen de las Virtudes que el Nacionalsocialismo tenía interés en exaltar para constituir la base del pretendido “Reich de los mil años” y formar al “nuevo hombre”. Aunque lo que aquí intentamos demostrar es que este no era otro que el antiguo hombre de la Tradición (2) indoeuropea o aria-hiperbórea.
Si bien el lenguaje sintético y simplificado no es el ideal para resaltar las similitudes, creemos que estos principios bien podrían equipararse al pensamiento clásico, a la conducta y espiritualidad aria que encontró su manifestación en la antigüedad en la organización del Imperio Romano o en la Grecia dórica-espartana, por citar dos antecedentes de los que más registros tenemos.
Dado que constantemente vimos al entorno más cercano de Hitler destacar como una de sus grandes virtudes, para alcanzar su éxito político, la facilidad para desmenuzar y exponer los grandes problemas sociales y políticos en sus expresiones más simples y fácilmente entendibles, también deberíamos darle la oportunidad a sus filósofos para exponer los grandes problemas del pensamiento en sus actitudes fundamentales, despojados de las complicaciones semánticas en las que los “intelectuales” se regodean para creerse en alturas espirituales que escondan su impotencia o incapacidad para vivenciar los valores del espíritu en algo más que las fabricaciones ilusorias del intelecto.
En realidad, los pueblos antiguos descendientes del tronco ario, y el romano es su más claro ejemplo, caracterizaron su religión y experiencia de los sagrado no en construcciones intelectuales o dogmáticas, sino en la simple vivencia de la trascendencia que todo lo impregna, en la ritualización de la vida que sacraliza la experiencia para elevarla hacia lo que es más que vida. Pues en definitiva, lo importante no es “conocerla” sino transformarse con ella. Esto lo llevó a no construir teologías, como lo hicieron otros pueblos, sino a cargar la vida con símbolos, ritos y actitudes que lo elevaran.
Desde el momento en que el Nacionalsocialismo eligió como sus símbolos más importantes a los mismos que el tronco ario ha enarbolado a lo largo de su historia, creemos no podemos eludir el analizar en qué medida su historia puede equipararse a la de aquél y cuanto de su espíritu vivió en este.
En primer lugar, el Símbolo del Águila nos trae a la mente las imágenes del glorioso Imperio Romano que lo utilizó como su símbolo más distintivo, bajo el que marcharon las legiones victoriosas en su simbólica lucha contra las fuerzas de las tinieblas. Pero esta misma águila romana, sagrada al dios del cielo luminoso, Júpiter, es también uno de los símbolos arianos de la mismísima gloria mística, tal como ha dejado constancia el hecho de que bajo la forma del águila deberá separarse el alma solar del cuerpo del emperador para su ascenso a los cielos durante la deificación o apoteosis.
A Julius Evola le debemos los más destacados intentos por equipar el combate de los pueblos italiano y alemán con la lucha de los pueblos arios en la antigüedad. En su obra, “La Tradición Romana”, dice: “El conocimiento del significado originario del simbolismo ario del Águila, resurgido emblema de nuestros dos pueblos, podría marcar el significado más alto de nuestra lucha y vincularse con el compromiso de que en ésta se repita en una cierta medida la misma epopeya en la cual las antiguas estirpes arias, bajo la señal olímpica y evocando la fuerza olímpica exterminadora de entidades oscuras y titánicas, pudo sentirse como milicia de influencias desde lo alto y afirmar un superior derecho y una superior función de dominio y de orden.”
Aún de más importancia y profundidad es el simbolismo de la Cruz Gamada o Swástika, que se pierde en la oscuridad de la historia como símbolo formador y sostenedor de los arios.  Desde su primigenio simbolismo hiperbóreo de retorno al paraíso (por ser el sol que allí brillaba) mediante la conquista de la inmortalidad, ya sea que este fuera conocido como Whalhalla, Asgard, Agartha, Shamballa, Airyanen-Vaejo, Gardarika, Midgard, Hiperbórea, o cualquier otra forma en que los pueblos arios nombraron a la mítica cuna de sus ancestros, o paraíso terrenal de los hombres-dioses, la Swástika siempre ha sido el símbolo por excelencia de estos.
Pero también la rueda solar transporta el concepto de “Solaridad”, dador de luz y principio de si mismo, de fuerza luminosa de lo alto que arrasa con las tinieblas, así como de centro inmutable del movimiento y generador de él, centralidad calma y dominadora, condición fundamental para todo Imperium.   
Remitiéndonos a los antiguos fundamentos de la Cosmovisión aria, podemos afirmar que el rasgo más característico de esta era el concepto de Orden. Ya sea bajo el término ario-helénico de kòsmos, el rita de los indoarios, el ascia de los iranios, el orlog de los germanos, siempre estamos hablando de una concepción orgánica del mundo y de la vida: la vida como Orden, captando a ley de este mundo como un reflejo de la Ley sobrenatural, que delata una intuición de nexos profundos con lo divino y de correspondencias tales de dar a cada cosa y a cada forma de vida un significado superior.  Al decir de Julius Evola, “El hombre ario se sentía unido a la fuerza primordial de las cosas puesto que el espíritu en él era potencia y lo divino no un más allá a ser alcanzado a través de una evasión, sino el centro mismo de su vida más profunda: de allí aquel carácter de ser principio en sí mismo y de naturaleza "radiante" y "central", en lo cual consiste justamente -de acuerdo a la analogía presentada por la naturaleza- la "solaridad”. (3)
Este mismo concepto de Orden, como central en las creencias indogermánicas, era el que señalaba Walter Wüst, nada más y nada menos que el Director de la Ahnenerbe, es su obra “Indogermanisches Bekenntnis” (1942): “En particular el rita se manifiesta como fuego, luz y espacio, siendo cientos los pasajes del Rig-Veda que lo ensalzan triunfalmente. El rita es el fondo del que emergen los Dioses y el Ser único y verdadero en el que continuamente se reúnen las fases y las creaciones del mundo»”
También Hans F. K. Günther, uno de los más renombrados especialistas en temas raciales durante el Tercer Reich, dice en su obra “Religiosidad indoeuropea”: "El inmenso sentir de los indoeuropeos, aquella limpia mirada del hombre predestinado a la libertad espiritual, a la contemplación, a la theorìa, una potente mirada que aferra el mundo, con las potencias divinas y todo el actuar humano, como la totalidad de un Orden divino: un Orden que encontramos entre los indoarios como Rita, sobre el que velan Mithra y Varuna (el helénico Uranos) "custodios del Orden", entre los persas como ascia o urto (justicia, salud, orden), entre los griegos como kósmos, entre los itálicos como ratio, entre los germanos como orlog y Midgard..."
La antítesis de esta Cosmovisión puede encontrarse en la concepción dualista del judaísmo, y de aquí la raíz profunda del enfrentamiento de los judíos con los pueblos arios a lo largo de la historia. En este dualismo encontramos por una lado a Dios y por el otro a la criatura, con una barrera ontológica infranqueable entremedio; por un lado la carne, como pecaminosa, por el otro el espíritu, como contemplación pasiva e inalcanzable. Típica de este es la destrucción de la síntesis aria entre el mundo y el supramundo, manifestado en un Orden divino; destrucción de una realización interior y, consecuentemente, de toda calma interior y equilibrio, tan caros al espíritu ario. El mundo, por lo tanto, ya no es kòsmos sino que se encuentra desconsagrado.
Para el semita, y lamentablemente también el cristianismo se ha visto cada vez más colmado por este tipo de religiosidad con el transcurso de los años, la espiritualidad le es extraña o distante, si no fuera por el contacto con un dios lejano, o de un mesías del que espera la salvación, o una “revelación” para acceder al conocimiento, y con el que se relaciona mediante un servilismo, extraño al sentimiento ario de Libertad, o mediante la imploración rebajadora de la propia personalidad. Consecuentemente, se experimenta una mayor descentralización que deriva en la autohumillación y en un menoscabo del espíritu heroico. Este tipo de religiosidad lunar, pues la luz le es exterior, conlleva un contacto con la divinidad prevalecientemente sacerdotal en medio de un pathos de la culpa y la expiación de los pecados por un lado y un romanticismo de pasiones desordenadas o un contemplativismo pasivo por el otro. Posee además un transfondo de terroríficos castigos, o recompensas en un más allá lejano. Todo esto termina por reforzar el dualismo entre los dominios del espíritu y la vida en este mundo, situando además el súmmum del bien y del mal ya se en un Paraíso lejano o en un infierno aterrador.
Determinadas estas dos antítesis, podemos ahora pasar a analizar en cuanto se acercaba el Nacionalsocialismo a su propia Tradición, o al menos tendía hacia ella, sin contaminaciones de la contraria.
Nosotros creemos que la orientación espiritual del Nacionalsocialismo tendía fuertemente a la tradición ario-hiperbórea, aunque con las limitaciones de nuestra edad oscura, o, como mínimo, sentaba las bases conductuales para reencontrarse con ella. Para ello ponemos como ejemplo el texto, inédito en lengua castellana, que aquí presentamos.
Comenzando a desglosar cada uno de sus capítulos, nos encontramos en principio con la alusión a “La Sangre” y a “La Raza”. No es casualidad que así sea, el mito de la Sangre fue uno de las características más distintivas de la Cosmovisión Nacionalsocialista, y tal vez sobre la que más erróneamente se ha opinado, pero le ha servido a esta para elevar cada elemento de la vida a una significación ligada a determinados valores o tradiciones que le son consustanciales. Cabe destacar que tal concepción no fue jamás una pura referencia a la apariencia física y mucho menos un chato materialismo, como de mala fe, o por ignorancia, se la ha llamado, y como por lo demás la apariencia de los líderes NS dejaba más que claro - a no ser que se haya querido caer en un total absurdo. En realidad, la Raza, y la Sangre como su portadora mística, hacían referencia a un estilo formador caracterizado por ubicar en la mayor estima los valores del Honor y la Lealtad, la valentía y la disciplina, una claridad de miras y fortaleza de ánimo, una autosuficiencia y convivencia con la divinidad, propias de una raíz común que se remonta más allá del tiempo. En dicha concepción, la unión de las características físicas con las anímicas y espirituales era el ideal propugnado.
Por eso es que Stellrecht dice: “La sangre es la portadora de la vida. Tú llevas dentro de ella el secreto de la creación misma. Tu sangre es sagrada, pues en ella la voluntad de Dios vive.” Y referente a la Raza: “Quien tenga coraje, lealtad y honor, la marca del alemán, tiene la raza que debería dominar en Alemania, aun si él no tiene las características físicas de la raza nórdica. La unidad del noble y un cuerpo noble, es la meta hacia la cual pugnamos. Pero despreciamos aquellos que teniendo un cuerpo noble portan un alma innoble.”
Está claro que el racismo hacía referencia a características físicas, y quienes tenían la raza del cuerpo eran considerados como los más aptos para portar la raza del alma, pero consideramos importante destacar que la primera era absolutamente insuficiente si no estaba vivificada por los valores del espíritu y, en definitiva, eran estos los decisivos (4).
La conciencia de fuerzas más profundas que las meramente individuales, ha sido una constante para el hombre ario. Ya el romano, con su concepción de lares, penates, genios, héroes, y demás, se refiere en distinta medida a la conciencia de las fuerzas místicas de la Sangre, la Estirpe y la Raza, consideradas en el aspecto biológico, pero mucho más en el metafísico. El sujeto es siempre parte de una unidad orgánica superior, subiendo de nivel en nivel por ellas hasta encontrar su propia individuación.  Mantener un vivido contacto con estas fuerzas profundas, pertenecientes a un Orden superior, es parte importante de su religiosidad. Estas han sido alimentadas por grandes hombres que han tanto tomado como aportado su esencia a ellas. Ya en el terreno de lo mítico, nos encontramos con dioses o fuerzas de lo alto que han echo otro tanto y la han mantenido en un Orden sobrehumano, al que sujeto tiene acceso por su pertenencia, llegando incluso a convertirse en su manifestación.
Ya en la etimología de las palabras tenemos algunas claves que nos comprueban este sentir. Es así que, una palabra como gentil, de gentilis, gentilitas, que hoy conocemos como una actitud amable, se refería en realidad al concepto de “gens”, y a cualidades derivadas de una pertenencia a una sangre o estirpe diferenciada. Parecido significado tenía la palabra genial, de genialitas, que, al contrario de lo que se piensa actualmente al remitirlo a un individuo único, era más bien una alusión a una cualidad racial, en tanto que deriva de la palabra “genius”, la cual originariamente designó a la fuerza formativa y generativa interna, espiritual y mística de un determinado pueblo y de una determi­nada sangre. Otras tantas palabras, como por ejemplo “ingenio”, remiten también a la dicha pertenencia sanguínea y a una determinada naturaleza.
Consideraciones de similar entidad podrían hacerse en cuanto a las referencias al “Pueblo”, pues la palabra usada en el original en realidad es “Volk”, para la que la traducción “pueblo” se queda corta en significado debido a los componentes “raciales” o de “estirpe” a los que hace referencia la original alemana. De hecho, Volk es más bien una entidad determinada por una historia común y portadora de determinados valores que va mucho más allá que un simple conglomerado de personas de un país o Estado y en la que su pertenencia se encuentra ligada a la sangre. El mismo texto deja esto en claro cuando dice: “El pueblo tiene su origen en la voluntad de Dios. Todos los de la misma sangre forman parte de él. Maldito sea aquél que desea destruir a los pueblos e igualarlos. (…) siempre florece de nuevo con indestructible vida, y se perfecciona a sí mismo en la fuerza que se eleva desde sus raíces hacia la voluntad de Dios.”.  Por lo que se le asigna unas raíces comunes tanto como un fin divino más allá de lo simplemente humano.
También íntimamente ligado a él se encuentra la consideración que se hace del “Estado”, pues este es el encargado de dar forma, contener, proteger y hacer perdurar en el tiempo al Volk, con todo lo que este implica. Tal como nuestro texto nos indica: “Un Volk se da a si mismo su forma a través del Estado. Hay sólo una forma natural para cada pueblo, sólo un Estado.” Se hace luego mención a que el más capacitado de sus hijos es quién debe ser el Führer y director del Estado. Este Führer, a su vez, debe respetar la carga anímico-histórica del Volk, encauzar su potencia, promover su desarrollo y saber manifestar sus anhelos. Esto le permite ejercer el cargo, y no al revés, al tiempo que la autoridad está en realidad basada en una efectiva superioridad. Para nada puede esta autoridad basarse en la fuerza o la coerción, con las que sería apenas un poder transitorio sin sustento y falto de la calificación necesaria para imponer, mediante el Estado, las condiciones para un contacto hacia lo alto.
Yendo ya a lo que es puramente política, Stellrecht, para remarcar el significado del “Socialismo”, pone énfasis en el que fue el lema del Nacionalsocialismo: “El bien común está antes del bien individual”. Con lo que esto implica en términos de sacrificio para una causa mayor y en dejar de lado las inclinaciones egoístas y las bajas pasiones, para pasar formar parte de la fuerza del Volk y del Estado. Luego trae también a colación otro de los fundamentos del movimiento: “No lo mismo a todo el mundo, sino a cada uno lo suyo”. Con todo lo que esto, a su vez, implica en término de reconocimiento y exaltación de la Jerarquía como principio ordenador de la sociedad. No resulta un dato menor el que para exaltar el principio más populista, el Socialismo, que se le ha criticado al NS como un retroceso en términos de la antigua tradición aria, se impliquen sin embargo dos actitudes que podemos calificar de anagógicas, o de orientación “hacia lo alto” como el quebrantamiento del egoísmo y el reconocimiento de la Jerarquía.
También, llegado el momento de ocuparse de “La Patria”, vuelve a hacerse notar la preeminencia de una pre-existencia, de un origen mítico ligado a los mejores, que a su vez la han fortificado con su misma potencia. Concretamente dice: “En ti descansan hileras interminables de pasadas generaciones. La sangre del noble y bravo que te defendió, ha caído en ti. Tú fuiste fertilizada por los mejores que produjiste.”.
Pasando ya a las características que tiene que tener el hombre en la “nueva Alemania”, se antepone la virtud del “Coraje”.  Hasta tal punto es así, que se llega a decir: “El coraje es el atributo más bello y noble que un hombre pueda tener. Quien no tiene coraje no es un hombre.”  Para hacer luego referencia a la conexión con las fuerzas de lo alto que este conlleva: “El sentimiento de haber arriesgado todo al servicio de un ideal más alto, libera, porta a un hombre como si tuviese alas, y llena su corazón.”
Termina esta sección con uno de los más profundos sentidos de la religiosidad aria, como ser el contacto con la divinidad desde una actitud heroica, que nada sabe de arrodillarse ni juntar las manos en señal de esclavitud, sino que se demuestra en la lucha contra la adversidad y la sintonía con un Orden divino: “Nunca nadie afronta un reto más grande que la fuerza que se le ha dado para enfrentarlo. Cuando uno ha hecho todo lo que le es posible, la buena suerte viene a mostrarle un nuevo sendero y a ayudarle. Pero esto no es en verdad “buena suerte”. “Resiste todos los poderes, nunca cedas, se fuerte”, reclama el ejército de los Dioses.”.
En consonancia con esta última, otra de las virtudes del hombre exaltada es “La Dureza”. A este respecto se dice: “Nunca deberás darte por vencido, ya sea en el combate o en el trabajo. Aun si fallas mil veces, debes hacer el intento mil y uno. Al final tendrás éxito y serás el vencedor. Serás el vencedor en tu lucha y el vencedor sobre ti mismo.” Y queremos resaltar nosotros esta última afirmación, pues vemos justamente en la figura del “vencedor sobre sí mismo” la actitud esencial del hombre ario, aquél que antiguamente sólo alcanzaba el segundo nacimiento con el que realmente se podía llamar ario, o Ariya, cuando lograba vencerse a sí mismo y transfigurar su condición. Esta actitud es la misma que subyace en sus restantes virtudes, pues determina su capacidad de sacrificarse, de ser fiel y honrado, de tener la voluntad y disciplina necesarias, de ser dominador y formador, de llegar a “Ser” en definitiva, tanto como de alcanzar la victoria en la lucha por sus ideales. Este tipo de hombre es llamado a ser el fundamento de Alemania, y por ello es que se dice: “Necesitamos hombres duros y rudos como el acero. Sólo ellos enseñarán el gran futuro de Alemania. Alemania será la tierra del valiente y del fuerte. O perteneces a ellos, o ya no serás un alemán.”
En una gran muestra de pragmatismo y para no quedar confinado en la trampa de las bellas enunciaciones, por lo demás ya repleta con teóricos e intelectuales, es reclamada la ejercitación para el fortalecimiento de “La Voluntad”. Para ello se exclama: “La voluntad es la fuerza que te guía en tu interior. Ejercita tu voluntad a fin de que esté tan tensa y preparada como una cuerda de arco estirada, en condición de soltarse en el momento indicado, ni un segundo antes ni un segundo después. Ejercita tu voluntad en cosas pequeñas hasta que sea lo suficientemente fuerte como para extraer de ti aquello que Alemania espera.”
Es el momento de hacer el llamado a aquella virtud que ya resaltamos como corolario de la Dureza: “El Autocontrol”, el que es capaz de vencerse a si mismo. En la antigua tradición ascética del ario, en el hombre capaz de sobreponerse a sus deseos y pasiones, vemos el fundamento del Ariya. Por esto es que se indica: “El hambre y la sed existen para ser satisfechos. Pero pobre de aquél que come sólo con el fin de comer o bebe sólo con el fin de beber. Él está por debajo del animal. Nosotros odiamos a los glotones y borrachos con cuerpos protuberantes y ojos hinchados, personas sin carácter ni autocontrol. El cuerpo humano debe ser mantenido bajo disciplina de hierro, a fin de que estemos siempre en comando de él y pueda ser fiable. No podemos dejar nunca que el impulso sexual nos controle.”
Ser el vencedor sobre si mismo es condición ineludible para convertirse en Héroe. Y justamente es la figura del Héroe, la que es reclamada en todo momento por los líderes Nacionalsocialista como el arquetipo guía del Tercer Reich y el secreto de todo gran hombre. El dominio sobre si mismo es la verdadera fuente de la fuerza. Termina pues Stellrecht: “Si tú te controlas a ti mismo, tú controlas la vida. Ese es el secreto de toda gran personalidad. Ha ganado toda su fuerza, que ahora dirige exteriormente, superándose a sí mismo. Deberías ser el amo de ti mismo”. Hasta talpunto esto es buscado, y no sólo exclamado, que se ofrece al lector el pequeño ejercicio de hacer todos los días algo que no nos guste y dejar de hacer algo que nos guste como método a emplear para pasar del mero pensamiento a la acción.
Manifestación, tanto como condición, de lo anterior, es una de las virtudes exigidas a los portadores de la Sangre del Volk: “La Disciplina”. Sobre ella se dice: “Los salvajes y los medio salvajes tienen valor, pero sólo las personas evolucionadas tienen disciplina. La disciplina es la habilidad de estar bajo control. La disciplina se origina desde tu interior. La aceptas porque sigues una voluntad más alta.” En el desarrollo de esta disciplina se exige también una obediencia absoluta y ciega, que a primera vista parecería estar en contraposición al gusto por la Libertad del ario, pero en la antigüedad tampoco la obediencia ciega fue menospreciada, pues hay momentos y procesos diferenciales que respetar. Así es que la obediencia extrema era inculcada en los rangos inferiores para poder templar el carácter y la voluntad, hasta el grado de hacerse dueño absoluto de uno mismo. Aquel que no puede obedecer su propia conciencia y se ve disgregado por sus contradicciones internas, necesita la obediencia exterior para poder ponerse un límite y templarse en la práctica del autodominio. Una vez purificado y unificado en sus tendencias, reinaba en cambio la absoluta libertad.
Nuevamente vemos entonces la actitud viril de quien busca y lucha en su interior para alcanzar un fin más alto y el contacto con fuerzas superiores. Así pues se indica: “La disciplina es una actitud espiritual. La Ley y el Orden trabajan a través ella en bien de todos.“ 
En la antigua tradición ario-hiperbórea, la disciplina y la obediencia hacia un Führer o emperador, que obtenga su autoridad de una superioridad efectiva, y sepa establecer los contactos con un Orden superior, es también la que libera y eleva. Quien se encuentra en lo más alto del Imperium, cumple el papel de pontífice (pons + facere = "hacedor de puentes"), ya sea por el ejemplo o desarrollo simbólico de los procesos que cada cual debe cumplir, o por la posibilidad que brinda, a quienes en los rangos inferiores le sirven, de participar en un sentido, un orden, una justificación trascendente que estos antes no tenían. Puesto que el inferior no vive nunca tan perfectamente la propia libre vida sino cuando sabe que ésta tiene un centro y un fin en algo superior, una propia razón de ser mucho más elevada de la que pudiera tener por sí solo. El emperador entonces cumple en brindar puntos de referencia para consumar lo que en los otros vive como ideal y que mediante la organicidad jerárquica permite la participación. A nivel de procesos personales, en este juego se trata de proyectar hacia lo externo, la dualidad interna, transfiriendo aquel yo superior, que no se sabe realizar en manera completa y directa, hacia la persona de jefes o castas superiores, cuya obediencia, sacrificio y lucha supraindividual por ellos, entonces, no tiene más el carácter del servilismo, del fanatismo o de la necesidad, sino que llega a expresar una técnica y una disciplina; llega a significar un modo de obedecer indirectamente a algo más alto de sí mismo, de luchar y sacrificarse por la realización misma de la personalidad. En esto residía para el mundo ario el sentido último de la obediencia extrema y la disciplina. El Rey, emperador o Fúhrer que cumpliera adecuadamente su papel, podía considerarse feliz entonces por lograr la meta máxima, aunque útopica en nuestra era, de ser un Rey entre reyes, un “Primus inter pares”.
En continua relación pasamos ahora a considerar “El Deber”. No es este algo impuesto sino que es remontado a un más profundo significado y ligado también a la fuerza mística de la Sangre. Sobre él se dice: “El deber es el “tú deberías” que sientes interiormente. El deber es aquello que Familia, Pueblo y Estado demandan de ti. Tú lo exiges de ti mismo, y el camino del deber más alto es también la ruta a la máxima felicidad, aun si conduce a tu muerte. La justicia proviene del deber cumplido. No existe ninguna otra justicia en el Estado nacionalsocialista”. Se termina haciendo mención a la concepción indo-aria del cumplimiento de la propia naturaleza, que vió su manifestación en la antigüedad en el régimen de castas. Este, para realizar un orden justo y orgánico, aparte de establecer una jerarquía, consideraba la realización de su tarea como el máximo logro, aún cuando sea en un rango inferior. “Un trabajador de la calle puede tener un rango más alto (entiéndase que es un mayor logro en el cumplimiento de su propio papel y no una ascensión en la jerarquía formal) que un ministro de gobierno, si él ha cumplido mejor con su deber” (5). Este respeto se corresponde con lo que es propio de la doctrina indo-aria del dharma y svadharma. En esta, cada ser tiene una diferencial naturaleza, determinada por las ecuaciones personales, a la que debe ser fiel para rendir homenaje al Espíritu supremo. Quien traiciona su propia naturaleza infringe una herida al Orden cósmico.
Llegamos ahora al momento de analizar los dos valores fundamentales de la cosmovisión Nacionalsocialista, tanto como de una vida sana en general: “El Honor” y “La Lealtad”.  Expresión del antiguo adagio ario: “Nuestro honor es la Lealtad”, que fue también el lema de la pretendida élite NS personificada en las SS.  Sobre el Honor, Stellrecht nos enseña: “Tú vives por honor, no por pan. Los esclavos creen que sólo se necesita comida y bebida para vivir. El hombre libre sabe que él necesita honor ante todo. Ser honorable es ser valiente. Ser honorable es ser desinteresado y leal. Ser honorable es ser dueño de sí mismo.” El NS eligió, con buenos motivos, hacer de este valor la base de prácticamente todas sus concepciones y ligarlo íntimamente a la Sangre nórdica, dejando de lado las interpretaciones materialistas e interesadas, para afirmar que: “Esta es la ley nueva, la cual da honor sólo al valiente, al desinteresado, al leal, al que tiene auto-control, a aquellos que hacen todo lo que pueden por Alemania.”
En cuanto a la Lealtad, tal es la importancia, que se dice aquí: “La lealtad es una palabra sagrada. Rara vez dicha. Debe ser tomada como por dada, tal como el aire que respiramos. Lo que existe, existe por la lealtad. Si eso que existe deja de ser leal, regresa a la nada. Alemania sufrió un colapso en 1918 porque la deslealtad reemplazó a la lealtad. Ahora está de pie sobre la base de la lealtad”
Con respecto a la aplicación en la vida diaria, se dice: “Nuevamente, la palabra de un hombre es de fiar. Las promesas deben ser mantenidas, y serán mantenidas. No necesitamos un apretón de manos y un juramento. Cada uno puede estar sujeto a nuestra palabra, porque otra vez nos hemos hecho leales. Alemania es la tierra de la lealtad. Ésta habita sus vastos bosques. Mora en sus caballeros y sus soldados. Mora otra vez en nosotros. La lealtad es nuestro honor.”
La concepción de la Fidelidad o “Fides” fue realmente una constante en toda relación tradicional aria. El famoso lema “Mi Honor se llama Fidelidad” de las SS remitía a la tradicional frase caballeresca germana “Meine Ehre heißt Treue”, pero la fides fue antes una de las más antiguas divinidades de la Roma pagana. Sobre esta, Tito Livio llegó a decir que su posesión era lo que diferenciaba a los Romanos de los bárbaros; aquella fides es la misma que se reencuentra en la bhakti hindú de la tradición indoaria y en la entrega con la cual los guerreros iranios se consagraban a sus jefes divinizados, no sólo en sus acciones, sino también en su mismo pensamiento y su misma voluntad. Tal fides se encuentra también como el cimiento espiritual de las diferentes unidades políticas feudales de la edad media, tanto como en general en el sacro Imperio medieval. Pero esta Fides no era apenas una regla conductual, sino que más bien se transformaba en un elemento religioso, en la posibilidad de una transfiguración personal mediante el sacrificio o la ascesis del que, mediante su superación, rinde su ego ante un fin superior para resultar elevado con él y alcanzar una más alta Libertad.
Y así es que, según la Cosmovisión aria, la concepción de “La Libertad” le es indisociable. Sobre ella nos remarca Stellrecht: “No hay libertad en Alemania para hacer cualquier cosa que uno quiera, y no habrá tal libertad, porque de otra manera Alemania no existiría. La libertad es elegir seguir el camino que el deber requiere. Quien no lo hace, es esclavo de si mismo. Aquél es el único hombre libre: Erguido y orgulloso, maestro de todo lo que le pudiese rebajar, lo mejor de la nación, el sostenedor del Estado. Él se ha elevado sobre sí mismo. Él cumple con el deber mientras los otros se van de vacaciones. Pero su deber lo eleva por encima de su pequeño ego y lo libera”. Nuevamente una característica fundamental de los hombres es desligada de lo propiamente individual y egoísta, para remitirla a una aspiración más alta y ponerla en contacto con las fuerzas del cosmos y de su propia sangre.
Resulta sumamente interesante resaltar como esta virtud es asociada a un actitud ascética, que, aunque en forma todavía rudimentaria, pero no por ello menos efectiva como norma conductual, acerca al hombre ario a un concepto mucho más elevado de Libertad. Este es similar al indo-ario del budismo, que es la Libertad de quién se eleva por encima de sus propias pasiones y de los deseos de su ego para encontrar el camino a una causa más alta. Así Stellrecht nos indica que: “Los demás hacen “los que les viene en gana”. Él es un hombre libre en medio del trabajo arduo que él mismo ha elegido hacer. Los demás son esclavos de sus deseos y sus pasiones. Son rufianes que pueden decir en un bar que el hombre es libre desde el nacimiento y puede hacer cualquier cosa que él desee. Quien piensa en sí mismo es un esclavo y dominado; Quien piensa en otros es amo y señor, y libre.” Por más que este no llegue a las alturas del pensamiento antiguo, queremos remarcar algo que muy pocos alcanzan a ver claramente, como ser la importancia de implantar normas conductuales anagógicas, que puedan crear una potente corriente hacia horizontes más elevados. Este era, en definitiva, la meta del Imperium en las sociedades arias. Es decir, el crear las condiciones para una determinada orientación y dar un sentido sagrado a toda la actividad de la sociedad, aún a quienes no les sería fácil encontrarlos por sus propios medios, tal como analizamos ya en el papel que cumplía la obediencia al emperador.
La misma Libertas romana comprendía ya el concepto de límite dentro del marco de una Jerarquía donde a cada uno se le reconoce lo suyo. Como ya vimos, la Jerarquía superior le abría las puertas a los inferiores para una participación en el Orden supramundano. En la modernidad, en pos de una pretendida “libertad”, que es en realidad un muy chato libertinaje, se pierde el contacto con aquél Orden superior y el individuo se centra en los propios caprichos o en el más craso materialismo economicista, con lo que su personalidad y unidad abdica, y, ya descentrado y abierto a las fuerzas irracionales, se vuelve esclavo del constante devenir y agitación de las fuerzas de lo bajo. Increíblemente, a este disgregarse en tendencias contradictorias para ser esclavo de las propias pasiones, en la modernidad se lo llama Libertad.
Algo más controvertido, como valor ario, se podría entender el llamado a “La Fe” de nuestro autor, pues no es propio de un señor de sí mismo la mera “creencia” sino el conocimiento claro. Aún cuando tal concepto no se encuentra del todo desarrollado, vemos como algo positivo cuando sobre el mismo se dice: “La fe brota de tus sentimientos más profundos. En la fe, el alma ve una parte del orden del cosmos. Tiene un sentido de aquello que debería ser, y ve a través de sus ojos una parte de la forma en que debería y puede desarrollarse. Sabe que yendo de esta manera cumple con el mandato de Dios y trabaja en pos de la obra maestra inmensurable, incognoscible. El sendero de la fe está delante de cada uno de nosotros. Aun si no es el camino de la fama y el honor, es aun así el camino del deber y de la máxima felicidad. Encontrarlo significa ganar una parte de la fuerza eterna que mueve los mundos.” Por lo que es remitida también esta a un concepto más alto de contacto con el kòsmos, para lo que las simples habilidades racionales suelen resultar insuficientes.
Llega el momento de analizar un Principio que siempre ha sido de gran importancia para el hombre ario: “El Destino”. Sobre él se dice: “Nosotros no creemos en un ciego destino que conduce a las personas por sus vidas. No creemos que los ángeles de Dios nos protejan a cada paso que damos ni nos impidan caer. Pero sí creemos en una voluntad divina que da sentido a cada vida que nace. No uno general arbitrario, sino que cada vida tiene su sentido y propósito particular. En las profundidades de nuestras almas intuimos si actuamos de acuerdo a este sentido. Una voz dentro nuestro otorga la respuesta, y nos habla de la voluntad divina que nos muestra el camino por el que deberíamos ir”. Claramente es visible la actitud viril de una religiosidad activa típicamente aria, que no se abandona ante lo divino ni espera de él la salvación, sino que lo busca dentro de si mismo e intenta darle un sentido a la vida de acuerdo a él. Reafirma esto luego, cuando dice: “Pero tú tienes la libertad de decidir cuál camino quieres seguir. Ningún destino ciego te rige. Tú sigues tu propio camino. Si tú sigues la ley en tu corazón, ese es el sendero hacia tu Dios. Es la vía que viene de la eternidad y conduce hacia la eternidad. Todo es parte del enorme plan del cosmos, del cuál tú eres parte si buscas tu sendero”. “La dicha de la creación vive en cada uno, pues le pertenece a quienes la están construyendo. No existe un cielo de gozo y beatitud. Tú portas a Dios en tu corazón. Te has sobrepuesto a la muerte y, si mueres, subsistirás como una parte de la fuerza eterna que obra y crea constantemente. Tu destino es el camino que se te ha presentado. Tu libre albedrío decidirá si lo sigues y cumples con tu misión en la vida.”
Nos encontramos aquí con el más alto sentimiento de la divinidad aria: encontrar a Dios dentro de uno mismo, sin esperar por un cielo de beatitud ni un infierno de tormentos, sino hacerse amo y señor de la propia vida y sacralizarla. No se cae tampoco en el error de reducir todo a lo simplemente humano sino que se respeta a lo divino que está todavía más allá de la propia condición, accediendo a esta esfera sólo mediante la dura lucha, siendo su hacedor.
La antigua tradición aria tampoco conoció jamás un destino ciego. Este era más bien la consecuencia del Orden o Kosmos, producto de una inteligencia divina que todo lo rige. Tampoco puede ser percibido como una limitación a su libertad sino un claro, y pleno de Justicia, ordenamiento según una ley más alta que la meramente humana. Para el hombre ario, con su típico amor por la claridad, esto constituye más bien una herramienta con la que poder accionar sobre la voluntad del todo, tal como quién utiliza una eficaz técnica para lograr un fin, pero, sobre todo, se transforma en la posibilidad de encontrar un sentido divino a su vida, que, en armonía con el kósmos, participa de una potencia más alta y la aprovecha para purificar su individualidad y facilitar su accionar. Que en la actualidad, aquél “Fatum”, sea percibido por el hombre moderno como algo “fatal”, ciego o hasta enemigo a su voluntad, que, por más apariencia de libertad que tenga, nada puede contra ella, esto más bien es consecuencia de su interés meramente humano y egoísta que lo ha hecho desvincularse de una ley más alta.
Parecidas consideraciones se hacen extensivas en la comprensión de “El Nacimiento y la Muerte”. Aquí se dice: “El nacimiento y la muerte son la misma cosa; Son los dos lados de una puerta. Para aquel que la comprende, la muerte no abriga terror alguno. No hay tras la muerte ningún lugar de tortura, ni infierno alguno. Ver la propia culpabilidad es la sentencia más severa y al mismo tiempo la máxima penalidad. El juicio y el castigo están dentro de ti mismo”. Se ahonda aún masen la autodeterminación y autosuficiencia en el contacto con lo divino cuando se dice: “La labor inconclusa sólo puede ser rehecha por un esfuerzo doble. Nuevamente será tuya la elección, ya sea obrar en consonancia con el plan universal, o ser su enemigo. Esa es la única muerte que existe, convertirse en una fuerza de la destrucción en lugar de creación, y esta no es una muerte física. Por lo que es tu libre determinación el escoger a qué bando perteneces, al de Dios o, para usar un viejo término, al del diablo. Lo que llamamos nacimiento y muerte, es sólo la puerta entre dos mundos. No existe nacimiento ni muerte, sólo el cambio, y podemos atravesar confiadamente la puerta, pues todos los mundos fueron creados por una única mano”.
No está de más volver a resaltar el sentimiento de convivencia con un Orden supramundano y la comodidad y libertad que se experimenta en su seno. Con esta concepción de la vida y la muerte, y con el destierro al miedo raíz, como ser el miedo a la muerte, se abren posibilidades de una amplitud de conciencia más allá de los límites de la vida, tan caros a la Cosmovisión ario-hiperbórea.
Pasamos ahora a analizar la descripción que se hace de “La Naturaleza”. La misma corresponde al sentimiento “pagano” de la vida propio de la población alemana, más allá, o a pesar, de su religión. Se corresponde con la actitud aria de sacralizar toda la vida y no posicionar lo divino en un cielo lejano, pues la divinidad se encuentra en cada aspecto de la existencia. Es así que ya no es necesario ponerse a orar para estar en contacto con ella, aunque sí pueda ser válido como rito o técnica. Esto mismo se deja en claro aquí cuando se dice: “La divinidad manifiesta su poder en sus criaturas. No habita en las paredes que las personas construyen. Pueden ser testigos de su voluntad, pero Dios está en todo lo viviente. Nuestros antepasados se internaron en los bosques para hallar o para honrar a Dios. El alemán auténtico percibe, con sagrado estremecimiento, a Dios en toda forma de vida de la creación. Él ora a Dios honrando sus obras maestras”. Hasta qué grado este sentimiento fue implantado en el Tercer Reich, lo demuestra el enorme cuidado que se tuvo por los animales y por la ecología durante este periodo, hecho inédito en la historia de un gobierno y en oposición a la imperante concepción materialista-economicista en la actualidad, donde el criterio es la explotación y descuido de toda forma de vida que no dé un rédito económico. Retrotrayéndose al hombre de aquella época es que se dice: “Él protege el bosque, el árbol y el arbusto como si fuesen sus camaradas. Él ama a los animales, los que son torturados y atormentados en otros países. Lo que para él es parte de su grupo familiar, es en algún otro lugar sólo una posesión. Él ve y honra en cada cosa a la creación de Dios.”
Continuando con este contacto íntimo con la divinidad, aunque ahora haciendo mención a los fines de una acción, se nos brinda un capítulo dedicado al “Hacer una cosa por si misma”, que nos es más que un viejo postulado indo-ario de “hacer lo que debe ser hecho”, desligando los fines de la acción para purificarla en la voluntad pura del que se basta a si mismo, que implica tanto una fidelidad a lo más puro de si mismo, como una fidelidad al kósmos. La más baja perversión de este postulado sería caer en la mentalidad materialista de hacer algo teniendo como fin el dinero, que es más bien la imperante en la actualidad. Así nos lo hace saber Stellrecht cuando escribe: “Tú nunca deberías hacer nada por dinero, sino más bien siempre porque lo vale por si mismo. Quien nos pide que seamos buenos y devotos por el dinero, nos seduce y nos aparta de Dios. Dios está en el bien que hacemos, pero no es en el cielo donde gozaremos de la eternidad. Es propio del alemán hacer algo meramente por si mismo. Tal fue siempre el primer y más alto servicio hacia Dios en Alemania”
Llegamos ahora al que hemos considerado el mayor distintivo de la cosmovisión aria: “El Orden”. Y si bien no es marcada por Stellrecht la real dimensión de este concepto, no se puede negar que el mismo subyace a lo largo de todo el escrito. Aquí apenas se hace notar que: “El mundo fue creado cuando el orden se hizo presente. Existirá por tanto tiempo como continúe existiendo el orden. Logrará su cúlmine cuando haya alcanzado el estado supremo de orden”.
Pasamos entonces a la “Honestidad”. Sobre esta se dice: “¡No debería haber nada falso en ti! El judío es deshonesto. Así nace y por siempre se encuentra lleno de engaño. Tú naces para ser honesto y permanecer honesto. Tu cara no miente, tus palabras son ciertas, tus acciones son claras, y puedes mantenerte erguido frente a todos.”. Se ve que la misma recaba su fundamento a una actitud hereditaria tanto como se hace mención a la necesidad de cultivarla y fortalecerla. A no distinto ámbito era remontada tal virtud en la cosmovisión del hombre ario. De hecho, etimológicamente, la palabra Honestus se encontraba vinculada con la idea de honos, término que antiguamente tuvo el significado prevaleciente de noble, de noble rango y que en la Roma antigua era la designación precisa de una nobleza a la cual muchas veces le correspondía también una nobleza biológica. Pasando a consideraciones de orden más bajo, Stellrecht hace notar que: “La primera demanda del honor es considerar el honor de otros como la posesión más preciada. La siguiente demanda del honor es que uno respeta la propiedad de otros, la cual ha sido ganado por diligencia y duro trabajo. Nuevamente debe volver a ser posible que en Alemania uno pueda dejar las puertas sin llave por las noches. Debería haber una generación nueva en Alemania, honesta de palabra y acto, porque el honor es para ella más necesario que la vida misma. Y la desgracia sea para quien peca en su perjuicio…” Bien podrían los políticos modernos, que actualmente se encuentran rebasados por problemas de inseguridad, tomar nota de los asombrosos resultados que durante el Tercer Reich se obtuvieron como corolario al cultivo de tales virtudes entre la población.
De orden más estrictamente político, son las consideraciones que se hacen sobre “La Propiedad”. De la misma se dice: “En el estado nacionalsocialista ya no hay una propiedad con la cual el individuo pueda hacer lo que desee. No hay derecho ilimitado de propiedad, sólo un derecho ganado para administrarlo en provecho de la comunidad”. Volviendo a aplicar el lema del Partido, “El bien común antes que el individual”, que ya analizamos, al uso que se hace de la propiedad. Hasta tal punto esto fue así, que se llegó a expropiar terrenos que eran utilizados con fines especulativos o egoístas para que puedan ser utilizados para el bien de la comunidad. Esto constituye la manifestación del principio referente a la necesidad de extirpar, también en el terreno de lo político, el egoísmo, la codicia y las bajas pasiones, pues los principios que dominan en lo alto deben ser aplicados hasta en lo más bajo para que sean completos y puedan imperar. De poco sirve promover el cultivo de tales virtudes si el pueblo se encuentra luego con que se permite la proliferación de las actitudes contrarias. De esta forma pudo ser extirpado el cáncer de los parásitos y especuladores que, sin crear nada y sólo aprovechándose del trabajo de los demás, carcomen desde abajo los cimientos políticos de la sociedad. Sin embargo, tampoco la propiedad fue “comunizada”. Por el contrario, fue respetada como un logro de las personalidades libres y un premio a la iniciativa creativa, con el sólo límite de no atentar contra el todo. Para esta valió también el lema “a cada uno lo que merece” en lugar de la igualación rebajadora de la personalidad.
En cuanto a “La Ley y la Justicia”, también esta es remitida a la Sangre y a la comunidad, para elevarla más allá de las consideraciones puramente humanas. De ella se dice: “La justicia ya no descansa sobre lo que el individuo piensa, sino que más bien la ley debe estar enraizada en los sentimientos de la comunidad. Queremos que la justicia otra vez rija en Alemania, aquella grandiosa justicia no escrita que nos fue legada en nuestra sangre”.
Llegamos ya al fin de el libro para hacer una breve reflexión sobre “La Estructura de la Vida”, haciendo mención al natural transcurrir desde la juventud, con el don de la fuerza que debe saberse encauzar, a la madurez, con la amplitud de miras que da la experiencia para saber distinguir lo bueno de lo que es inútil, y la vejez, colmada de honores para quién ha cumplido con el deber para con su Volk. Si bien se declama la importancia de cuidar de cada etapa por igual, el punto de inflexión en la vida de una persona se sitúa en la forma en que se ha reaccionado ante la lucha y el cumplimiento del deber en el combate. Así se nos dice: “Luego de que la gran batalla haya sido librada y el pesado trabajo consumado, las personas se han formado a sí mismas interior y exteriormente. El cuerpo y el alma han evidenciado lo que son, adonde pertenecen, ya sea a la fuerza creadora o a la destructora”
También en esto puede verse la antigua tradición ascético-guerrera de la Cosmovisión aria, de la guerra querida como medio deseado en si mismo, como la oportunidad donde el hombre se encuentra cara a cara con las fuerzas desnudas tanto como ante la oportunidad de tomar bando en una milenaria contienda. Ante la visión de la muerte las limitaciones mundanas son quebradas y los propios demonios desatados para ser enfrentados. Aquí se debe luchar contra los adversarios tanto como con el propio mundo interior para vencer sus miedos y deseos. Se le brinda entonces la oportunidad de convertirse en Héroe librando la gran guerra santa interior, operando su transfiguración a la luz de la muerte, cuando ya nada más vale sino las fuerzas puras.
Justamente el arquetipo del Héroe fue el más exaltado durante toda la época del Tercer Reich y casi que podría tildarse a su búsqueda como la actitud más sobresaliente de este periodo.
Llegados a este punto, cuando volvemos a preguntarnos si hubo en el Nacionalsocialismo corrientes que lo reorientaran hacia las antiguas tradiciones arias, nos resulta evidente que las mismas realmente existieron. Sería además vano negar la asunción de sus principales símbolos. Queda para la discusión en qué medida este contacto se llevó a cabo y cuán efectivo fue, aunque esto resulta irrelevante para nuestro análisis pues los principios no están sujetos a una determinada realización temporal. Consideramos de todas formas positivos los contactos a través de las ideas aquí expuestas, con algunas fallas típicas de nuestra época, es cierto, pero no por ello deben despreciarse.
En el continuo referir a la antigua Tradición de su Sangre, con todos los valores que esta conlleva, el hombre ario tuvo al menos la oportunidad de reencontrarse con su esencia más íntima mediante el contacto con ideas y símbolos de su más luminosa herencia, volviendo además a tomar bando en una milenaria guerra en el plano arquetípico.
Estamos convencidos que la asunción de normas conductuales, acompañadas con el convencimiento y el impulso interior, aun cuando sean sólo el comienzo de un camino regenerativo, son más importantes que teorizaciones y formas vacías.
Tal como nuestra Sangre nos dicta, debemos valorarlo sin importar lo que se diga o desee, sino simplemente por amor a la claridad y la Verdad.

Pablo Siegel
Buenos Aires,
Julio de 2010



NOTAS:

1.- Hemos editado ya un texto oficial de las SA para adoctrinamiento en la Cosmovisión NS en dicha organización (Sponholz, Hans; “Breviario Nacionalsocialista; Ed. Sieghels; 2010) y otro oficial del NSDAP sobre la doctrina económica (Hermann y Ritsch; “La economía en la cosmovisión nacionalsocialista”; Ed. Sieghels; 2010) que demuestran que toda política del Tercer Reich tenía siempre como base a dicha cosmovisión.
2.- Utilizamos el término Tradición en la acepción dada por autores como Julius Evola o René Guénon, no referente a un momento histórico sino a una actitud ante la vida.  Es decir, en la preponderancia del Ser inmutable y lo sagrado, en el hombre para el cual esta vida es experimentada como símbolo de la realidad trascendente que debe ser conquistada; en contraposición con la concepción moderna donde la preponderancia está en el tiempo y el devenir, en lo material e ilusorio, donde el hombre centra su experiencia en la mera vida, en el confort y la satisfacción de sus caprichos.
3.- Evola, Julius; “La Tradición Romana”; Ed. Heracles; Bs. As.; 2006
4.- A este respecto, hemos reunido testimonios de primera relevancia, como  las del propio Hitler y los mayores especialistas en temas raciales del Tercer Reich, apoyando esta postura, en nuestra introducción a la obra "Doctrina y ética aria", de Julius Evola, Ediciones Sieghels, Buenos Aires, 2008. La recomendamos para poder esclarecer la significación exacta de lo “ario” a la que hacemos referencia y no contaminar dicho significado con malas interpretaciones modernas.
5.- Podemos entender que esta expresión no sea vista como propia de una concepción aristocrática, pero debería entenderse en el contexto de un régimen que en realidad estableció muy marcadas jerarquías. Quienes citan siempre esta sentencia para criticar una supuesta equiparación hacia abajo, rebajando a los mejores al nivel del hombre común, deberían también citar el discurso de Hitler en ocasión del “Reichsparteitag der Arbeit” cuando dice: “Cuando se me pregunta qué entiendo por nacionalsocialismo, yo debo responder: no otra cosa que poner en movimiento, exclusiva y autoritariamente, a los más capaces en cada plano de nuestra vida”. La implementación del Führerprinzip está allí para demostrarlo. Podemos consentir también que se haya efectuado en algún momento un rebajamiento del concepto de Führer, impropio de la tradición aria, pero se debería igualmente tener en cuenta que Hitler se preocupó, incluso hasta límites inauditos en la política moderna, por brindar siempre el ejemplo en todas las virtudes que propugnaba y no ser visto jamás en actitudes impropias de su condición. Será esto materia de un próximo libro por lo que no necesitamos extendernos aquí.