Recuerdo de un soldado - General Heinz Guderian

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La Segunda Guerra Mundial constituyó una verdadera revolución en lo que al uso de las fuerzas mecanizadas se refiere. Desde su uso como apoyo de infantería en la IGM a la concepción como arma independiente pero combinada mortalmente con apoyo aéreo en un frente dinámico que se aproveche de su velocidad transformará definitivamente el frente de batalla y le dará increibles victorias al ejército alemán. Este tipo de guerra moderna, con el movimiento constante y la sincronización perfecta entre unidades de tierra y aire en el ataque, se convirtió en el sello característico del ejército alemán para derrotar en tiempos record a fuerzas militares mucho más numerosas que las suyas. A esta novedosa forma de hacer la guerra se le llamó "Guerra Relámpago" ("Blitzkrieg"), y tuvo como uno de sus comandantes más destacados, y su vez uno de sus más importantes teóricos y propulsores, al general Heinz Guderian.
Admirado hasta por el enemigo a causa de su valor, su inteligencia, su particular estilo a la hora de llevar toda situación militar al límite de sus posibilidades, y, sobre todo, por una más que demostrada caballerosidad y respeto hacia el adversario, Heinz Guderian hizo más grande aun el prestigio ganado por el ejército alemán a lo largo de toda su historia.
Su poderosa personalidad lo llevó a ser uno de los personajes predilectos de la propaganda alemana de guerra tanto como a ser apartado circunstancialente del servicio debido a sus oposiciones al modo de conducir la guerra de Hitler.
Lo que no se le puede negar es el haber sido una de las personalidades más influyentes en el desarrollo de la guerra y uno de los generales más capaces y visionarios del ejército alemán.
En sus memorias -como comandante en jefe de un Cuerpo de Ejército, como jefe principal de un grupo de tropas acorazadas, y como jefe superior de un Ejército acorazado- nos describe con agilidad y precisión las grandes maniobras y la tensión en la lucha, el desarrollo de las batallas y el combate en el Estado Mayor. Son las memorias de un auténtico militar al estilo prusiano, un militar fiel a su país y a su Ejército.
Constituyen, por lo tanto, una de las obras más importantes sobre la Segunda Guerra Mundial y el Ejército alemán.

PRÓLOGO

El destino ha hecho que mi generación participara en dos Guerras Mundiales que han terminado con la derrota de mi patria. Es ésta una suerte dura; y nosotros, soldados veteranos, sentimos, en lo más profundo, el dolor y las tristezas de nuestro pueblo. Durante largos años, los combatientes de las últimas guerras se han mantenido callados con gran esfuerzo. O permanecían prisioneros o tenían otros motivos para adoptar una actitud reservada. Entre nuestros recientes enemigos, los victoriosos, se han publicado numerosos libros sobre la Segunda Guerra Mundial. En parte, son recuerdos personales, en parte, valiosas obras de Historia. Al apaciguarse ahora las más violentas sacudidas del hundimiento parece llegado el momento de mostrar también el lado alemán, lo que está grabado profundamente en la memoria de los supervivientes. Nuestros archivos han sido destruidos o cayeron en manos del enemigo. Los escritos auténticamente fieles a la Historia serán, en consecuencia, muy difíciles de encontrar. Por lo tanto me parece importante poder ofrecer las memorias basadas en recuerdos personales de los combatientes de aquel tiempo, aunque sólo hayan participado parcialmente en los acontecimientos y prevalezca, en ellos también, la forma subjetiva.
Pero no es éste el único motivo que me induce a escribir. Millones de mujeres y de madres alemanas dieron sus esposos y sus hijos a la patria. Cientos de miles de alemanes, mujeres, niños, ancianos, cayeron sacrificados a las bombas enemigas. Mujeres y niños ayudaron a conservar la patria y el hogar con sus trabajos en las trincheras, en las fábricas y en los campos. La clase trabajadora cumplió, incansable, su deber para con la patria. Los campesinos alemanes cultivaban el agro en las más terribles circunstancias de trabajo, y aseguraron, hasta el amargo fin, la alimentación del pueblo. Millones de alemanes fueron arrojados de sus casas y cayeron en la más precaria situación o tuvieron que comer el pan del enemigo. Millones de soldados, la sangre de nuestro pueblo, murieron frente al enemigo, valientes y fieles, como tantos otros alemanes, desde hace siglos, habían dado su vida por nuestra patria. Todos son acreedores de nuestro agradecimiento.
No estoy autorizado para hablar en nombre de mi pueblo, pero puedo, al menos, hacer llegar hasta mis viejos soldados una muestra de mi agradecimiento. Sabíamos, unos y otros, lo que debíamos defender, y esto nos ha ligado y, como yo espero lleno de confianza, nos mantendrá unidos para siempre.
Se siente ahora demasiada inclinación a acusarnos de "militarismo" y de "nacionalismo". También este libro se expondrá a correr el riesgo de semejante reproche en algunas de sus páginas. Tanto para mis viejos soldados como para mi, «militarismo» significa vanidad, fatuidad, presunción, juego militar, fanfarrona copia del lenguaje castrense, la hipérbole de la apostura militar y su trasplante a la vida ciudadana; conceptos que el verdadero soldado rechaza. Precisamente por conocer la terrible realidad de la guerra juzgo inadmisibles, como hombre, semejantes conceptos. El militarismo aspira a la conquista ambiciosa y a la política de dominio. Nosotros fuimos soldados para defender nuestra patria y hacer a nuestros jóvenes honestos y aptos para el servicio militar. Éramos militares y lo fuimos con gusto. El servicio era para nosotros un alto deber, nacido del amor a nuestro pueblo y a nuestro territorio. Dicen que «nacionalismo» significaba para nosotros supervaloración de nuestra patria y arrogancia ante otros pueblos y razas. Nos sabemos libres de tales ideas. Porque el amor a nuestro país y a nuestro pueblo no nos impide respetar a otros pueblos en su modo de ser propio; mas este amor a la patria y este concepto del deber altamente desarrollado, debemos mantenerlo vivo. No nos desviaremos; seguiremos el camino sin vacilar, a pesar de los lamentos de la débil época actual contra el nacionalismo. Queremos ser y seguiremos siendo alemanes. Reconocemos la importancia de una Europa genuina, actualmente sacudida en sus más firmes fundamentos, y estamos dispuestos a llegar a ser un miembro respetado de ella con igualdad de derechos y deberes que los demás pueblos.
Con el mismo espíritu, este libro quiere contar también a las jóvenes generaciones cómo combatieron sus padres, poniendo sus vidas al servicio de Alemania. Quiere recordarles que no han de olvidar a quienes creían en ella a pesar de las calamidades y de la muerte; y finalmente, a pesar de la derrota segura. Sólo así no será inútil su sacrificio y saldremos airosos, ¡Dios lo quiera!, en el pacífico encumbramiento de Alemania.
Lejos de mi ánimo defender o inculpar. Me he esmerado en describir mi propia experiencia. Mis fuentes consisten en apuntes y cartas que han sobrevivido a mis avatares de prisionero y en relatos de combatientes. Mi obra no estará exenta de errores de memoria en algunos pormenores. La abundancia de sucesos borra sus detalles y hasta los propios sucesos, después de estos años de privaciones, comienzan a palidecer.
Describo los hechos como los vi en mi puesto de aquellos tiempos —como comandante en jefe de un Cuerpo de Ejército, como jefe principal de un grupo de tropas acorazadas, y como jefe superior de un Ejército acorazado—. Para poder presentar en su conjunto la Guerra Mundial se ha usado como fuente, al modo de antes, la obra del Estado Mayor General.
Por la amistosa ayuda prestada a mi trabajo he de dar las gracias a los señores barón von Liebenstein, Gehlen, Scherer, von Schell, barón von Stein, barón Freytag von Loringhoven y Becke.
Heinz Guderian

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