Feldpost (correo de campaña) - León Degrelle

Costo para la República mexicana $190 + $60 de envío
Costo para EUA, Canadá, Centroamérica y caribe 21 dólares
Europa 22 euros
Sudamérica 26 dólares
Envíos incluidos
Envíos a todo el mundo.
Peso 260 gr.
Pags 147
Pasta blanda

Leon Degrelle formó parte de aquella juventud que acudió al llamado de Europa para alistarse y emprender la gran y decisiva Cruzada contra el Bolchevismo. Sus propios actos le pusieron a la cabeza de los escalafones del valor y la inteligencia, logrando en el corto lapso de tiempo de cuatro años de acero, por méritos de guerra, pasar de simple “guripa” a General en Jefe de su unidad, siendo el combatiente extranjero más condecorado de la Segunda Guerra Mundial, configurándose para la posteridad como un icono de heroísmo y férrea voluntad.
Durante aquella epopeya Degrelle redactaba a vuelapluma, entre ecos de truenos, estallidos de metralla y olor a pólvora, antes de conciliar el sueño tras las duras jornadas en el Frente del Este en las campañas de 1941 y 1942, una serie de notas rápidas que escribía cada día sobre tarjetas del Feldpost para ser enviadas a Bélgica por correo militar y que aquí se recogen a modo de diaro epistolar de Campaña.
En ellas se vislumbran, en su elevada adrenalina, anhelos bélicos e ideales políticos, en los que León Degrelle refleja, de forma fidedigna y magistral, la vida dura y sacrificada de los combatientes valones en los gélidos inviernos de la estepa y de los hielos de aquella inmensidad territorial cubierta por el manto glacial de sus rigores extremos.
El libro, por la espontaneidad de su redacción, es de fácil lectura y el testimonio directo expuesto, por su inmediatez en relación a los acontecimientos vividos, adquiere la categoría de documento de máxima certeza y suma veracidad, alejado de cualquier manipulación elaborada a posteriori.
En estas líneas escritas en el fragor de las batallas, en condiciones climáticas al límite de la resistencia humana, se adentra el lector en el alma íntima y recóndita de León Degrelle, descubriendo en sus frases, lacónicas como dardos y sin oropeles, los recovecos de su grandiosa personalidad, llena de poesía y de una gran nobleza de miras altruistas y elevadas.

INTRODUCCIÓN

Siempre he pensado que el lugar natalicio de los seres humanos puede ser un factor determinante de referencia en el carácter y en la trayectoria vital de las personas y a veces marcan sus derroteros culturales; el hecho de que León Degrelle, el genial autor y protagonista de la obra “Feldpost”, fuese natural de Bouillón, en las viejas tierras de Lotaringia, donde nació el 15 de junio de 1906, no es una cuestión baladí en su impronta y en su estela. Entre los primeros recuerdos que conservaba Degrelle en la retina, los de su más tierna infancia, se encontraba la imponente y maciza silueta del pétreo castillo feudal, con sus robustas torres circulares, morada de un personaje mortal de leyenda áulica, Godofredo de Bouillón, a quien por sus nimbadas y prodigiosas hazañas y gestas guerreras, en defensa de la Cristiandad, ha quedado como la personificación del ideal de caballero medieval, como el arquetipo del guerrero de la fe, por ser el primero que, liderando a los cruzados, entró triunfante en la mítica ciudad de Jerusalén.
Las primeras narraciones que formaron y desataron la imaginación y fantasía del joven Degrelle guardaban relación con las epopeyas y aventuras de aquel ser prodigioso, uno de los nueve de la fama universal que enumera Miguel de Cervantes, inspirador de la leyenda del “Caballero del Cisne”, que sirvió de numen a Richard Wagner para componer su opera Lohegrín o a Dante Alighieri para situar su alma en el cielo de Marte, junto a los místicos-guerreros del santo ideal.
En los cuentos, leyendas y narraciones que corrían, enigmáticos y chispeantes, de la boca de los abuelos a los atentos oídos de sus nietos, en derredor de la lumbre de las chimeneas o de los acogedores y cenicientos braseros, durante los prolongados e interminables inviernos de tupidas e impenetrables nieblas de Bouillón, no faltaban los relatos de tan singular héroe local de proyección cósmica, a quien todos los muchachos llevaban dentro de sus corazones, en el subconsciente colectivo de la región, y a quienes les gustaría parecerse al ganar la pubertad. Godofredo era un ser de un profundo sentimiento religioso, que vendió todas sus posesiones y pertenencias, poniendo íntegro su patrimonio al servicio de la Cruzada que con tanta vehemencia y ardor predicaba el Papa Urbano II para, un buen día, del año 1096, partir desde su fortaleza de Bouillón, al frente de cuarenta mil hombres, para emprender, por la ruta de Carlomagno, el sendero que le llevaría a la celestial Jerusalén para su liberación y poder así guardar y defender la ciudad que albergaba el Santo Sepulcro, el mayor baluarte espiritual de sus nobles ideales.
Fueron tan prodigiosas e inverosímiles las hazañas atribuidas a Godofredo de Bouillón que pronto se le entronizó como héroe de los cantares de gesta, tanto de Antioquia como de Jerusalén, como el prototipo y el paradigma del caballero por excelencia.
Fue Godofredo para León Degrelle un modelo a emular, un buen ejemplo a seguir. Por ello, cuando el Führer y Canciller del III Reich, Adolfo Hitler, convocó a los pueblos y a la juventud de Europa, en 1941, para alistarse y emprender la gran y decisiva Cruzada contra el Bolchevismo, Degrelle se puso al frente de los voluntarios valones, como soldado raso, para ganar fama, gloria y honor en el Frente del Este, en aquella inmensa muralla de combatientes que lucharon hasta la extenuación, encarnizada y románticamente, con sus camaradas de todas las regiones europeas en la gran batalla por la defensa de la civilización cristiana y la cultura occidental, para liberar al Viejo Continente y al mundo entero de las podridas consignas orquestadas por los sempiternos enemigos de la humanidad agazapados tras su perfidia secular.
Si Godofredo de Bouillón ha ganado un lugar de honor en el Olimpo reservado para los inmortales, León Degrelle le sigue a la zaga, por su fantástica vida, relevantes prendas y dotes excepcionales, que le pusieron a la cabeza de los escalafones del valor y la inteligencia, logrando en el corto lapso de tiempo de cuatro años de acero, por méritos de guerra, pasar de simple “guripa” a General en Jefe de su unidad, siendo el combatiente extranjero más condecorado de la Segunda Guerra Mundial, durante la Cruzada Europea contra el bolchevismo ateo y materialista, configurándose para la posteridad como un icono de heroísmo y férrea voluntad. Si con méritos propios destacó como el “Guerrero de Europa”, movido por su arrolladora fe, su indomable tesón y su fuerza proverbial, con su oratoria mágica e inspirada, ganó las voluntades de sus fieles y con sus escritos supo plasmar, con rigor y precisión, los hechos y epopeyas en las que intervino como destacado y estelar personaje principal en los acontecimientos que labraron y decidieron la Historia del siglo XX, sin renuncias ni arrepentimientos, sino con orgullo y lealtad a los valores eternos que dignifican y elevan a los seres superiores.
“Feldpost” es el título del diario epistolar que León Degrelle redactaba a vuelapluma, entre ecos de truenos, estallidos de metralla y olor a pólvora, antes de conciliar el sueño tras las duras jornadas en el Frente del Este en las campañas de 1941 y 1942, de la que hasta la fecha no existía versión española. Las cartas escritas por el joven voluntario, con sus vivencias, reflexiones y meditaciones a ras de trinchera, las enviaba puntualmente a Bélgica utilizando los organizados servicios del correo militar, que eso significa precisamente el rótulo alemán empleado de sus reveladores testimonios: “Feldpost”, que se podría traducir como “Correo de campaña”, donde se vislumbran, en su elevada adrenalina, anhelos bélicos e ideales políticos, y en los que León Degrelle refleja, de forma fidedigna y magistral, la vida dura y sacrificada de los combatientes valones en los gélidos inviernos de la estepa y de los hielos de aquella inmensidad territorial cubierta por el manto glacial de sus rigores extremos.
El libro, por la espontaneidad de su redacción, es de fácil lectura y el testimonio directo expuesto, por su inmediatez en relación a los acontecimientos vividos, adquiere la categoría de documento de máxima certeza y suma veracidad, alejado de cualquier manipulación elaborada a posteriori, como se suele escribir al uso y así falsificar la Historia elaborada y reconstruida, por interesadas razones de mera conveniencia.
En estas líneas escritas en el fragor de las batallas, en condiciones climáticas al límite de la resistencia humana, se adentra el lector en el alma íntima y recóndita de León Degrelle, descubriendo en sus frases, lacónicas como dardos y sin oropeles, los recovecos de su grandiosa personalidad, llena de poesía y de una gran nobleza de miras altruistas y elevadas.
La recopilación de las cartas estampilladas, enviadas por “Feldpost”, denominación del servicio postal empleado por las fuerzas militares germanas en combate, es un auténtico diario de guerra y vieron la luz pública en las Ediciones Rex de Bruselas, el 31 de enero de 1944. Son, pues, unas memorias donde Degrelle templa sus armas espirituales y su coraje con el hielo y con el ardor del fuego de su ardiente corazón.
Después de la atenta lectura de esta obra la imaginación nos lleva hacia la existencia y la constatación que la mitología puede convertirse en realidad cuando se encarnan sus atributos idílicos y quiméricos en seres irrepetibles, como Godofredo de Bouillón o León Degrelle, que nos señalan al unísono el camino de la rectitud.

JOSÉ LUIS JEREZ RIESCO

Prólogo

FELDPOST es un libro sencillo. Es un libro de soldado. Está formado por una serie de notas rápidas que escribía cada día sobre tarjetas del Feldpost. Estas tarjetas, garabateadas aleatoriamente en las carreteras y combates en Rusia, iban a mi hogar a decir mis pensamientos.
Que no se busquen cuadros vibrantes de combates. No se trata aquí de un cuaderno de campaña. No sabiendo lo que me reservaba el destino de las armas, me impelía expresar una serie de ideas o de sentimientos que me habitaban.
Simple soldado durante los largos meses de 1941 y de 1942, no tenía tiempo de construir tratados científicos. Tenía que manejar mi ametralladora, mirar la estepa infinita, soportar las nieves de un invierno sin piedad. Que se guarden bien pues de querer encontrar en este pequeño libro disertaciones complicadas, entregadas veinte veces sobre el oficio del jurista. Escribía apresuradamente, daba mi pequeña tarjeta diaria a un estafeta u otro que alcanzaba un Puesto de Mando cualquiera. La tarjeta llegaba o no llegaba.
Este libro habría podido ser mucho más voluminoso. Se detiene muy bruscamente. Habíamos partido a la ofensiva, el 3 de febrero de 1942, bajo 45˚ bajo cero. Ésta iba a prolongarse durante dos meses. Escribía cada día, en las condiciones más alucinanantes, mi pequeño billete. Conservaba estas tarjetas, esperando que un correo, un día de calma, las recogiera.
Esto termina como debía terminar. Resulté herido. La isba dónde me batía se había reducido a cenizas. Todo mi bagaje se consumió, incluidas la cincuentena de tarjetas de Feldpost que habían expresado entonces mis emociones y mis pensamientos.
Después, marché con nuestros soldados al Donetz y al Don, al Manitch y al Kubán. No era ya el momento de alargar este libro.
Estoy de nuevo entre las nieves del tercer invierno de guerra en el frente ruso.
Estoy porque el ideal que me quemaba al principio me vuelve siempre tan insoportable la atmósfera axfisiante, los olores de moho, del viejo universo burgués que muere.
La vida del soldado del frente es la única, a esta hora, que es verdaderamente recta, desinteresada, sin error y sin regateo. Aquí, damos cara a la muerte, o por lo menos ante el sufrimiento diario, el alma se eleva sobre los lodos de la decadencia.
Millones de combatientes, endurecidos por la prueba, preparan las élites revolucionarias que impondrán mañana a un mundo aburrido o harto, el reconocimiento que ya sus corazones albergan.
Estamos aquí para los combates de hoy y también para los de mañana.
Estamos aquí porque en nuestras trincheras de hielo se lucha, o queremos creer, se entrega.
¡Estamos aquí porque aquí, al menos, se respira!
Y es esta respiración, esta palpitación, de un soldado, perdida entre millones de otros, que estas páginas descosidas os aporto.

Léon Degrelle.
Frente del Este, en noviembre de 1943.



No hay comentarios:

Publicar un comentario