La orden SS ética e ideología - Edwinge Thibaut

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Pasta blanda

Trabajo científico y riguroso, proceso intelectual y analítico, que nos revela cómo las SS interpretaban los acontecimientos, las ideas y los hombres. Este libro nos descubre que, por encima de las apariencias guerreras, las SS trabajan en los campos ideológico y religioso. Esta Orden que predicaba el "hombre vertical", el ser auténtico y orgulloso, nos deja entrar en su mundo convertido en místico y maldito.
Por el sólo hecho de que los "vencedores" tienen siempre la razón, muchos mitos e ideas preconcebidas han sido imputadas a las SS. Miles de hombres han sido puestos en el mismo saco y llevados al oprobio general sin discernimiento. Pero por vez primera desde el fin de la guerra una historiadora no conformista se ha interrogado sobre la naturaleza de ésta organización tan criticada y nos da una obra fundamental que aborda el universo ideológico de las SS, demostrando así que estaba lejos de ser únicamente un órgano de represión o militar. Ajena a polémicas y a tormentosos debates nos da, al fin, las respuestas a las preguntas que nos podríamos hacer: ¿cual era el espíritu de las SS, su función y sus metas?
A través de un trabajo científico y riguroso, un proceso intelectual y analítico, nos revela cómo las SS interpretaban los acontecimientos, las ideas y los hombres. Este libro nos descubre que, por encima de las apariencias guerreras, las SS trabajaban en los campos ideológico y religioso. Esta Orden que predicaba el "hombre vertical", el ser auténtico y orgulloso, nos deja entrar en su mundo convertido en místico y maldito.
Por encima de las pasiones mezquinas, volvemos a aprender a forjarnos nuestras opiniones y a considerar la vieja sabiduría de Kant diciendo "equivocado o con razón el hombre debe siempre ser sincero en todo lo que dice".
PROLOGO DE LEÓN DEGRELLE
Volksführer
Comandante de la Legión Valonia
Caballero de la Cruz de Hierro

A decir verdad, cuando recibí la enorme masa de hojas que forman este libro sobre la Orden SS, quedé estupefacto: ¡Ochocientas páginas de abigarrado texto! Normalmente estoy muy ocupado. De modo que leer esta especie de enciclopedia me llevaría decenas de horas. No obstante, para formarme una idea del interés que pudiera, o no tener esta insólita compilación, hojeé, de entrada, los primeros párrafos. Tres días más tarde, llegaba a la última página.
Había descubierto una extraordinaria suma de conocimientos presentados a lo largo de una introducción de cien páginas que forman, ya. ellas solas, un libro, apoyadas, con un perfecto conocimiento del tema, por centenares de citas, tan sencillas como contundentes, formando una enorme antología de textos, escritos sin tratar de sorprender al lector, sino de informarle y convencerle. Era políticamente, el panorama entero de la SS reconstituido por testigos directos que no pretendían hacer un trabajo de historiadores pero que. a lo largo de los años, habían expuesto, en vivo, la doctrina, los objetivos, los métodos, la mística del movimiento que fue sin duda, junto con el leninismo, el fenómeno político más importante de! siglo XX.
¿Quién había amasado esta documentación? ¿Un cronista famoso? ¡No! Una joven casi desconocida. Edwige Thibaut, fantásticamente laboriosa, que, durante años, había leído miles de páginas escritas sobre la SS por centenares de analistas, de filósofos, de técnicos. Éstos procedían de los medios más diversos: jóvenes, viejos, intelectuales, observadores.... Edwige Thibaut había procedido, pacientemente, a la criba de esos trabajos multitudinarios, y luego los había clasificado en un orden inteligente. Quería, en primer lugar, saciar su placer de descubrir pero también, si la ocasión se presentaba, transmitirlo gozosamente a los espíritus curiosos que, aquí y allá, tratan de alcanzar la Verdad.
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Las masas, hoy en día, leen apresuradamente. Pero aquí se trata de consagrar decenas de horas de una lectura asidua y ardua, a examinar unos textos que exigen una cuidadosa atención. Pero el tema es capital. ¿Qué era esa SS y. más concretamente, la Waffen SS? ¿Qué se sabe de ella? ¿Qué se puede saber? Tal es la misión que, desafiando a la superficialidad del siglo, Edwige Thibaut ha tenido la energía de afrontar. Esta verdadera enciclopedia de la SS habría podido quedar olvidada para siempre en un cajón. Pero un editor audaz se arriesga hoy a publicarla, a pesar de la enormidad de su contenido.
En realidad, hasta hoy. y a pesar de habérsele consagrado miles de libros, la SS es poco conocida, mal conocida, y ha sido a menudo desfigurada por acusaciones sumarias, tan cercanas a lo ridículo como a lo odioso. La Waffen SS, su más famosa emanación, fue la formación político-militar más extraordinaria de jamás ha conocido la humanidad. Llegó a contar, en el transcurso de la II Guerra Mundial, con un millón de voluntarios, procedentes de veintiocho países diferentes. Todos esos muchachos vinieron para ofrecer sus vidas (402.000 murieron en combate) por una causa que había atrapado cada parcela de su vida física y de su voluntad.
Todo esto no había ocurrido por arte de magia. Las SS no eran más que un puñado al principio de la era hitleriana. Fue preciso que una fe enorme les invadiera y luego les consumiera para que floreciera ese don absoluto, esa disciplina libre, total, y la convicción soberana de que ellos aportaban al mundo un tipo de hombre nuevo.
¿Qué era ese hombre nuevo? ¿Cuál era su mensaje? ¿Dónde encontrar los testimonios, transcritos en el mismo instante, de esa voluntad de creación de un universo (la Weltanschauung), donde todo seria recreado, regenerado? La respuesta nos la da este libro. Gracias a él sabremos, por fin, qué era la SS y qué habría podido dar al hombre y al mundo, si sus runas victoriosas hubieran marcado definitivamente al universo.
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En la catedral que es esta obra construida por Edwige Thibaut, se encuentra todo. Se sabe, después de haber estudiado esta enciclopedia, lo que cada día, durante años, había expresado los guías espirituales de la SS... tanto los espíritus brillantes como los cerebros más modestos. Edwige Thibaut ha retomado, página tras página, lo esencial de sus trabajos, concebidos en plena acción, en el calor y a la luz de los acontecimientos.
Ciertamente, algunos problemas a resolver han cambiado de alcance. Ciertos conceptos han sufrido retoques a lo largo del tiempo. Concretamente, la noción, a veces demasiado sumaria, de la vía espiritual del hombre. El impulso religioso da mil rodeos secretos. Hitler. el primero de todos, sabía que a todos nos dominaba -y que dominaba al universo- el Todopoderoso. La intransigencia, a veces provocadora, de ciertos SS sería pronto superada. Yo mismo era un ferviente cristiano, lo que no impedía a Hitler decir que. si hubiera tenido un hijo, hubiera querido que fuera como yo. Teníamos en la división Valonia de las Waffen SS, nuestros capellanes castrenses, que compartían todas nuestras vicisitudes en el Frente del Este. En la división SS Charlemagne, un magnífico prelado, Monseñor Maillol de Luppé conducía a millares de jóvenes franceses al combate y al sacrificio. También allí se establecería el equilibrio entre un paganismo histórico que algunos querían resucitar y la vida mística, esa secreta vibración de la conciencia.
La formidable irradiación de la SS no sería una dictadura de los espíritus sino una adhesión de todo el ser, libre y flexiblemente concedida. Esa inmensa riqueza, que la SS llevaba consigo como los antiguos dioses llevaban el rayo, habría podido perderse, desvanecerse entre las brumas del tiempo. Gracias a Edwige Thibaut hela aquí completa y honestamente reconstituida.
Ha transcurrido medio siglo. Los que vivieron esta epopeya sentirán, al reencontrar sus hitos, renacer su ardiente juventud.
Yo soy el último Jefe vivo de una división de Waffen SS y el último Volksführer: a mis ojos esta reconstitución es una resurrección. Pero, ante todo, pienso en los jóvenes; en esos jóvenes a quienes se había ocultado tan odiosamente la riqueza de la verdad. Hela aquí. ¡Por fin van a saber, en toda su abundancia y toda su complejidad, lo que fue la SS! Y, más particularmente, su brazo derecho, la Waffen SS.
¿Quién sabe? No tan sólo el saber, sino la voz, tal vez, un día reencarnada por ellos, reconstruirá el mundo nuevo que nuestros cerebros y nuestras armas habían querido crear.

Léon Degrelle
Málaga. 1º de junio de 1990.
INTRODUCCIÓN

En la Antigüedad, los pueblos en lucha permanente por su supervivencia en un mundo hostil tenían el derecho de vida y de muerte sobre los vencidos. Prevalecía el derecho natural del más fuerte: no obstante, el adversario podía siempre conservar el respeto de la parte contraria, lo que revalorizaba la grandeza de los combatientes enfrentados. Los hombres se hacían la guerra por razones existenciales. y no ideológicas. La conquista de un territorio justificaba expediciones guerreras y la noción de honor o deshonor determinaba el valor de cada individuo. ¿Qué significaba un derecho moral desconocido ante el sentido del honor que guiaba cada acción, la fuerza y la agilidad físicas, la ingeniosidad intelectual, y sobre todo ante la necesidad de sobrevivir"?
Cuando se examina con una visión critica el desarrollo y la conclusión de la guerra en 1945 se constata la culminación de un largo proceso iniciado con la aparición de las religiones bíblicas, a saber que la moral y la noción de pecado han reemplazado al sentido del honor y la política. El adversario digno de respeto se ha transformado en un enemigo absoluto portador de todos los vicios que se oponen a la «civilización», y que debe ser, cueste lo que cueste, convertido o eliminado. Después de las guerras de religión, la caza de herejes y de brujas, aparecieron las guerras imperialistas, de colonización de los misioneros religiosos. Ahora, una guerra planetaria, oponía no sólo a los pueblos, sino a varias concepciones del mundo: unas fundadas en los derechos y la igualdad de todos los hombres, el individualismo universalista y nómada, y otras en la mística de la raza, la valoración de la actitud heroica superando las divisiones del tiempo, y el valor comunitario. Considerando que hay leyes que son superiores a las de los Estados, la noción de crimen, antaño exclusivamente individual, fue ampliada a «crímenes contra la humanidad- y aplicada a un sistema, a una ideología e incluso a una nación entera. La legalidad y la especificidad de las acciones estatales propias de un sistema fueron suplantadas por la legalidad de un derecho universal humanista. Por primera vez en la Historia, ese derecho moral particular directamente emanado del espíritu de la Revolución francesa permitía a hombres que representaban a naciones que habían cometido los crímenes de Hiroshima, Dresde y Katyn, juzgar a un sistema político que rechazaba el molde nivelador de un orden mundialista. El principio del castigo alcanzaba así su punto culminante. El americano Nathan Kaufmann. en su folleto Alemania debe perecer publicado en 1941, traducía cínicamente este estado de hecho: «La guerra actual no es una guerra contra Adolf Hitler. Tampoco es una guerra contra los nazis. Es una guerra de unos pueblos contra otros pueblos, de pueblos civilizados, portadores de la luz, contra bárbaros incivilizados que aman las tinieblas». Esta planetarización de la moral no podía dejar de anunciar otras guerras en contra de eventuales atentados contra el «derecho internacional» que, bajo el manto de la justicia, imponen a los pueblos y a los Estados un modelo moral unilateral.
La culminación del proceso no permitía ninguna duda. El totalitarismo de esa guerra no podía más que destruir despiadadamente a los vencidos. La culpabilidad de una ideología, el nacional-socialismo, y de sus defensores, modernos diablos, fue reconocida. Un «pueblo elegido» se encontraba naturalmente enfrentado a un «pueblo desposeído», eternamente maldito. La SS se encontraba en la primera línea de los ataques, también en este contexto. Estaba sentada a la cabeza del banquillo de los acusados, representada por un cierto número de generales y de oficiales superiores, ya que sus jefes. Hitler y Himmler, habían preferido continuar siendo dueños de sus destinos, suicidándose. ¿Qué se les reprochaba? Haber sido el instrumento político implacable del nacional-socialismo en la realización de sus objetivos.
Desde 1947. los medios de comunicación y la prensa sensacionalista han tomado el relevo del tribunal internacional, pero a un nivel más amplio. Una masa incalculable de escritos ha aparecido sobre el tema del nacional-socialismo, de la SS, de los campos de concentración, demostrando así que «lo prohibido y lo inconfesable» ejercen siempre una fascinación sobre un público, por bien pensante que sea. La producción de películas «fascistoides» como Rombo, Conan el Bárbaro o Mad Max son ejemplos elocuentes de ello. Los estudios y trabajos científicos de historiadores «reputados» permanecen, sin embargo, mudos ante más de una pregunta que se plantean los espíritus críticos.
La literatura francesa se complace en presentar al SS como el hombre de la fusta tan hiriente como sus palabras, escuchando piadosamente a Beethoven y haciendo exterminar a millones de seres sin derramar una lágrima. Tal imagen estereotipada y uniforme del guardián de campo, cruel y estúpido, parece profundamente restrictiva ante la realidad de los investigadores científicos, de los artistas, de los escritores o de los soldados, cada uno de los cuales encamó uno de los múltiples rostros de la SS. ¿Son ellos mismos comparables, cuando se conocen las oposiciones que pudieron nacer en el seno de la Orden, a pesar de la voluntad de centralización ideológica? Es evidente que ninguna sociedad es inmune a la presencia en su seno de individuos dudosos o criminales. El carácter humano acarrea siempre debilidades difícilmente superables que se manifiestan a veces. ¿Puede concebirse, por otra parte, que sería justo practicar una sistematización de tal fenómeno simplemente porque se trata de enemigos, o supuestos tales, ya sean literatos, científicos o artistas? ¿Cómo fue posible que millones de hombres, en su mayor parte europeos, pudieran comprometer hasta su propia vida por un sistema que supuestamente negaba toda dignidad humana? Un examen atento de los hechos puede proporcionarnos la respuesta.
Todos los que estudian los trágicos acontecimientos de la II Guerra Mundial se preguntarán cuáles fueron las motivaciones de esos hombres, de los que tan poco se habla en los libros de Historia. Nosotros, franceses, podemos preguntárnoslo en tanto en cuanto 40.000 franceses tomaron parte en los combates con un uniforme convertido en europeo y que, entre ellos, por lo menos 10.000 llegaron a ser «soldados políticos» de la SS. El nacional-socialismo pertenece a la historia. Nació y murió con Adolf Hitler. Muchas personas que no conocieron esa época se preguntarán ahora quiénes fueron esos hombres que se fueron tan lejos a encontrar la muerte en una tierra extranjera. Dejemos a un lado la pasión sectaria que no puede más que deformar, en uno u otro sentido, su historia. Después de la cicatrización de heridas evidentes, ya va siendo ahora de desdramatizar las pasiones, de analizar los acontecimientos históricos y políticos con la misma serenidad con la que se tratan las guerras de religión, las Cruzadas o el pensamiento de Platón. Sería una cruel ironía del destino parecerse a los que se condena por la utilización de la censura y de la represión intelectual. El objeto de este libro es, pues, permitir al lector comprender lo que pudo motivar a individuos a los que aparentemente nada predisponía a comprometerse con el bando nacional-socialista.
Estudiar las ideas políticas de la SS es una vasta empresa, sorprendente y desconcertante. Hablar de la SS es, ante todo, estudiar sus «ideas políticas», lo que, ciertamente, sorprenderá a quienes no concebían la SS más que como un órgano represivo de carácter policíaco. Se trata, más exactamente, de hablar de su «concepción del mundo», de su historia, de sus objetivos, de sus aspiraciones, pero también de sus errores y de sus divergencias internas. La dialéctica nacional-socialista será descifrada, permitiendo comprender mejor el sentido de términos a menudo impropiamente utilizados en nuestros días.
Como expone el primer capítulo sobre La Orden SS, historia y principios, la SS tiene su origen en la guardia personal de Adolf Hitler, encargada de su seguridad. Compuesta de hombres cuidadosamente seleccionados, totalmente convencidos ideológicamente, iba a alcanzar su desarrollo con la llegada de Heinrich Himmler. En efecto, hasta 1929, fecha de su nombramiento, la SS no representaba más que una súper SA, obediente, desprovista de toda iniciativa ideológica, un órgano ejecutivo puro, pero ya decidido por la idea elitista. Trabajando pacientemente en la sombra, Himmler supo ganarse la confianza de Hitler y hacer triunfar sus ideas de una nueva SS como orden ideológico-combatiente, fundamento de una sociedad futura. No era, pues, un simple organismo de seguridad: devenía el instrumento activo y principal del nacional-socialismo, que debía asumir la protección del Reich pero, sobre todo, engendrar la futura élite de Europa e instruir al pueblo en el espíritu nacional-socialista. Fue también un campo de experimentación extraordinaria, un «laboratorio de ideas» que hacía florecer los más diversos talentos, incentivando la innovación permanente sin apartarse nunca de un sistema de valores tradicional. Desde la guardia de Hitler, la SS había vivido un nuevo nacimiento como guardia y punta de lanza del movimiento nacional-socialista. A partir de entonces, se comprometía totalmente con una idea, hasta llegar a ser incluso un movimiento de vanguardia.
La notable rapidez de su desarrollo a partir de cierta época demuestra el nuevo destino asumido por la SS. Limitándose al número de 200 a 300 hombres repartidos por decenas por toda Alemania desde su creación en 1923, iba a pasar rápidamente a 1.000 en 1929, 14.964 en 1931, para estabilizarse entre 209.000 en 1933 y 238.159 en 1938, y alcanzar cerca de un millón de hombres en 1945. Pero este rápido crecimiento no debe engañarnos. La SS representaba una organización selectiva fundada, contrariamente a la SA y al Partido, en un reclutamiento estrictamente voluntario. Al no obligar a nadie, la selección fue siempre muy severa, de lo que dio testimonio Himmler en un discurso de 1937, explicando que entre 1933 y 1935 había excluido a 60.000 SS que no eran absolutamente entusiastas ni idealistas, mientras que las otras organizaciones del Partido se abrían ampliamente en sus bases.
Este crecimiento súbito, pero controlado, de la SS se correspondía con la ampliación de sus tareas debida a su nueva gestión y también a las nuevas perspectivas ofrecidas por la toma del poder del nacional-socialismo en Alemania. Iba a dividirse en tres grandes ramas: la Allgemeine SS (SS general, o civil, de la que emanaron las otras dos ramas), las SS Totenkopfverbände (unidades de la calavera, que se ocupaban de la administración de los campos de concentración y de ciertas misiones policiales) y las SS-Verfügungstruppe (tropas SS disponibles, o paramilitares, que más tarde originarían la Waffen-SS). Si la Wehrmacht velaba por la seguridad externa del país, la SS tenía por misión la seguridad interna de la nación mediante el control policial de los «enemigos del interior», como se les llamaba, y sobre todo la propagación de la concepción nacional-socialista del mundo.
A los SS se les instruía, pues, en ese sentido, lo que les confería el estatuto de cuadros y les incitaba a alcanzar los mejores resultados en todos los terrenos, tanto civiles como militares, intelectuales o deportivos. Debían encarnar y enseñar una fe y una visión del mundo revolucionarias y tradicionales. Sin embargo, en la óptica de la SS, los caracteres revolucionario y tradicional no son contradictorios. El primero representa, en efecto, un ataque directo contra el sistema judeocristiano social y moral establecido, y el segundo preconiza el apego a los valores tradicionales inmutables que proceden de la esencia racial del pueblo. Por el alistamiento voluntario en sus rangos apelaba al espíritu militante y al sentido de la responsabilidad y de la fidelidad, indisociables de la condición de hombre libre. La SS adquiría también el carácter de una sociedad dentro de la sociedad por las reglas internas particulares y la ética que se había dado a sí misma. Realizaba ya en su seno lo que debía devenir el porvenir de Europa, y luego del mundo, en la óptica de los nacional-socialistas.
Se concibe perfectamente que del cumplimiento de tales objetivos derivaba la necesidad de crear unos servicios adaptados a ese fin. En 1929 se creó, pues, la primera oficina SS, el servicio de dirección central: luego, en 1931. el Rasse und Siedlugsamt (oficina para la raza y la población), dirigido por Walther Darré, y el Sicherheitsamt, el servicio de seguridad que se ocupaba de la vigilancia policial y política interna, dirigido por Reinhard Heydrich, que llegaron a ser oficinas superiores (Hauptamt) en enero de 1935 en el marco de una reorganización general. En el libro sobre la organización del NSDAP de 1938 se definían así las tareas del RuSHA: «Procura a la SS, comunidad de clanes escogidos según criterios raciales nórdicos, los instrumentos que le permiten concretizar el ideal de la Sangre y del Suelo por medio de una conducta característica». Se componía de diversos departamentos:
I. Ordnungs- und Verwaltungsamt (Departamento administrativo y de organización): Crea las bases de la organización, de personal y de materiales, con el objeto de facilitar el trabajo de los otros departamentos.
II. Rasseamt (Departamento racial): La misión de este departamento consiste en demostrar y explotar la idea de que sólo la sangre determina la historia, la civilización, el derecho y la  economía.
III.       Schulungsamt (Departamento educativo): El objetivo del departamento educativo es instruir ideológicamente a los SS. Se trata de inducir a cada SS a tener un punto de vista absoluto de la concepción nacional-socialista del mundo y crear así un bloque ideológico sólido en el seno del pueblo.
IV.       Sippenamt (Departamento de los clanes): Le incumbe la tarea de examinar la herencia y el origen de los SS que son ya miembros de la organización, ya sean suboficiales u oficiales, así como de los nuevos miembros.
V.        Siedlungsamt (Departamento de Población): Realiza la idea de la Sangre y el
Suelo por la sedentarización de las familias SS en el marco de la política de recreación del campesinado alemán y del re-arraigo de los hogares».
El SS-Hauptamt, como centro de decisión superior del Reichsführer SS, tenía la misión de formar, instruir y enrolar para sus tareas respectivas a las tres partes de la Tropa de Protección: la Allgemeine SS, las SS-Verfügungstruppen y las SS-Tottenkopfverbände. A partir de 1940 fue dirigida por Gottlob Berger, el artífice de la Waffen-SS europea.
Comprendía los siguientes departamentos:
I.          Führungsamt (Departamento director): El departamento director trabaja en el conjunto de los asuntos que afectan a la formación y a la organización de las tres ramas
SS.
II.        Personalamt (Departamento de personal): Forma parte de la «cancillería del personal», habilitada para estudiar el conjunto de los asuntos del personal, particularmente de los oficiales SS y de los suboficiales a cargo de centros oficiales.
Este terreno comprende además las convocatorias a los cursos de aspirantes a oficiales y el encuadramiento de los oficiales cadetes procedentes de las escuelas SS de Junker.
III.       Verwaltungsamt (Departamento administrativo): Se ocupa de todas las cues-
tiones administrativas y presupuestarias  de los tres departamentos superiores.
En su calidad de único mandatario del Reichsführer SS, dirige también las relaciones con los otros servicios exteriores a las SS.
El jefe del departamento administrativo es el único autorizado para tratar con el Tesorero del Reich de todo lo que concierne a la SS.
Se creó una institución para reforzar los medios que permitieran la edificación y el funcionamiento del servicio de la SS en el seno del departamento administrativo. Los arios no pertenecientes a la SS se convierten en 'miembros benefactores' si se comprometen a pagar regular y voluntariamente una suma mensual por ellos mismos fijada.
IV.       Sanitátsamt (Departamento sanitario): el jefe del departamento sanitario se ocupa de todos los aspectos referentes al carácter sanitario de la SS. Es también responsable ante el Reichsführer SS de las tareas sanitarias de la SS por su calificación de «médico de la SS».
V.        Erganzungsamt (Departamento de Reclutamiento): se ocupa de todas las nuevas admisiones de suboficiales y de hombres de tropa, así como de las readmisiones, las suspensiones, los despidos, las mutaciones, los traslados y las dimisiones. Además, se ocupa del establecimiento de las fichas del estado civil de todos los miembros SS y del cálculo y la evaluación de todas las fuerzas de la SS.
VI.       Amt für Sicherungsaufgaben (Departamento para las tareas de seguridad): trata de todas las medidas referentes a la actividad de la SS en ocasión de las manifestaciones del NSDAP. Colabora igualmente con el Ministerio del Interior en todas las cuestiones del Servicio Militar de los miembros de la SS.
VII.      Beschaffingsamt (Departamento de aprovisionamientos): el campo de acción del departamento de aprovisionamientos comprende el suministro del equipamiento de toda la SS.
VIII.    Amt für Leibesübungen (Departamento de ejercicios deportivos): que prepara y aplica todas las medidas de la actividad deportiva de la SS en el conjunto de los deportes y supervisa la formación deportiva de los SS.
IX.       Amt für Nachrichtenverbindungen (Departamento para las comunicaciones
de información): se ocupa de todos los asuntos concernientes a todas las noticias de la
SS.
X. Versorgungs- und Fürsorgeamt SS (Departamento de abastecimientos y de beneficencia): se ocupa de todas las cuestiones de beneficencia de la SS, en estrecha colaboración con los servicios nacionales y comunales competentes (departamentos de trabajo, etc.) así como de todas las cuestiones referentes a donaciones particulares».
(Sólo damos aquí la lista de los departamentos de las dos oficinas más importantes, las que se ocupan de la instrucción y la selección racial. El estudio de las otras oficinas se hará ulteriormente en otra obra que versará más específicamente sobre la historia y la evolución de la SS).
Es pues al Schulungsamt a quien correspondía el trabajo educativo de la tropa efectuado por jefes instructores. Éstos eran responsables de la dirección de la instrucción llevada a cabo bajo la forma de conferencias ocasionales por el cuerpo de oficiales y también de educación regular referente a los principios básicos para la tropa. Desde 1934, comenzaron a desarrollar su trabajo que, además, englobaba todo lo que permitía ejercer una influencia ideológica indirecta, como la organización de las bibliotecas de la tropa, el suministro de diarios y revistas, la concepción de las fiestas y las ceremonias internas de la tropa, así como otras formas de celebraciones culturales y de asistencia al soldado. Participaban igualmente en el examen que decidía sobre la admisión definitiva del candidato SS en la orden. Antes de 1937. la instrucción no conllevaba ninguna característica militar, que era competencia de los comandantes y oficiales de las unidades, etc. La dirección de las unidades estaba, pues, repartida: militarmente, dependía de los comandantes e ideológicamente de los jefes de instrucción.
Tal dualismo desmentía naturalmente los principios tradicionales de la autoridad militar, al ser los jefes de las tropas responsables a la vez del espíritu y de la actitud de los soldados y de su cualificación militar. El contraste es tanto más sorprendente si se tiene en cuenta que los jefes instructores concebían su tarea como un trabajo de formación ideológica. A titulo de ejemplo, el jefe instructor de la Leibstandarte Adolf Hitler estipulaba en 1937, en un memorándum, que las tareas y las competencias de su corporación debían orientarse hacia el ejemplo del comisario político del Ejército Rojo. El carácter sintomático de tal actitud patentiza toda la divergencia que podía existir entre la ideología SS y el espíritu conservador de los militares de la Wehrmacht. Sin embargo, ese aparente dualismo de la educación no era en absoluto una consecuencia de los principios de la ideología SS. Éstos incitaban más bien a la fusión de los poderes militares y políticos, lo que, por otra parte, no fue bien acogido por los mandos superiores de la Waffen SS. Puede pues suponerse que esto derivaba de las necesidades ideológicas inmediatas. Los miembros de las unidades militares SS habían, en su mayor parte, recibido ya la antigua formación militar que omitía o negligía la instrucción política. La dirección de la SS deseaba, pues, confiar el papel de la instrucción a un círculo de hombres particularmente elegidos que garantizaran la fiel orientación de las jóvenes unidades SS.
Desde finales de 1937 este principio de reparto de las responsabilidades educativas desapareció progresivamente sin hacer, no obstante, la menor concesión al nivel ideológico o sin adaptarse a los usos en vigor en la Wehrmacht. La instrucción ideológica fue poco a poco delegada en los jefes de compañía y también -con reservas- a los comandantes de batallón. Los jefes instructores rebautizados como «jefes de educación ideológica» (Weltanschauliche Erziehung) (WE) desarrollaban su trabajo a un nivel elevado del regimiento pero se limitaban a aliviar a los jefes de compañía de una parte de la educación ideológica. Esta redistribución de funciones continuó hasta el final de la guerra. Hay que tener en cuenta igualmente que a esos jefes WE se les encomendaron nuevas funciones, especialmente la asistencia a las familias, el cuidado de las tumbas y sobre todo el apoyo a los voluntarios germánicos de la SS. Las razones de esta desaparición progresiva de la separación de las competencias militares e ideológicas fueron motivadas por consideraciones prácticas. El creciente número de tareas que la SS retiraba de las necesidades estatales e ideológicas amenazaba, a fin de cuentas, la misma unidad de la Orden. La dirección de la SS debía, necesariamente, cerrar las brechas que se creaban entre la Allgemeine SS, la policía, las Tottenkopfverbánde (TV) y las Verfügungstruppen (VT). Himmler indicaba igualmente que «el peligro manifiesto consiste en el hecho de que el comandante y el jefe de tropa delegan en otro la parte más importante de sus funciones, es decir, educar ellos mismos a sus hombres, porque no tienen ningún interés en ello. Así se crea el riesgo de producirse un cierto conflicto de mando». La militarización de las unidades de la calavera así como de la Allgemeine. y la politización de la rama militar de la SS, prevenía ese peligro. El principio director del "soldado político" conllevaba en sí mismo esa fusión. En ese espíritu, un verdadero SS no podía ser un oficial de tropa más que si era, también, el instructor ideológico de sus hombres. Más adelante veremos hasta qué punto este principio fue de difícil aplicación.
El estudio del trabajo ideológico realizado ya mucho antes de la guerra revela que siguió diferentes etapas en su concepción y su organización. Según las manifestaciones del primer jefe del Schulungsamt Casar (de quien encontraremos artículos en este libro, y que fue substituido en 1942 por Ludwig Eckstein. igualmente representado por sus artículos) en el transcurso de una reunión de los Gruppenführer SS en 1939, la primera fase educativa trataba de las cuestiones esenciales de la política racial de las SS. No obstante, se pudo constatar un cierto cansancio de los hombres en lo referente a la «política natalista», las «cuestiones de salud hereditaria», la «raciología» y la «elección matrimonial». La educación se amplió pues en una segunda fase al estudio de los «fundamentos de la visión del mundo nacional-socialista». En la tercera fase, cuando «ese programa... ya no estuvo conforme con las exigencias», se «estudiaron cada vez más los temas históricos de los que deriva la posición del nacional-socialismo con respecto a todas las cuestiones de la vida política». El Standartenführer Julius Casar resumió perfectamente bien la evolución de la educación impartida a la SS. La reorganización de la instrucción demuestra incluso la ampliación y la modificación de las tareas de la SS, aún más vastas de lo que sus declaraciones parecen anunciar. Desde marzo de 1938. el Reichsführer le había comisionado para establecer «un plan que englobara múltiples materias, valedero para todas las épocas e incluso para los siglos venideros, y que comprendería en una sucesión lógica el nacimiento del mundo así como los campos de la ciencia y de la astronomía, de la biología, de la doctrina del «hielo mundial» de Hörbiger. Incluiría, además, el nacimiento de nuestros planetas, de la Tierra y de los campos de la geología, de la mineralogía, de la botánica, de la zoología y cualquier otra ciencia conexa. Serían igualmente estudiados el origen del hombre, el maravilloso arte con que Dios lo organizó y lo creó, así como todas las ramas del saber relacionadas con el hombre, tanto si se trataba del milagro del nacimiento de una nueva vida o la lingüística, la anatomía o el conocimiento de la complejidad del cerebro, así como la raciología... Al final de cada año deberá hacerse una recapitulación general en ocasión de una exposición global. Los SS de hoy. en 1938, igual que los del año 2000 y mucho más tarde -asíi lo espero- estarán familiarizados con la historia de nuestro pueblo, de todos los arios, de la Tierra -su grandeza y su belleza- así como de la del mundo entero y tendrán plena conciencia de la grandeza y el poder infinito de Dios». Estas consideraciones de Himmler no son inocentes. Ilustran perfectamente la evolución progresiva y organizada de la instrucción llevada a cabo en la SS. así como la extensión del papel atribuido a los SS.
Por órdenes de Himmler, el Schulungsamt puso en marcha a todo un conjunto de medios y herramientas para esa tarea. El instrumento educativo esencial se encuentra en los «SS Leihefte», editados desde 1935. Estos «cuadernos orientativos» vehiculaban el conjunto ideológico destinado a la SS en forma de artículos cortos (de 2 a 4 páginas de promedio) de aforismos y de poemas extraídos de obras de grandes hombres. Se acentuaba igualmente el aspecto ilustrativo, considerando que una foto es más elocuente que mil palabras y posee sello de autenticidad que no puede ser modificado arbitrariamente. Estas revistas de información respondían a una búsqueda de calidad tanto a nivel ideológico como iconográfico y no incluyeron, ni siquiera durante la guerra, caricaturas o fotografías de pin-ups, que se consideraba presentaban una imagen degradante del ser humano. Se dividían, en una primera fase en dos partes: «La primera parte contiene el tema enseñado según la orden del Reichsführer SS y que está destinada a la instrucción mensual (cuatro fragmentos extraídos del Mein Kampf, cuatro relatos, cuatro ejemplos emanados del trabajo de la oficina genealógica). Además, contiene los principios para el nombramiento de las unidades. La editorial de esta parte, en la que se explica por qué y cómo debe hacerse la instrucción sobre el tema del mes, está únicamente destinada a los oficiales SS, a los jefes instructores y, en general, no debe enseñarse a la tropa.
«La segunda parte («para la formación personal de los oficiales SS y de los jefes instructores») no está destinada a ser enseñada. Debe permitir a los oficiales SS y a los jefes instructores ampliar sus conocimientos. Pueden explotar el tema según su criterio. Seria un error fundamental estudiar ¡os diferentes artículos, unos tras otros, ante la tropa. Esto provocaría una fatiga y una sobrecarga intelectual nociva para los hombres. La segunda parte debe servir, además, de materia complementaria para la instrucción de los SS-VT. etc.» (Extraído de un cuaderno orientativo de marzo de 1936).
En un número de octubre de 1937, puede leerse la siguiente indicación, reveladora de las modificaciones establecidas: «La mención «¡Difusión y reproducción prohibidas! Exclusivamente reservado al servicio» queda suprimida para el futuro: en su lugar se encuentra la mención: «¡Sólo se permite el préstamo a otras personas! Reproducción autorizada únicamente con el acuerdo del editor».
«E1 objetivo del nuevo reglamento es ante todo hacer que los cuadernos orientativos sean accesibles a todos los SS y a los miembros de sus familias. Los oficiales de las unidades encuentran así una ayuda esencial en su trabajo educativo.
«El marco del cuaderno orientativo queda igualmente ampliado. Este objetivo será mantenido en el futuro. Pero la tarea de los cuadernos orientativos se amplia por el hecho de que deben tratar igualmente de la instrucción global del SS.
Asi, en una nueva parte «Nosotros y el servicio», se aportan instrucciones y sugerencias prácticas para la formación militar (interna y externa), la formación deportiva, ecuestre y técnica, y para la conducta del SS en la vida cotidiana.
«Otra parte mostrará el efecto de nuestra concepción del mundo en todos los campos de la vida (la familia, la moral, la educación, la cultura, la economía, la política, el deporte, etc). Mediante presentaciones constantes se indica cuál es el último objetivo que debe alcanzar nuestra revolución: la creación de un Hombre Nuevo que concretiza de nuevo una unidad del espíritu-cuerpo-alma, de la sangre-espíritu-voluntad-acción.
«Otra sección debe constantemente despertar y desarrollar el valor del carácter del combatiente nacional-socialista.
«Para avivar el instinto político del SS y llamar su atención sobre los acontecimientos políticos importantes, en el futuro se tratará de manera continua de la situación política.
«Las ideas directrices para las llamadas a la tropa serán suprimidas de ahora en adelante. Por lo demás, los principios que rigen las dos grandes partes esenciales se conservan, es decir, los cuatro artículos que tratan de los diversos temas».
Los cuadernos de la SS fueron objeto de preocupación constante por parte de los responsables del Schlungsamt. Y aún lo fueron más cuando ese servicio pasó, en 1938, del RuSHA al SS Hauptamt. lo que daba fe igualmente de la reorganización de las estructuras de la SS. ¿Fue a causa de los conflictos existentes entre Heinrich Himmler y Walther Darré, provocados por la falta de realismo y de espíritu práctico de este último? En todo caso, ahora la oficina educativa se hallaba bajo la jurisdicción del SS-Hauptamt, servicio que pertenecía a la esfera ejecutiva directa de Himmler. Los borradores de los cuadernos le eran pues presentados regularmente, y él mismo los corregía con la mayor atención. Incluso en los últimos instantes de la guerra. Himmler concedió siempre una importancia fundamental a la formación ideológica. Ya en 1937 había mandado una circular a todos los jefes instructores oficiales SS precisando que debían «atenerse estrictamente a las fuentes indicadas en las Leithefte». En su discurso a los jefes de propaganda, pronunciado el 28 de enero de 1944 definía el objetivo de las SS-Leifhefte: «Cada capítulo debe poner en evidencia las nociones del combate perpetuo en esta Tierra, de la tenacidad, que tan sólo el fuerte sobrevive a fin de cuentas en la lucha, tanto si se trata de plantas, como de animales, de pequeños seres vivos o de hombres. Nunca hay paz: sólo combate". En junio de 1944 precisaba en otro discurso que los cuadernos de la SS aún no se correspondían totalmente a sus deseos, pero que irían mejorando con el tiempo.
Todo SS que tuviera facultades de escritor apoyadas en sólidos conocimientos en temas diversos era igualmente invitado a participar en la redacción de los cuadernos directores, tal como se indica en el artículo fechado en 1938 «¿Cual de vosotros escribe bien?-: «El Reichsführer SS concede la mayor importancia a que los camaradas de tropa colaboren en las SS-Leithelte, sobre todo los que puedan escribir de manera que puedan ser comprendidos por todo SS.
«El hombre de tropa que sigue los cursillos ideológicos vespertinos después de su actividad profesional no está dispuesto a leer artículos de fondo y tratados complicados que sean difícilmente comprensibles. Desea historias y descripciones que impresionen a su sensibilidad. Artículos, relatos, historias cortas y debates de este género sobre diferentes aspectos de la vida es lo que interesa para los cuadernos de la SS. Pero lo esencial es que. por su contenido y su forma, tales artículos puedan aportar al SS unos conocimientos y una enseñanza importantes para el presente.
«A titulo de ejemplo, en los relatos de la historia alemana, no se trata de describir un acontecimiento cualquiera. Los hombres deben aprender la historia alemana y extraer sus consecuencias para el presente combate gracias a las descripciones que les muestren los caracteres típicamente alemanes que se manifiestan a través de sus virtudes y sus debilidades. Es esencial repetir constantemente a los hombres: ¡Contempla el pasado de nuestro pueblo! Los alemanes han cometido siempre muchos errores y han debido pagarlos muy caros. Deberemos, pues, evitarlos en el futuro. E igualmente: Los alemanes han desarrollado las cualidades y las fuerzas presentes en nuestro pueblo. Vosotros debéis mantenerlas a fin de estar preparados para el combate por la preservación del carácter alemán y su derecho a la vida que cada generación deberá nuevamente asumir. Es también necesario despertar en los hombres su orgullo nacional con ejemplos heroicos sacados de la historia alemana.
«Los estudios y los debates de naturaleza científica deben ser redactados de manera simple a fin de que todos los comprendan. Su objeto es dar al SS una noción del orden divino del mundo.
«Los relatos que describan la acción perniciosa de los adversarios de nuestra concepción del mundo deben mostrar y dar a conocer claramente su táctica tai como se aplica en la práctica, precisamente porque debe ser materia de instrucción.
«Las historias características que traten de temas de la sangre deben mostrar al SS los peligros del mestizaje y educarle a fin de que se una a una compañera del mismo valor. Y ellas deben despertar en él el gusto y el amor por la genealogía...».
En la práctica los cuadernos de las SS se enviaban a los oficiales y a los jefes de instrucción, que los utilizaban en sus «Sturmabende» o «veladas de la tropa» educativas, que tenían lugar dos veces por semana, por la noche, después de las actividades profesionales. Estos cursillos se desarrollaban en el transcurso de diez meses, con un mes libre y dos semanas consagradas a las diversas fiestas. En esas veladas se llevaba a cabo la educación ideológica de los SS. que debía cumplir dos finalidades esenciales: permitir al SS dominar el conocimiento de ciertos hechos básicos, y enseñarle a adquirir un proceso de reflexión independiente con relación a los acontecimientos externos que tenían sus raíces en la concepción del mundo. Esta educación presentaba dos aspectos:
1.         Una educación básica que aportaba nociones familiares al SS que ya llevaba un largo tiempo de servicio y que no estaban contenidas en los cuadernos SS.
2.         Una educación complementaria que servía para ampliar la visión ideológica profundizando en los campos cósmicos, biológicos y políticos ya tratados, y que los cuadernos SS presentaban bajo forma de relatos, dirigiéndose no sólo a la inteligencia de los hombres sino también a su facultad afectiva.
Los dos tipos de educación debían interpenetrarse para un mejor rendimiento. La educación básica tenia una función extremadamente pedagógica, sirviendo en especial para formación previa del postulante SS, llevada a cabo de una manera estricta, e incluso militar. La educación complementaria se realizaba bajo la forma de una exposición hecha por el instructor, con una participación mutua de los hombres, bajo la cómoda forma de un juego de preguntas y respuestas. Los hombres de tropa y los oficiales se reunían por la noche en la sala de la tropa para estudiar y debatir diferentes temas propuestos en la velada precedente. Cada reunión se regía por una idea directriz nombrada «llamada de la tropa» y resumida en una frase, como, por ejemplo: «¡Sé enemigo de los chismes! ¡No hables... actúa!». «La muerte por la patria se merece una veneración eterna». «El prestigio de ¡os actos de los muertos sobrevive eternamente». La participación en las veladas de la tropa se basaba en el voluntariado. Cada unidad estaba de este modo casi enteramente representada y sólo se excusaban los casos graves, como los casos de enfermedad o los fallecimientos de familiares. Virtudes como el sentido del honor, la bravura y el coraje viril eran muy particularmente ensalzadas. Se enseñaba también a los jóvenes SS a cultivar la camaradería, a evitar las querellas y a esforzarse en convencer siempre mediante una discusión franca. Las luchas y las oposiciones habían causado siempre la desgracia de Europa, terminando a menudo en verdaderas guerras fratricidas. La instrucción SS debía esforzarse en terminar con ello. A título de ejemplo pueden citarse los planes del desarrollo de una velada de la tropa y de la educación básica para los meses de noviembre, diciembre, enero, febrero y marzo de 1938.
Curso normal de la educación nocturna:
1.         Canto.
2.         Educación de base: cursos y ejercicios (una media hora).
3.         Pausa (diez minutos).  
4.         Palabras de Adolf Hitler.
5.         Educación complementarla según los cuadernos SS (tres cuartos de hora - una hora).
6.         Nuevos cantos.
Plan de trabajo para 1938/39:
A.        Noviembre: El programa del NSDAP y su aplicación (ciudadanía, trabajo, moral, economía, juventud, autoridad).
B.        Diciembre: Las costumbres durante el año (fiestas SS: concesión del nombre de pila, matrimonio, nacimiento, entierro; la fiesta de la Navidad y su realización; el significado: de los juegos de verano, de los solsticios, del fuego, del candelabro de Jul].
C.        Enero: La idea de la sangre (las razas en Alemania, la ley sobre la protección de la sangre, los alemanes residentes en el extranjero).
D.        Febrero: Los enemigos internacionales (el judaísmo, la prensa, la franc-masonería, el bolchevismo, el cristianismo y las Iglesias políticas).
E.         Marzo: Las leyes SS y los principios de selección SS (principios de selección de la SS, leyes SS relativas a la comunidad de clanes de la SS, ley sobre el matrimonio,
Lebensborn, viudas y huérfanos, leyes relativas a las reglas de combate, ley del honor, carácter sagrado de la propiedad, ahorro).
Al no poder ser los cursos de una eficacia absoluta por sí mismos, hallaban su continuación lógica en las «veladas de camaradería», en las que podían tomar parte las esposas de los SS, los miembros de sus familias, sus amigos y los jóvenes de la Hitlerjugend o de las BDM. La instrucción ampliaba su campo de acción a la familia y a los círculos de amigos y allegados. Estas veladas tenían lugar una vez al mes. La educación ideológica podía, así, llevarse a cabo por medio de debates, de conversaciones informales que favorecían la reflexión. Cada instante del servicio, permisos, pausas en las marchas o en los ejercicios, turnos de guardia o tiempos libres, eran propicios a esa educación. Fue perdiendo poco a poco su carácter oficial, lo que era promocionado por los jefes de tropa, que incitaban a sus oficiales a propiciar el diálogo personal y. por consiguiente, una relación humana más enriquecedora que los relatos y las lecciones. Podían igualmente elegir aspectos del servicio o de la vida privada de sus subordinados como punto de partida de una acción educativa. De esta manera, la influencia ideológica tomaba una dimensión global, afectando a los SS no sólo políticamente, sino también a nivel de carácter y de su actitud afectiva y espiritual.
No obstante, la entrada en guerra conllevó modificaciones sensibles. Las condiciones bélicas dificultaron la continuidad de la organización de aquellas veladas de la tropa. Se dio carta blanca a los jefes de unidades para instruir ideológicamente a sus hombres. La ideología pasó pronto a segundo plano con relación a las cuestiones militares. En cambio. La ampliación de la participación en la lucha a los grupos extranjeros, especialmente germánicos, permitió la creación de nuevos cuadernos de la SS, ¡os «Germanische Leithefte» que, al final de la guerra, contaban con ediciones en siete lenguas diferentes, domiciliadas concretamente en La Haya (Holanda), Amberes (Flandes), Bruselas (Valonia), Copenhague (Dinamarca). Berlín (Alemania), Oslo (Noruega). Reval (Estonia) y París (Francia). Había también ediciones especiales, y concretamente la revista «Vormingsbladen», para los holandeses, y diversos semanarios como 'De SS Man», «Storm SS», «Asalto». «SS Germaneren». «Avanguardía», etc. El principio educativo se había enriquecido considerablemente: Superando la dimensión puramente alemana, se llamaba la atención de los voluntarios sobre el sentido del combate a librar en pro de una Europa unida, por la cultura europea y sobre su carácter de «soldado político» que debía proclamar su concepción del mundo en el seno de su pueblo.
La evolución del número de los cuadernos publicados por la SS muestra también la nueva orientación tomada por la dirección: Abril de 1937: SS-VT =51. SS-TV = 165. Enero de 1939: SS-VT= 1452. SS-TV = 1719. Abril de 1943: Waffen SS = 400.000. Desde el principio de la guerra, los cuadernos serian ampliamente difundidos entre los hombres de tropa y se adoptó una nueva fórmula de presentación. Desde entonces, una idea directriz mensual orientaba su contenido, tal como: la fidelidad, el Orden, la camaradería, el respeto, el riesgo y la responsabilidad, etc. La división en dos partes, los artículos extraídos de la obra del Sippenamt, los estudios del Mein Kampf fueron suprimidos. Se dio prioridad a artículos generales de historia, a testimonios de soldados del frente, a historias instructivas redactadas de una forma divertida, a estudios de la vida de la naturaleza, etc. De tal modo, el cuaderno tomaba la dimensión de un compañero de guerra del soldado, aportándole el consuelo de la patria y apoyándole en su combate político. Es interesante constatar que. a pesar de las terribles condiciones de la guerra, la dirección de la SS se empeñaba en abrir el espíritu de los combatientes SS a las bellezas naturales, a estimular su sentido de la reflexión v a reconfortar su alma por medio de poemas o de aforismos de grandes hombres. Las disertaciones sobre el amor o la belleza de las flores o de los paisajes no parecían deber tener lugar en una guerra mundial. ¡Pero el nacionalsocialismo consideraba que la guerra era también un tema de cultura! Todos los terrenos de la vida eran sujetos de enseñanza. Apelar a la estética y al misticismo en política fue su obra más notable, al dirigirse en profundidad a los espíritus y logrando así la adhesión de numerosos partidarios. Se daba igualmente por descontado que el conocimiento de la belleza, del valor y la importancia de por qué luchaba un SS le incitaría a la búsqueda de las mayores hazañas militares.
Naturalmente, la instrucción ideológica ocupaba un lugar importante en las escuelas de formación militar (Junkerschulen) de los cadetes oficiales, tales como la de Bad Tölz o de Brunswick creadas en 1934 y 1935 o las diversas escuelas de oficiales para la policía, la SD. la Leibstandarte, etc. Se beneficiaba del coeficiente más elevado, en igualdad con los cursos de táctica. El programa de enseñanza se hallaba en la misma línea del espíritu general que hemos visto precedentemente. En un curso minuciosamente planificado, los voluntarios seguían formación deportiva intensiva durante los tres primeros meses, para ir disminuyendo a continuación, buscando, no crear campeones olímpicos, sino hombres de voluntad y de carácter. Gracias a la enseñanza relativa a las cuestiones militares, los aspirantes a oficiales adquirían no sólo los conocimientos necesarios para el manejo de sus unidades, sino lo que permitía alcanzar un sentido de decisión casi instintivo ante la multiplicidad de situaciones. La formación no pretendía transmitir un saber universitario, sino crear la actitud y el comportamiento ideológicos precisos que se esperaban de un oficial. Forjar lo físico, el espíritu agresivo y la voluntad, reforzar el espíritu de cuerpo y de disciplina, procurar una seguridad instintiva y el sentido de la responsabilidad, crear una actitud ideológica, tales eran los objetivos de esas escuelas militares de la SS. Desde la creación de las primeras unidades extranjeras, los candidatos oficiales seleccionados adquirieron en ellas una formación equivalente a la de sus camaradas alemanes.
Como resultado lógico de la idea de Orden de clanes SS. fue creado en 1942 un servicio particular del que raramente se encuentra mención en los libros de historia: el cuerpo de información femenino de la SS. «célula de una orden de mujeres y de chicas alemanas» en un principio, luego germánicas al final de la guerra, esta rama específicamente femenina de la SS seguía las mismas leyes y se fundaba sobre la misma ideología que la rama masculina. Naturalmente, no se trataba de formar soldados, sino una élite femenina consciente de sus responsabilidades políticas y morales y de su papel en el seno de la sociedad. Las muchachas recibían una formación con vistas a la vida profesional, pero también en el marco de la Orden SS. Tenían como misión principal llegar a ser operadoras de radio, teleimpresoras y telefonistas, para descargar de tales tareas a los soldados del frente. La formación adoptaba diferentes aspectos: un entrenamiento físico, una instrucción relativa a cuestiones militares y de información, una instrucción ideológica y el aprendizaje de tareas referentes a la vida del hogar. Las cualidades requeridas para ser admitidas eran: la vivacidad intelectual, la Habilidad y la discreción.
La formación ideológica de las mujeres que alcanzaban el grado de suboficial u oficial, además de los cuadernos SS, comprendía los siguientes temas:
1. Datos históricos básicos Se estudiaban las épocas importantes y sus repercusiones, la geografía, la geopolítica.
2.         La raciología
Se abordaban los temas referentes a los conocimientos generales, los procedimientos relativos al matrimonio, los rasgos característicos de la raza nórdica, la SS. las mujeres de los países germánicos. Se enseñaba a las voluntarias femeninas la naturaleza de la autoridad, a saber formar mediante el ejemplo, la diferencia entre educar y criticar, los fenómenos de simpatía y de antipatía, los nociones relativas a la maternidad, los hijos, la crianza, los deberes de jefa y de mujer, en tanto que madre y miembro de una comunidad, los principios del trabajo doméstico y también nociones de jardinería, del cuidado de los animales domésticos, etc.
3.         El arte y la ciencia al servicio del pueblo
Se refería al estudio de la lectura, la manera de leer, la influencia de la lectura sobre la opinión, el estudio de los diferentes tipos de prensa, la música y el canto, su uso más juicioso y su valor para el espíritu del hogar.
4.         La configuración de las fiestas
Se estudiaba la influencia de las fiestas para aumentar la vitalidad, suscitar la existencia consciente, el sentimiento artístico, la alegría serena, el impulso espiritual y el humor.
5.         La educación política
Trataba de la historia del NSDAP, de la opción profesional, de las cuestiones jurídicas que concernían a las mujeres, de su papel como fuerza conservadora, guardiana de la fidelidad y de la fe, y de las tradiciones.
6.         La SS, núcleo del Imperio
Se estudiaban las obras europeas de la SS. su naturaleza de comunidad de clanes, sus leyes y su tipo de dirección, el lugar y el papel del oficial y del suboficial femeninos en el seno del cuerpo SS de voluntarias femeninas.
La fuerza creadora masculina se asociaba, pues, armoniosamente, con la fuerza conservadora femenina para constituir la comunidad de clanes de las SS.
La SS como Orden
La idea de Orden no es nueva. Atraviesa la historia de Alemania y ya era familiar a los alemanes imbuidos del espíritu de las asociaciones de estudiantes que practicaban el duelo, vieja reminiscencia de los torneos caballerescos. En su principio elitista, la SS no representaba, pues, un fenómeno nuevo. Se inscribía en una vieja tradición aún viva. Su concepción del Orden, sin embargo, adoptó una forma y una dimensión totalmente originales. La SS fue ciertamente la primera organización en la historia de Europa que se interrogó sobre los fundamentos de un sistema de valores de 2.000 años de vigencia, y propuso una redefinición de la ética y el destino del hombre. Este cuestionamiento no significó en absoluto el rechazo de un cierto número de tradiciones y de valores que contribuyeron a la grandeza de la civilización europea, sino más bien la distinción entre lo que es particularmente propio al alma y a la raza indo-europea, y lo que procede de una aportación extranjera. El estudio de la historia alemana y europea le habilitó para prescindir de los errores cometidos por falta de una visión global del mundo y de hacer la síntesis de ideas disociadas hasta el presente. La idea de la Orden de la SS tenia sus raíces tanto en los ejemplos de las órdenes de caballería medieval como en la de los húsares de Federico II. En cambio, se distinguía de algunos de sus principios emanados de la mentalidad judeocristiana y se fijaba como objetivo la preservación y el incremento de las mejores características hereditarias de las familias y de los clanes (véase el artículo «La Orden de los clanes»). La SS se definía a sí misma como una «Orden de clanes», rechazando la regla de castidad seguida por las órdenes religiosas, innovando con relación al ejército tradicionalmente individualista y al espíritu de clase. Se esforzaba, así, en alcanzar una continuidad biológica y espiritual inmutable rehusada hasta entonces a las organizaciones temporales, pues crear una élite puramente intelectual sin tener en cuenta las realidades biológicas y raciales, tal como se practicaba antaño, habría implicado una extinción a más o menos largo término. Las mujeres y los niños tuvieron naturalmente un lugar reservado en esta Orden y fueron sometidos a las mismas reglas de selección que los hombres. Hubiera sido una vana tarea querer seleccionar radicalmente a hombres válidos si pudieran unirse a mujeres de menor valor. En esto, la SS seguía el viejo proverbio filosófico «si quieres crear un mundo mejor, debes empezar por los seres humanos». La idea de Orden implicaba igualmente la idea de ética y de moral, según la antigua concepción germánica del derecho y de la ley (véanse los artículos «Autoridad germano-alemana» y «El honor de la mujer germánica»). Las tres virtudes cultivadas en prioridad eran la fidelidad, restableciendo así la antigua práctica germánica, la obediencia, sin la cual nadie puede ser dueño de sí mismo, y la camaradería, natural entre hombres de una misma comunidad.

La SS se diferenciaba también de las otras organizaciones precedentes por su carácter tri-funcional. Por primera vez en la historia, una organización se esforzaba en realizar en su seno la síntesis de las tres funciones que rigen la vida de la civilización indo-europea, a saber: la acción espiritual, la acción guerrera y la acción productiva. Ya no se disociaba el cuerpo del espíritu y del alma, formando esta unidad armoniosa definida por Rosenberg: «La raza es el alma vista desde el exterior, y el alma es la raza vista desde e! interior». Profesaba un reconocimiento absoluto del lazo fundamental e indisoluble existente entre los diferentes aspectos de la vida y quería dar una realidad tangible y homogénea a un conjunto de conceptos filosóficos, científicos o religiosos. Alió el carácter militar con la fe. el arte con la ciencia, la industria con el campesinado en una suprema alquimia del «Hombre nuevo». Este término de «Hombre nuevo» se opone a la idea preconcebida y generalmente propagada de «pueblo de señores» o de «súper-hombres». Jamás, en ningún texto, se han encontrado esas expresiones falsas y sin gran significación que son el fruto de mentalidades americanizadas y acomplejadas. El «súper-hombre» o «súper-héroe», producto de los fantasmas americanos, es totalmente extraño a su entorno y está dotado de unas facultades supra-humanas rehusadas al común de los mortales que le envidian. Su superioridad no es, pues, consecuencia de su trabajo sobre sí mismo y no merece ninguna admiración. Al término de «señor», que implicaba la idea de clase y de arbitrariedad, los nacionalsocialistas preferían el término de «héroe», es decir, el hombre enraizado en su comunidad, responsable, dando ejemplo por su facultad de superarse y capaz de recrear el tipo humano primordial a partir de sus propios valores.
Esta Importancia concedida a la instrucción ideológica, incluso en los peores momentos de la guerra, emanaba de la voluntad de conseguir una identificación total del SS a la Orden, sus principios, sus valores, manifestándose por una actitud absoluta ante la vida. Las victorias del SS eran a fin de cuentas de la Orden, igual que sus fracasos. Un concepto tal, fundado sobre un sentido del honor a la vez individual y comunitario conducía a la sublimación del concepto del deber. Cumplir con el deber significaba, pues, ser fiel, tanto a sí mismo como a la palabra dada, a su clan y a su raza. Esta identificación transformaba al SS en elemento activo, concienciado en un objetivo a alcanzar, incitándole a superar el egoísmo individualista burgués. Redescubría el sentido y el valor del hecho de «servir», tanto al ideal como a la Orden. Se convertía en el elemento indispensable de una comunidad orgánica en el sentido más noble de la expresión. Esto se exteriorizaba por el hecho sintomático de llevar el uniforme (véase el artículo «Por qué llevamos un uniforme») convertido no solamente en el símbolo de una Orden, sino de una concepción del mundo.
La SS, organización racial
La noción de orden de la SS tomó su dimensión totalmente única por lo que formaba el eje del pensamiento nacionalsocialista, es decir «la idea racial». Concepto que llega a ser un instrumento revolucionario, se encuentra en el origen de la mayor parte de las leyes más importantes de la SS.
El examen de la historia europea y mundial había inducido a los nacionalsocialistas a considerar que existen razas, arias o no. que poseen en sí mismas aptitudes civilizadoras que son el fruto de una evolución y de una especialización milenarias. Estas civilizaciones se manifestaban por el desarrollo de lo que incita a la vida intelectual, artística y material, la cultura del sentido de la belleza y la aptitud de modelar el propio entorno. Estos factores estaban íntimamente ligados a la homogeneidad de cada raza: la desaparición de aquéllos por el mestizaje conllevaba a más corto o más largo plazo la desaparición de la supremacía civilizadora de esa raza. La unidad racial del pueblo participa de esa unidad espiritual, patentizando así el lazo indisoluble entre lo mental y lo físico, siendo este último su representación externa, (cf. el artículo «Del cuerpo racial al alma racial»). De estos estudios surgió una ciencia que alcanzó un alto grado de desarrollo, principalmente en Alemania, conocida con el nombre de «raciología» y cuyos investigadores como Hans F.K. Günther o Ferdinand Clauss fueron los campeones. Francia estuvo ciertamente en el origen de este fenómeno, con precursores como el conde de Gobineau o Vacher de Lapouge.
    La creciente planetarización de los cambios, de los viajes y de las relaciones, había hecho nacer una toma de conciencia identitaria exacerbada ante el temor de un caos étnico. Este sentimiento, hasta entonces difuso, instintivo, confundido muy a menudo con el nacionalismo a causa de la ignorancia de la genética, se convirtió en el arma más revolucionaria del nacionalsocialismo. En ese instante en que, como nunca anteriormente, los pueblos europeos se enfrentaban en su conjunto al peligro de una pérdida de identidad, el nacionalsocialismo les proponía unas soluciones radicalmente nuevas.
En el seno de Europa, la raciología distingue varias «razas» que componen la gran rama indo-europea: las razas nórdica, westfaliana. dinárica, báltico-oriental, oriental y mediterránea, que se reparten diversamente según los países (ver el artículo «¿Qué es la raza?-). Los criterios de distinción se basan esencialmente en el índice cefálico, la fisonomía general y el carácter. Estas razas se hallan presentes en grados más o menos elevados en todos los pueblo europeos, pero los nacionalsocialistas insistieron sobre la importancia a conceder a la raza nórdica, que constituye el nexo unificador entre todos los europeos, marcando a la historia europea con su huella. Una atención privilegiada le era igualmente concedida en razón de su tasa de natalidad en constante descenso que la amenaza de extinción. Era preciso, pues, esforzarse en favorecer su crecimiento por todos los medios. Pero e¡ tipo «nórdico» no debe ser asimilado a un dato geográfico ni a un arquetipo. Se le ha llamado nórdico por que los Individuos que presentan estas características se encuentran más frecuentemente en los países nórdicos. No obstante, se encuentran presentes en todo el mundo. El gran vikingo rubio es una caricatura de él, pues el nórdico es más bien un tipo de hombre de síntesis, de talla entre media y alta, de cabello claro, entre castaño y rubio, de ojos grises, verdes y azules. El color de los cabellos y de los ojos no puede ser determinante por sí solo: ciertos eslavos y judíos tienen el cabello y los ojos claros sin por ello pertenecer a la raza nórdica. El ideal nórdico fue ciertamente mejor definido por el arte griego, cuyas magníficas estatuas constituyen el ejemplo perfecto.
La SS dio prioridad a la selección de una élite que no podía, pues, convertirse en europea más que en función de ese ideal nórdico físico y espiritual que superaba ampliamente el simple marco nacional. Los candidatos eran, pues, escogidos en función de sus características raciales que más se aproximaran a ese ideal sabiendo, no obstante, que la mayoría de los europeos va no presentan las características puras de una u otra raza determinadas: todas esas cualidades se alían para constituir el genio europeo. Además del tipo nórdico eran igualmente aceptados los tipos westfaliano y dinárico. Por otra parte, la mayoría de los SS. y concretamente los dirigentes, estaban muy lejos de esa imagen caricaturesca inventada en la postguerra.
La selección racial no excluía a las mujeres, tal como ya se ha dicho. La instrucción concedía una importancia muy particular a la orientación de los «gustos matrimoniales» de los SS según el modelo nórdico. Se velaba también en evitar los matrimonios con individuos con taras hereditarias, a fin de promocionar una elevación progresiva del valor general de la Orden, pues la SS se presentaba igualmente como una organización con finalidades eugenésicas tendentes a la desaparición progresiva de las enfermedades hereditarias. Muchos mitos concurren en la idea que se ha hecho de esta selección. Uno de los principales es ciertamente el «mito ario» asimilando arianidad a nordícidad. Como se ha visto, la gran familia aria se divide en diferentes subespecies y se cometería un error fundamental si se confundiera el conjunto con lo particular. El término «ario» fue, por otra parte, raramente empleado, normalmente en el contexto de los estudios de la civilización india, contrariamente a lo que se ha afirmado en numerosos libros de historia. Se le prefería el término «nórdico», más explícito.
La noción de «pangermanismo» ha prestado también a mucha confusión. El pangermanismo fue asimilado a un término que se podría traducir por «alemanismo-{Deutschtum}, es decir un nacionalismo alemán radical, polvoriento y conservador. Es cierto que, en sus comienzos, el nacionalsocialismo, partido político inscrito en el sistema democrático, se dirigió prioritariamente a los alemanes. Más de un responsable del Partido, estrecho de miras, sólo lo consideraba desde ese ángulo. En cambio, por su carácter de concepción del mundo, su aspecto supranacional y suprahistórico iba a imponerse pronto a consecuencia de circunstancias mayores, como el desencadenamiento de la guerra y la posibilidad de una participación europea en la lucha. Los alemanes, por otra parte, no habrían comprendido que Hitler hablara primero de Europa antes de haber solucionado los problemas políticos internos. El dejó, pues, la iniciativa en ese terreno a la SS, organización de vanguardia con relación al NSDAP, organización estrictamente política. En un discurso de 1944. Himmler deploraba el hecho de que aún demasiada poca gente, en 1935, fuera capaz de comprender la dimensión europea y germánica del nacionalsocialismo, lo que había frenado considerablemente el trabajo futuro.
Como una respuesta alentadora, en muchos países europeos existían igualmente partidos que se reclamaban abiertamente de la filosofía nacionalsocialista, como el Partido Nacionalsocialista Francés, el Partido Rex de León Degrelle o el Movimiento de Vidkun Quisling en Noruega.
Un concepto revolucionario que permitía realizar la unificación europea aparecía como prolongación de la idea racial: la germanidad. Todavía balbuceaba antes de Ja guerra, confundido por los mismos nacionalsocialistas en los términos sinónimos de «sangre alemana», «germano-alemán», 'germano-nórdico», «nórdico-alemán» en una aparente imprecisión terminológica. Era preciso encontrar un factor común representativo a nivel ideológico y biológico que uniera a todos los pueblos europeos, y fue la germanidad, detentora de la sangre nórdica, la que se impuso. En la terminología SS el germano representaba algo más que un simple miembro de una tribu histórica. Hombre procedente del Norte. Hiperbóreo original, formaba el 'germen» (del latín germen-inis) de donde habían surgido los principales pueblos europeos. La utilización del término «indo-germano» en los textos es reveladora, y fue reemplazada en la postguerra por «indo-europeo» mucho más «conveniente» para los oídos democráticos. León Degrelle también hablaba gustosamente de los «germanos de Occidente» cuando se dirigía a los belgas o a los franceses.
La idea de germanismo, o incluso de germanidad (Germanentum) servía sobre todo para derribar las antiguas barreras de los nacionalismos estrechos, para terminar, por fin. con las estúpidas querellas que habían desgarrado a Europa en beneficio de intereses que le eran ajenos. Ella permitía la unidad europea, e incluso de todo el mundo ario en su conjunto, con el núcleo germánico como centro. No era una tentativa de uniformización comparable con el «mito americano» que se esfuerza por fundir en un bloque comunidades de los más diversos orígenes, con - a menudo - ningún vínculo en común. El americanismo y el cosmopolitismo fueron ampliamente denunciados a causa de su acción corruptora y anticultural enemiga del genio ario (véase el artículo «América en Europa»). La ideología SS ponía igualmente fin a las divisiones entre hermanos celtas y germanos, creadas artificialmente por los romanos con fines políticos. Los celtas, los latinos, los escandinavos y los eslavos indoeuropeos, ramas múltiples de un mismo árbol, ocuparían su lugar en el seno de la futura Europa, como grupos federados que conservarían sus particularidades. Este proyecto encontró su marco apropiado en el concepto de «Imperio» (Reich) que perdió su denominación de «Tercero» desde 1939, por orden de Hitler. El «Tercer» Reich demasiado alemán cedía, pues, su lugar al Imperio europeo, demostrando una vez más el compromiso europeo de los responsables nacionalsocialistas ya mucho antes de la guerra. El gran Imperio germánico europeo, mito que atraviesa constantemente la Historia de Europa pero nunca concretado, debía finalmente nacer por medio del nacionalsocialismo y servir de estructura a la unidad europea. Este Imperio, no obstante, se habría limitado al marco del espacio vital histórico de los europeos (véase el artículo «Heinrich I»), reconquistando antiguos territorios perdidos en el Este sin cometer el error histórico de ir más allá. La mentalidad «colonialista» de los siglos pasados fue, por otra parte, vivamente criticada.
Significativamente, ya mucho antes de la guerra, la SS nombró en cargos de responsabilidad a partidarios convencidos de la idea europea, como el suizo Franz Riedweg que dirigía la «sección germánica» de la SS desde 1937 y Gottlob Berger, jefe de la oficina de reclutamiento del SS-Hauptamt desde 1938 y promotor de la Waffen SS europea. La SS había admitido en su seno grupos europeos, suizos, flamencos, neerlandeses, noruegos, finlandeses; luego, más tarde, valones, franceses, cosacos, italianos, bosnios: en total, alrededor de treinta nacionalidades, atestiguando así esa toma de conciencia. Cada unidad europea de la SS conservó su lengua (el alemán era utilizado únicamente como lengua de mando con objeto de evitar una anarquía general ya que los cuadros militares eran alemanes), toda costumbre o particularidad religiosa fue respetada. En un discurso de abril de 1942 ante el círculo de apoyo de los cuadernos SS germánicos, Gottlob Berger precisaba: «... nosotros no queremos alemanizar o germanizar en el mal sentido de la palabra. Hay que apoyar a nuestros hermanos germánicos en su amor por su identidad, por la conservación de su lengua, sus costumbres. Sin amor por la patria no puede haber amor por el Imperio gran-germánico». Se alababan incluso los méritos de antiguos adversarios cuando éstos se habían revelado como los cantores de una filosofía elitista (véase el artículo «Máximas sobre la guerra»). Incluso los voluntarios musulmanes europeos, admitidos no como musulmanes, sino como europeos, pudieron continuar absteniéndose de la carne de cerdo y del alcohol. La sensibilización a la idea racial superó el simple ámbito europeo, pues, desde 1939, los americanos arios fueron invitados a reencontrar sus raíces y a participar en el gran combate para la conservación de la identidad blanca (véase el artículo «Las cuestiones raciales en los Estados Unidos»).
La SS, organización religiosa y cultural
Esta afirmación, a priori desconcertante, no podrá sorprender mucho después de todo lo que se acaba de decir. Si el NSDAP fue una organización política que se inmiscuía poco en los asuntos religiosos, principalmente por razones diplomáticas, la SS, en su calidad de Orden ideológica, emitió igualmente reivindicaciones en este terreno. El retorno a un universo mental propiamente ario no podía dejar de lado lo que une al hombre con el principio superior absoluto, es decir la religión. La denuncia del carácter halógeno inherente al judeocristianismo, que había impregnado a las mentalidades europeas desde hacía siglos, alcanzó una virulencia tal vez superior a la referida al judaísmo. No se perdonaba al cristianismo, derivado de la filosofía judaica, haber vehiculado una ideología mundialista y haber sistemáticamente borrado y denigrado todo lo que pudiera recordar a la antigua cultura germánica. Tomemos como prueba el sermón del cardenal Faulhaber en 1933, el día de San Silvestre: «No se puede hablar de una cultura germánica en sí, precediendo a la época precristiana y fundándose en Tácito. Los germanos sólo llegaron a ser un pueblo con una civilización en el pleno sentido de la palabra gracias al cristianismo. La tarea más dura para los misioneros cristianos fue convencer a los germanos de que fundieran sus espadas en arados". El cristianismo protector de los débiles y de los enfermos, predicando el pecado y la vergüenza del cuerpo, el desprecio por los animales y las mujeres, estigmatizando la alegría y el orgullo, denigrando las realidades raciales, era considerado por los nacionalsocialistas como una «enfermedad del alma».
Fue, ciertamente, la primera interrogación en la historia sobre la idoneidad de la filosofía judeocristiana en su conjunto. No obstante, los planteamientos quedaban muy matizados en diferentes aspectos. Se testimoniaba una relativa simpatía por el protestantismo, únicamente en la medida en que éste significó una revuelta contra el espíritu papista romano (véase el artículo «La universidad alemana en la Contra-Reforma»), pero se le rechazaba por su carácter bíblico dogmático (véase el artículo «La creencia en las brujas»). En 1937. Himmler escribió una carta a todos los jefes de instrucción prohibiéndoles atacar a la persona de Cristo, estimando sin duda que tal actitud habría podido chocar con las convicciones de la mayoría de los SS aún apegados a la vieja religión y que un estudio de las costumbres hecho en un sentido positivo podría resultar más persuasivo.
La desaparición progresiva del cristianismo debía, pues, hacerse a beneficio de un retomo al espíritu fundador de Europa que había animado la religión pagana de los antepasados. La SS proponía redescubrir el principio de una actitud religiosa propiamente aria ante la vida y el mundo, ahogada y disfrazada bajo afeites cristianos, pero siempre presente, especialmente en el mundo campesino (véanse los artículos «Costumbre vinculada a la cosecha» y «El pan sagrado»). Se devolvía a la religión su sentido primordial volviendo a colocarla en el marco natural visible, reflejo del orden superior invisible. El hombre tomaba consciencia del hecho de que no era más que un elemento del orden natural, sometido a su ley como cada ser vivo. No podía, pues, realizarse plenamente más que en este mundo, llevando una vida que desarrollara y mantuviera las cualidades del cuerpo, del carácter y del espíritu. Despreciar el aspecto físico y material, igual que el mundo viviente en general, equivalía a despreciar el modo de expresión sensible de lo divino. Por su respeto de las diferencias y su oposición a la mezcla uniformadora, el hombre seguía los grandes mandatos de la naturaleza soberana. Esta piedad profundamente fiel al mundo de las leyes naturales eternas, se alejaba tanto del ateísmo considerado como un producto de la decadencia como de las anticuadas prácticas de los grupos pseudopaganos. (véase el artículo «La crisis espiritual»). Se alejaba igualmente de esta forma de idolatría que consistía en dar una apariencia material (el Cristo «hijo» de Dios y la virgen María inmaculada) a un principio divino supra-material.
Por esta fidelidad a las leyes naturales, la SS vino a adoptar una actitud que en la actualidad se calificaría de «ecologista», preconizando el retomo a una vida campesina sana, la utilización de productos naturales (véase el artículo «Por qué una fuente súdete») y el respeto de la naturaleza (véanse los artículos «Las leyes eternas de la vida», «Camarada SS a mi lado», «El bosque como comunidad de vida» y «Ciclo eterno»). Este concepto de la vida ofrecía un sorprendente contraste con la tradición cristiana, hostil a toda expresión natural y predicando el temor de Dios. La vanidad del hombre bíblico, creyéndose superior a la naturaleza, no puede más que desencadenar las peores catástrofes, tales como las que se perfilan en el horizonte del tercer milenio (desaparición de numerosas especies animales, destrucción de los bosques, polución, destrucción de la capa de ozono, etc.)
La SS evitó siempre criticar las opiniones religiosas de los individuos, por considerarlas un asunto estrictamente personal. Atacaba ante todo la filosofía y las instituciones eclesiásticas en el contexto del estudio de la concepción nacionalsocialista del mundo, lo que puede parecer paradójico. El sentido de lo sagrado y de la piedad que reside en cada individuo, cristiano o no. conservaba un valor absoluto. La libertad de creencias era respetada. En las hojas de reclutamiento, se preguntaba si el candidato era «católico, protestante o...¡creyente!» (gottglaubig), es decir, «pagano». La revolución religiosa se llevaba a cabo progresivamente, con objeto de adquirir una fuerza decisiva. Se trataba de hacer derivar a los cristianos hacia la óptica pagana bajo el efecto de la impresión ejercida por el fasto y la profundidad de las ceremonias religiosas, por el estudio y la valoración de un universo espiritual original y verdaderamente ario. Tan sólo la aceptación voluntaria confería al saneamiento del sentido religioso toda su eficacia, y no la coacción. Esta religión «nueva» y, sin embargo, inmemorial, conllevaba sus propios ritos y ceremoniales. También al Schulungsamt le correspondía la tarea de devolver su sentido original pagano a las fiestas y ceremonias relativas a los acontecimientos más importantes de la vida del hombre, como el bautismo (definido como entrega del nombre), el noviazgo, el matrimonio (véase el artículo «La admisión de la mujer en la comunidad del clan SS»). los funerales, etc. Los jefes de instrucción eran los únicos habilitados para concebir el espíritu y la forma de las fiestas, con excepción de las aplicaciones prácticas que dependían únicamente de los jefes de unidad. La SS se prohibía a sí misma crear un nuevo clero dogmático concediendo prerrogativas a los jefes de instrucción. Los jefes de unidades practicaban ciertas ceremonias sólo en el caso de que sus hombres estuvieran directamente implicados, excluyendo así el riesgo de una transmisión sectaria de un poder religioso. Sólo se mantenía el marco religioso en el cual la sensibilidad personal de cada individuo se expresaba libremente.
Las fiestas estaban concebidas con la intención de restituir al hombre sus lazos privilegiados con la naturaleza en tanto que expresión de la creación divina. Se trataba igualmente de extirpar la reorientación judeocristiana impuesta a las fiestas tradicionales, como la fiesta de Jul (Navidad), la fiesta de Ostara (Pascuas), el solsticio de Verano (o fiesta de San Juan). En esto, el mundo campesino ofrecía el aspecto perfecto de una sociedad que había sabido preservar el sentido de sus antiguas tradiciones por su apego y su fidelidad a la naturaleza. ¿Acaso la palabra «pagano» no procede de paganus, campesino, que los cristianos no lograron llegar a convertir totalmente jamás? Así, el hombre volvía a sentirse el eslabón indispensable y responsable de la larga cadena del clan, transmitiendo la vida así como las tradiciones de una manera inmutable. El orgullo de los cuerpos y los rostros con ojos centelleantes vueltos hacia el Sol atestiguan la alegría de la creación que Dios ha dado al hombre, que Le da las gracias mediante las fiestas.
Esta revolución espiritual se inscribía igualmente en el contexto de la Historia en un sentido germánico. Los alemanes descubrían verdaderamente una parte de una historia que hasta entonces, había estado sumergida en la ignorancia o el desprecio, la de sus antepasados germánicos. El Siglo de las Luces había tomado como modelo la civilización griega, buscando en ella las raíces estéticas y filosóficas. Alemania fue particularmente afectada por este fenómeno e incluso algunos han querido ver en el nacionalsocialismo su heredero. La plástica de las estatuas y de la arquitectura neoclásica alemana, podían traicionar esta afiliación. Sin embargo, una tendencia paralela ya antigua (el romanticismo alemán) iba a imponerse más y más: el retorno a la germanidad. Dejando a Grecia lo que le era propio, la filosofía de los «germanistas», propugnada sobre todo por la SS, se esforzaba en hacer resurgir del olvido y del menosprecio la cultura de los ancestros directos de Alemania, demostrando así que la moral, la poesía y el arte germánicos no tenían nada que envidiar a los demás. El trabajo llevado a cabo por otros investigadores como los hermanos Grimm o Gustav Kosinna fue continuado a mayor escala. La finalidad de un tal interés histórico, aparte el restablecimiento de la verdad, visaba también a procurar una legitimidad a la Orden SS, que tomaba referencias en la enseñanza de las grandes figuras históricas guerreras, políticas o artísticas. Federico II de Prusia. Durero. Nietzsche. Wagner. Bismarck o Rene Quinton atestiguaban todos la permanencia de una cierta actitud propia de la raza aria. ¿Acaso no eran ejemplos del genio creador, por encima del tiempo y las modas, cuya síntesis la SS se esforzaba en llevar a cabo? ¿No tenían siempre un mensaje que transmitir, siendo, a su manera, unos precursores? Citemos tan sólo algunas ideas en las que se inspiró la SS: la idea carolingia de Imperio, la creación de valores en un sentido nietzscheano, la espiritualidad wagneriana. la virtud militar prusiana y la mística caballeresca medieval.
La admiración suscitada por Rene Quinton, aunque hubiera sido un enemigo de Alemania en su tiempo (1914), revela igualmente la superación de las divisiones políticas o nacionalistas. Confirma que toda filosofía heroica no podía dejar de hallar eco en el nacionalsocialismo, (Véase el artículo «Máximas sobre la guerra»). Sucedía incluso que se alabaran cualidades de pueblos extranjeros (véanse los artículos «Yamato» y «El Imperio de Ataturk»). La personalidad de Carlomagno no dejó tampoco indiferente a la SS. Ciertos historiadores han propalado complacientemente en la postguerra el rumor de que fue tratado de «verdugo de los sajones». Sin ignorar su turbio papel en la matanza de Verdún, la SS veía en él el primer artífice de la unidad europea y el creador del principio de un Imperio germánico (véanse los artículos «Carlomagno, fundador de Estado» y «El nacimiento de la Europa germánica hacia el año 500»), Carlomagno, figura histórica de los alemanes tanto como de los franceses, encamaba pues el vínculo entre los dos pueblos de un origen común.
Cuestiones legítimas
Considerando esta ideología y estos objetivos, cabe preguntarse en qué medida la SS pudo llevarlos a cabo y cuáles fueron los obstáculos con que topó. Como hemos visto, la SS se dividía en tres ramas diferentes que, con el tiempo, se diferenciaron cada vez más las unas de las otras, a causa de su espíritu propio. A pesar de los múltiples esfuerzos de la dirección central para conservar la cohesión y la unidad de la Orden, fueron apareciendo diversas tendencias que frenaron la obra de edificación general. La Waffen SS, rama militar, enlazaba con la gran tradición del ejército prusiano de Federico II por intermedio de jefes como Paul Hausser o Sepp Dietrich, que le dieron ese impulso. Para hombres formados en la antigua escuela, marcados en profundidad por su educación tradicional, la instrucción ideológica y las cuestiones religiosas eran unas abstracciones «nebulosas» que dejaban al cuidado de los ideólogos como Himmler o Darré utilizando los cuadernos de la SS para difundir estas ideas consideradas a menudo como utópicas. Algunos oficiales superiores, como Félix Steiner, incluso descuidaron voluntariamente los cursos políticos, considerando que las prioridades suscitadas por la guerra consistían en formar combatientes más que soldados políticos. En cambio, los simples soldados, recién llegados, fueron mucho más receptivos y comprendieron a menudo mejor que sus generales la amplitud de los envites políticos en juego.
La Allgemeine SS y los Tottenkopfverbände, ramas «políticas» más antiguas, concebían su papel como unidades revolucionarias portadoras de la ideología nacionalsocialista. Ciertos jefes, como Theodor Eicke, experimentaban incluso un relativo menosprecio por la Waffen SS, juzgada demasiado tradicionalista y «militarista». El hecho de que las designaciones de grados fueran parecidas entre todas las ramas no hacía más que agravar las cosas, al aceptar difícilmente las Waffen SS que unos «civiles» pudieran ser generales o coroneles sin haber servido en el frente. Es justo señalar, a ese respecto, que los grados de la SS no tenían más que una equivalencia relativa con los grados militares, y contrariamente a ellos, no iban precedidos de «señor» (terminología alemana), sino que correspondían más bien a un valor en sí del individuo. Los civiles, asi como los militares, eran considerados como combatientes comprometidos en la causa del nacionalsocialismo. Este principio hizo que se viera a hombres de unos treinta años llegar al grado de general y que unos «civiles» de un talento incontestable, como Werner von Braun o el profesor Porsche, fueran «oficiales» en la SS.
Además, las Waffen SS recibieron durante la guerra sus directivas militares de la Wehrmacht. y no de la dirección central SS que proporcionaba el aprovisionamiento, creaba las unidades y se ocupaba de la instrucción. Apareció un cierto sentimiento de autonomía con relación a la SS de Berlín, pero sin llegar a la oposición abierta, pues se trataba más bien del reflejo de una divergencia de experiencias vividas que de una oposición ideológica, y más teniendo en cuenta que la Waffen SS no tuvo nunca que ocuparse de las tareas políticas confiadas a unidades particulares de la SS.
Considerando estos hechos, un observador atento podría argüir que reducir la historia y las concepciones de la SS al estudio de los cuadernos directores no estaría conforme con la realidad histórica. Los cuadernos de las SS presentaban ideas, personajes o situaciones extraídos de la realidad y considerados como ejemplares o portadores de enseñanzas. Reflejaban de este modo lo que la ideología nacionalsocialista consideraba virtudes y cualidades esenciales, puntos de referencia para todo SS, incluso si la realidad y las necesidades de la vida no permitían siempre su aplicación. Pero las publicaciones SS nos permiten precisamente juzgar esta concepción del mundo en su abstracción que es más representativa de un estado de espíritu que de unos actos limitados en el espacio y en el tiempo. En esto, los cuadernos de la SS nos presentan la visión ideal que la Orden SS se hacía de la vida, de la sociedad y de aquello a que se aspiraba.
No obstante, se debe re-situar el fenómeno SS en el concepto del nacionalsocialismo, que era una ideología, con múltiples facetas. La corriente SS, ciertamente la más significativa, al no ser ella misma siempre unitaria, topó con otras tendencias. Los conflictos de personas o de ideas con el Partido representaron un freno suplementario a realización de un programa homogéneo. La tendencia «alemanista» del Partido percibía mal la creación de una Europa federada bajo tutela de la SS. y los doce años de existencia del nacionalsocialismo fueron insuficientes para conseguir un cambio radical de las mentalidades. Sólo sirvieron para poner los cimientos. La generación surgida de la Hitlerjugend y de las promociones más jóvenes de la SS habría ciertamente alcanzado este objetivo pero la Historia no le dio tiempo. Un viejo voluntario francés me declaró un día: «Los nacionalsocialistas eran semejantes a los jardineros. Plantaron las semillas, pero sin tener tiempo para ver surgir el resultado.» La espantosa tormenta de la guerra puso fin a esta gran aventura.
Por su rigor, su disciplina y su espíritu, la SS ha podido pretender haber creado las primicias de un nuevo tipo de hombre pasado por la forja de los mandos y la prueba del fuego. A pesar de todos estos obstáculos, lo demostró en muchos frentes, tanto interiores como exteriores. Independiente del ejército, creó una nueva «actitud combatiente», distinta del Partido, una nueva «actitud ideológica» y alejada de la Iglesia, una nueva «actitud espiritual» fundamental. Si para Goethe la acción era la «celebración del hombre auténtico», entonces la SS también lo fue. La revolución de los cuerpos llevada a cabo debía ser seguida por la revolución de los espíritus. Pero aún no habían llegado los tiempos.
A título de advertencia, la autora quiere precisar que su propósito responde a una voluntad de trabajo histórico y científico, que no debe hacer olvidar todos los sufrimientos que millones de hombres padecieron durante la última guerra. No puede, pues, ser considerado apologético. Estudia ciertas ideas defendidas por un sistema político determinado y unos hechos concretos situados en un contexto histórico preciso. Se esfuerza en proporcionar unos materiales que permitan al lector formarse una opinión en completa libertad, en relación a todo lo que ya se ha publicado sobre la cuestión. Tal debería ser el trabajo de todo historiador auténtico. Es, pues, en este estado de espíritu que deben leerse los artículos referidos a los judíos o a las cuestiones religiosas. El lector es el juez único en su alma y conciencia ante las ideas presentadas en el presente libro.
Para toda clase de informaciones complementarias, los que lo deseen pueden escribir a la autora a través de la editorial.
Edwige Thibaut
París. 7 de Octubre de 1990